miércoles, 5 de junio de 2024

Otra cita. Y van...

El pasado sábado (primero del mes de junio), como cada año, pasamos otro agradable rato –bueno, para ser más exactos, unas seis horas, minuto arriba, minuto abajo, porque algunos debían acudir a la ineludible cita de Wembley, que si no…– en La Victoria de Acentejo. ¿Por qué casi siempre ahí? Porque don Manuel Afonso Carricondo nos tiene mal acostumbrados y ya vamos a tiro hecho. Tanto que tengo mis dudas de si también le echa una mano al personal de Los Garrafones en los asuntos culinarios, pues el resto... todo en orden y al detalle.

Nos congregamos algo más de sesenta. Y para una promoción que acabó su tránsito por la vieja Escuela Normal hace más de cincuenta años, no está nada mal. Cuenten ustedes las clásicas jaquecas provocadas por el cambio climático –que no por la edad, malpensado– y la cantidad podría incrementarse de manera notable.

Algunos, desgraciadamente, se bajaron de la guagua terrenal y ahora peregrinan por otras dimensiones. No estarán físicamente, pero permanecen en el recuerdo. Marcaron huella indeleble y nos acompañarán siempre. La amistad y la camaradería impregnaron profundamente, por lo que seguimos firmes en nuestras convicciones y permanecemos con este contacto anual que nos revitaliza para continuar acometiendo tareas. Las lógicas menguas físicas deben ser suplidas con enormes dosis de imaginación y entrenamiento neuronal.

No vayas a creer en batallitas del abuelete. El tino aún nos permite algo más, mucho más. Es argumento a destacar (puede que recurrente) el agrícola. El que más y el que menos presume de su cachito de huerta. Y como constituye, sobre todo, solaz y recreo, hay más tiempo para la observación y el experimento. Lo mismo se le mete mano a las papas (las que trajo Miguel Delgado, verbigracia, desde tierras sureñas) que se ensaya con el café o se cuestionan deficiencias en la floración de los frutales. Sin que permanezcan al margen cuestiones de rabiosa actualidad política, deportiva o de índole cultural.

En un mundo avanzado tecnológicamente –eso dicen– en el que priman autos, edificios, móviles (y otra amplia variedad) inteligentes, a destacar el empeño de unos cuantos ilusos que entendemos que ese aparente progreso ha ido en detrimento del desarrollo de la inteligencia natural. Da la impresión de que se ha establecido una proporcionalidad inversa. Intentaré explicártelo:

Cuando se inauguró la sede del ayuntamiento de mi pueblo en la Avenida de Canarias, se propagó a los cuatro vientos de que se trataba de un edificio inteligente. Grillo debe saber más que yo de este particular. Pues qué quieres que te diga: leche cacharro. Se han sucedido procesos electorales y la impresión es que ese mérito no se ha trasladado a los inquilinos. Si antes regían los destinos municipales, con muchos menos medios técnicos, un reducido número de concejales y ahora se libera todo el grupo de gobierno con una cohorte de ‘asesores’ que raya el escándalo, ¿avanzamos o retrocedemos? En consecuencia, no me preocupa tanto el avance de esa inteligencia artificial, cuanto la retrogradación de la natural. Y ello entraña un peligro evidente, salvo que las secuencias de El planeta de los simios solo hay sido una avanzadilla muy a tener en cuenta.

A los postres, que se dice, las rifas. De todo, tú. Desde una noche de sexo gratis (¿creías que ibas a escapar, Chene?) hasta una estancia en Los Silos (Orlando es así de generoso y espléndido), pasando por vinos, artesanía, manualidades y yo qué sé. Reitero: de todo. Hasta Cándido, el conejero que no se pierde una, apareció que una bien surtida bandeja de Embutidos Chacón. Que se fue para La Palma, porque los de la Isla Bonita son asiduos. Que se lo pregunten a Pino. Hermas, recientemente homenajeada en Madrid por ser pionera en cargos públicos, no vino en la presente ocasión. Pero sí gomeros, herreños…

Es que somos la mejor promoción que parió la Escuela Normal de La Laguna, la de la calle Heraclio Sánchez. Si hay alguien que lo dude y piense lo contrario, que lo demuestre científicamente.

Carri, a no perder las mañas. A poder que podamos, bregaremos. A los compañeros, mi reconocimiento y afecto. A mandar. Este cronista –el Rubio, qué ilusión, con esta mata de pelo– demanda comprensión por las inevitables omisiones. Prometo mejorar hasta alcanzar el ansiado P.A. Mientras, el consabido N.M. Gajes del oficio. Hasta más ver. 

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