martes, 11 de junio de 2024

Contraanálisis

Otras elecciones que ya son historia. Pero la misma cantinela de siempre. ¿Alguno reconoció abiertamente que los resultados no cumplieron expectativas? Nadie, porque todos ganaron. Ninguno por goleada, pero las ínfulas puestas de manifiesto dieron la impresión de que las victorias fueron más abultadas que las de la selección española de fútbol cuando se enfrenta a un rival más débil que las flores de mi aguacatero.

Los dirigentes se agarran al discurso de la supervivencia. La preocupación ante los elevados índices de abstención es casi nula. El desapego de la ciudadanía hacia todo lo que huela a política alcanza cotas elevadísimas. Pero los análisis discurren por otros derroteros: saqué tantos y eso me alcanza para mantener el chiringuito abierto hasta la siguiente convocatoria. Suficiente. Para qué romperse los cascos con otras disquisiciones.

Las comparaciones son odiosas. Soy consciente. Pero cada vez que hablo con algunos de los que, décadas atrás, estuvimos en la cosa pública, la congoja nos invade. Porque no entendemos cómo ahora, con una sociedad supuestamente más preparada, da la impresión de que el interés general no coincide con el de quienes nos dirigen o representan. Parece que se erigen en fieles guardianes del beneficio propio. Es más importante la supervivencia personal que la gestión de la hucha común para un desarrollo social armónico y consecuente.

Cuando escucho a cualquier cargo público sostener que no hay dinero –matraca al uso– me reconcomo. Más coloquialmente: las tripas se me revuelven. No lo habría si durante tres o cuatro meses, estimado concejal, consejero, diputado o vete tú a saber, comprobaras que en tu cuenta corriente no aparece el ingreso del sueldo que te has fijado libremente. Pero mientras tu saldo particular se vaya incrementando (aunque los baches nos invadan, los atascos nos amarguen la existencia o le espetes a un ilusionado juntaletras que no hay partida para publicaciones) de manera regular, ¿por qué no te callas?

He consultado algo acerca del sueldo de un eurodiputado. Que junto a otras menudencias como bonos para todo tipo de transportes, alquileres, manutenciones, gastos telefónicos y de oficina… (pecatta minuta) puede suponer una cantidad cercana a los quince mil euros mensuales. Sí, ya sé que debe pagar impuestos. Bueno fuera. Pero, a buen seguro, que líquido debe quedarle un fisco más que el importe de mi pensión. Quedan apostados los cincuenta céntimos.

En este pueblo que me vio nacer, crecer y desarrollarme (no mucho, pero escapamos), el PP (no olvidemos que gobierna en el municipio con mayoría en grado superlativo) solo obtuvo unos seiscientos votos más que el PSOE. Aunque en anteriores convocatorias supramunicipales –y ya gobernando el Partido Popular en la Villa de Viera– ha salido triunfador el Partido Socialista. ¿Qué ocurre entonces en los comicios locales? ¿No se habrán hecho esa pregunta alguna vez los dirigentes de La Cascabela? Puede que les resulte más rentable rescatar viejas figuras (iba a escribir glorias, pero me arrepentí) de las que gobernaron desde 1979 a 2003. Porque, y a la vista está, si contabilizamos los resultados desde ese entonces hasta ahora… Ya está. No sigas, que te conozco.

Volvamos a las elecciones de este domingo. Que nos han deparado las actas de dos eurodiputados de estas peñas. Aunque sin acento canario, al decir de los que se arrogan representatividades autóctonas. Y tienen razón, carajo, reconozcámoslo. Gabriel Mato tiene pinta de extranjero y todavía no ha sido capaz de coger el tranquillo palmero, ese deje tan característico de los habitantes de la Isla Bonita. Y no es que la lava del Tajogaite le haya podido influir en el habla. Qué va, le viene de lejos. Y de Juan Fernando (JFLA, para los amigos y roqueros varios), qué decir. Habla tan atropelladamente que se come los acentos y las tildes. Yo no sé si es que va de sobrado por la vida o es defecto de fábrica. Y flaco como un cangallo. Me da que le sobran las tres cuartas partes de la asignación del sustento. Lo mismo se mantiene con las virgulillas que se traga.

Lo único cierto es que Ciudadanos no quedan. Y a este paso, reducido Podemos a la mínima expresión –quién lo vio y quién lo ve– Yolanda tampoco suma, más bien resta. Y claro que me preocupa las continuas apariciones de los nostálgicos. No tan acentuadas como por otros territorios de la vieja Europa, mas las orejas del lobo hacen acto de presencia. Y ya yo estoy viejo, pero mis hijos y nietos no. ¿Preocupado entonces? Por supuesto.

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