Seguimos batiendo récords de visitantes cada mes que pasa.
No cuento los que llegan en patera porque son negros sin porvenir alguno. Y ese
cúmulo solo sirve para darle problemas al Gobierno de Canarias. Porque vienen
de la mano del malvado de Pedro Sánchez. Quien se ha dedicado a llamarlos por
teléfono y dejarles un dibujo con el itinerario. Algo que a las huestes
azuladas no satisface. Y pretenden que se recojan en La Moncloa, pues al resto
de comunidades autónomas tampoco les hace demasiado tilín. Ni tolón.
Que somos un espacio limitado no requiere mayores
explicaciones. Y que mengua, tampoco. Porque entre una piedra de El Teide, una
cotufa de Fuerteventura y un puñadito de arena de cualquier montaña, resta que
te resta, me dirás.
Y todo este movimiento genera un ajetreo de padre y muy
señor mío. Con un conglomerado tal que se va creando un círculo mucho más que
vicioso. Claro, llegan, se apoltronan, comen y beben, defecan, excretan,
ensucian y lo cagan todo. Los servicios municipales se las ven y se las desean.
No dan abasto. Cuando aún no han acabado la limpieza de una calle, giran la
cabeza y observan que vuelve a estar hasta los topes de mierda aquello que
habían dejado como una patena.
A La Graciosa acude mucho turismo de aquí. Por lo que no es
muy ortodoxo cargar culpas contra los descuidados extranjeros que se
emborrachan y no atinan a encontrar la papelera o contenedor. Lo escribo porque
es muy corriente alegar aquello de que siempre contaminan los que vienen de fuera.
Los de aquí somos todos muy santos, pulcros y atentos.
Las islas no son chicles, aunque tengamos muchos de ellos
esparcidos por doquier. Y el problema es que no cabemos. Y nos comemos. Para
mayor inri, ya que estamos en La Graciosa, la hemos llenado, además, de
vehículos. Para ir de excursión los domingos a echarse un pescadito en el
restaurante de la otra punta. Y no sigo porque lo mismo me vuelve a saltar como
un quíquere el que fuera presidente del Parlamento de Canarias, Gustavo Matos,
quien defiende a capa y espada el uso de los jeeps. ¿Para uso de los oriundos o
para alquilar? Caminen, carajo, y no sean cómodos.
Planes rectores, planes de uso y gestión y… leche machanga.
O ponemos freno desde ya y decimos que basta, o la suciedad se encargará de matar
la gallina y los huevos. Y lo mismo nos vendría bien para que los bancales de
La Gomera, verbigracia, tuvieran razón de ser.
Setenta años llevo escuchando lo de turismo de calidad, de
alto poder adquisitivo. También lo de prepararnos (en idiomas, por ejemplo) y
sentirnos capacitados para hacer frente a los trabajos especializados. Ja, ja,
ja, y otra vez ja, ja. Mientras, venga basura, venga contaminación, venga
escasez de agua. Y más coches, más atascos. ¿Tú quieres ver cómo acaban por
llevar el piche a la octava isla? A la que, por cierto, propongo la constituyan
en ayuntamiento independiente de Teguise. Y que sean los gracioseros de verdad
quienes decidan si es factible persistir en la deriva del “que sigan viniendo”,
de sopesar pros y contras, ventajas e inconvenientes de esta masiva afluencia.
¿No echarán de menos ratos de tertulia vespertina en un paraje idílico,
“molestados” únicamente por al suave arrullo de las olas?
El vídeo que observé días atrás en el Diario de Lanzarote no
es nada gratificante. La foto es solo un botón de muestra. ¿Pretendemos imitar,
acaso, el día después de cualquier romería o baile de magos? Pues lo estamos
consiguiendo. ¿Interesan millares de turistas de latas de cerveza, una turba bullanguera,
ensuciadora y poco respetuosa o unos centenares de gente bien avenida, también
económicamente?
En dos días estoy de vuelta.
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