sábado, 1 de junio de 2024

Picando aquí y allá (1)

Es la expresión que utilizaban los mayores –cuando yo era menudo allá por la prehistoria– y me ponían frente a un manchón de hierbas en cualquier huerta de platanera para la diaria ración del sustento de los animales de la casa. Mucho más tarde –ya habíamos cogido fundamento convirtiéndonos en hombres de provecho– cambiamos el picando por picoteando. Por aquello de eran las gallinas las que iban a salto de mata. Lo malo es que, en tu caso particular, y sin dejarte coger resuello, llegaba el que sabía más que tú y te espetaba: ajecho, todito ajecho. Y tenía que quedar aquella poceta (compartimento rectangular del terreno delimitado por camellones) más limpia que la ropa de los domingos. Empezamos:

El pacto de gobierno en Puerto de la Cruz no pasa por su mejor momento. Las aguas se han enturbiado por El Penitente. Asamblea Ciudadana Portuense no está contenta con el proceder del alcalde. Eso alega David. Y se queja de las penurias económicas en los presupuestos de las áreas encomendadas a los dos ediles de su formación. Que son la llave para gobernar por un lado (diestro) o por el otro (siniestro). La pasada dimisión de la primera teniente de alcalde, y responsable del área de Hacienda, ha provocado una nueva distribución de competencias y Marco (sin ese) asume más cargas. Demasiados calderos al fuego, entiendo desde la distancia. Los reconocimientos extrajudiciales de crédito pueden ser los detonantes de la situación. Y como se han convertido estas medidas excepcionales en algo habitual, el estallido en cualquier momento podría causar más daños que el incendio del vertedero de Zonzamas. Estaremos al tanto.

Ya que mencioné el agua en el párrafo anterior, me pregunto cómo demonios he llegado yo hasta aquí. Porque a tenor de lo que uno escucha, de la publicidad que te meten por la vista, olfato,  gusto y tacto, amén de los consejos médicos y farmacéuticos para una adecuada supervivencia, este que redacta estas líneas tendría que haber estirado la pata desde ha bastante. Confieso mi pecado y que me perdonen Fonteide, Fuente Alta, Mondariz, Bezoya, Font Vella y Solán de Cabras. Carajo –por qué voy a ser yo menos que Milei– y Aguas de Teror. He bebido agua del chorro desde que mi madre me preparaba el biberón. Llevo así más de setenta años. A veces, ni vaso uso. Cambo la cabeza un fisco y a remojar el gaznate. Cuando el agua potable, la del ayuntamiento, llegó a La Gorvorana, ya había hecho varios miles de viajes a los chorros públicos. Y bebido con una garapa de la bellota otras tantas veces en los canales de suministro. En las denominadas “tajeas hondas”. Sin cloro y sin tratamiento alguno. Puede que, incluso, con nitritos, nitratos, sulfitos y sulfatos. Como la que salía en la playa de Los Roques, por ejemplo. Cada vez que veo esos carros en las grandes superficies cargados hasta los topes de botellines, botellas y botellones, me digo si el estómago –el mío– soportaría esa novedad, ese esnobismo. Como ya estoy viejos para otros arregostos, y mientras siga viviendo en El Realejo, agua del chorro.

Al hecho anterior debería unirle otros hitos que han ido conformando nuestra existencia. Hoy vas al baño por la noche y al dedo índice del pie izquierdo le da por medir el grosor del mueble que está en el pasillo… Chacho, una fatiga que te cambas. Aprietas los dientes y nombras a los familiares más cercanos del pobre carpintero que lo fabricó o los del leñador que cortó el árbol, cuando no gritas desesperado para que te lleven a urgencias y te pongan… una tirita. Antes te cortabas en medio de la platanera –pues no tengo cicatrices en el dedo índice de la mano izquierda, principal sufridor de amolar tanto el cuchillo– te tapabas la raja con la ceniza del envés de las hojas del rolo (y si trincabas una telaraña te valía de venda) y a seguir con la tarea. Una vez fui a buscar perejil a la casa de Magdalena, la vecina en El Bosque de La Gorvorana, y me pegué tan fuerte leñazo que me hice un piquete en la cabeza.. ¡Oh!, todavía tengo el hoyito. Pues el perejil no solo se utilizó en la tortilla que preparaba mi madre, sino que me puso un poco en la herida y santas pascuas. Ahora vas a comprar hierbas medicinales a un atienda de última generación. La compensación de aquel lejano accidente fue doble ración de la susodicha tortilla. Que no hay mal que por bien no venga.

(finalizamos pasado mañana)

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