miércoles, 19 de junio de 2024

Basura en La Graciosa

Solo he visitado La Graciosa en dos ocasiones. Tuve reservado el billete para ir de Corralejo a Lobos y suspendieron el viaje por mal tiempo en la mar hace unos años. Como sigo con la manía de procurar estar informado de lo que acontece en estos peñascos, mucho debo cambiar para que me plantee otra gira a esos lugares. Y de paso, si el amigo Florencio no me invita a dar un salto desde Caleta de Caballo (Teguise, Lanzarote) en su zódiac hasta Montaña Clara y Alegranza, creo firmemente que esos territorios no entrarán en mis cálculos viajeros.

Seguimos batiendo récords de visitantes cada mes que pasa. No cuento los que llegan en patera porque son negros sin porvenir alguno. Y ese cúmulo solo sirve para darle problemas al Gobierno de Canarias. Porque vienen de la mano del malvado de Pedro Sánchez. Quien se ha dedicado a llamarlos por teléfono y dejarles un dibujo con el itinerario. Algo que a las huestes azuladas no satisface. Y pretenden que se recojan en La Moncloa, pues al resto de comunidades autónomas tampoco les hace demasiado tilín. Ni tolón.

Que somos un espacio limitado no requiere mayores explicaciones. Y que mengua, tampoco. Porque entre una piedra de El Teide, una cotufa de Fuerteventura y un puñadito de arena de cualquier montaña, resta que te resta, me dirás.

Y todo este movimiento genera un ajetreo de padre y muy señor mío. Con un conglomerado tal que se va creando un círculo mucho más que vicioso. Claro, llegan, se apoltronan, comen y beben, defecan, excretan, ensucian y lo cagan todo. Los servicios municipales se las ven y se las desean. No dan abasto. Cuando aún no han acabado la limpieza de una calle, giran la cabeza y observan que vuelve a estar hasta los topes de mierda aquello que habían dejado como una patena.

A La Graciosa acude mucho turismo de aquí. Por lo que no es muy ortodoxo cargar culpas contra los descuidados extranjeros que se emborrachan y no atinan a encontrar la papelera o contenedor. Lo escribo porque es muy corriente alegar aquello de que siempre contaminan los que vienen de fuera. Los de aquí somos todos muy santos, pulcros y atentos.

Las islas no son chicles, aunque tengamos muchos de ellos esparcidos por doquier. Y el problema es que no cabemos. Y nos comemos. Para mayor inri, ya que estamos en La Graciosa, la hemos llenado, además, de vehículos. Para ir de excursión los domingos a echarse un pescadito en el restaurante de la otra punta. Y no sigo porque lo mismo me vuelve a saltar como un quíquere el que fuera presidente del Parlamento de Canarias, Gustavo Matos, quien defiende a capa y espada el uso de los jeeps. ¿Para uso de los oriundos o para alquilar? Caminen, carajo, y no sean cómodos.

Planes rectores, planes de uso y gestión y… leche machanga. O ponemos freno desde ya y decimos que basta, o la suciedad se encargará de matar la gallina y los huevos. Y lo mismo nos vendría bien para que los bancales de La Gomera, verbigracia, tuvieran razón de ser.

Setenta años llevo escuchando lo de turismo de calidad, de alto poder adquisitivo. También lo de prepararnos (en idiomas, por ejemplo) y sentirnos capacitados para hacer frente a los trabajos especializados. Ja, ja, ja, y otra vez ja, ja. Mientras, venga basura, venga contaminación, venga escasez de agua. Y más coches, más atascos. ¿Tú quieres ver cómo acaban por llevar el piche a la octava isla? A la que, por cierto, propongo la constituyan en ayuntamiento independiente de Teguise. Y que sean los gracioseros de verdad quienes decidan si es factible persistir en la deriva del “que sigan viniendo”, de sopesar pros y contras, ventajas e inconvenientes de esta masiva afluencia. ¿No echarán de menos ratos de tertulia vespertina en un paraje idílico, “molestados” únicamente por al suave arrullo de las olas?

El vídeo que observé días atrás en el Diario de Lanzarote no es nada gratificante. La foto es solo un botón de muestra. ¿Pretendemos imitar, acaso, el día después de cualquier romería o baile de magos? Pues lo estamos consiguiendo. ¿Interesan millares de turistas de latas de cerveza, una turba bullanguera, ensuciadora y poco respetuosa o unos centenares de gente bien avenida, también económicamente?

Mientras, les propongo que contraten a este otro personaje popular. Dios los cría y ellos se juntan. Ha suspendido por segunda vez el inicio de su campaña de vigilancia. Tiene tanto trabajo, el pobre. Pues nada, unas vacaciones en La Graciosa, señor Tarife, y puedes ponerla allí en práctica. Lleva a tu jefe contigo. No, el de Canarias porque Feijóo se queda estudiando inglés, que ya compró un manual para hacerlo en quince pasos. Me han dicho que lo han visto dando vueltas a la manzana. Con lo fácil que es el que Manolo le recomiende universidad estadounidense. En la que, quizás, no haya negros que molesten.

En dos días estoy de vuelta. 

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