martes, 9 de julio de 2024

Buena (mala) persona

La payasada que destapó Andrés Chaves en uno de sus artículos en Diario de Avisos (La cuquita de Laura) me ha dado pie para pergeñar unos párrafos acerca de lo que se entiende por buena o mala persona y, al tiempo, buen o mal periodista. Todo ello como consecuencia de lo que en el anterior artículo de este blog argumentaba por los comentarios ligeros, rápidos y livianos que vertemos en las redes sociales sin encomendarnos previamente a cualquier deidad religiosa. Y que conste en acta que lo de payasada no es invento mío, sino de uno de los que se sintieron afectados por tamaña osadía del seudoperiodista. Al decir, recalco, de los que saben de buena tinta.

Si alguien se siente aludido, o presiente que sus convicciones (de cualquier índole) se pueden ver afectadas, no es capaz de realizar el ejercicio encomendado (contar hasta veinte, aunque sea), sino que arremete inmisericorde contra quien, en uso de su derecho a la libertad de expresión, utiliza algún medio escrito –la prensa, verbigracia– para coincidir, discrepar o rebatir aquel asunto que haya considerado de interés. Por la razón que sea. Que no es menester la enjundia, necesariamente.

Libre soy, faltaría más, para pensar que existen en Canarias asuntos más importantes que el tamaño de ciertos atributos o los lemas serigrafiados en las camisetas. Pero de ahí a calificar de manera tajante a un comentarista de frustrado, payaso o mala persona (con el añadido de que no puede ser periodista), dista un trecho asaz luengo. O aseverar que “en España se está pasando una crisis intelectual desastrosa”. Mirarse al espejo es bueno a veces. Tanto, o más, que volar en parapente par evitar las colas de… Los Barros. Que no todos pudimos estudiar en el estado de Wyoming. Con capital en Cheyenne. Lo aclaro porque también suena a indio. ¿Cómo era aquello? ¡Ah!, sí, hacer el idem.

Las opiniones son libres y los hechos son sagrados es aforismo que conviene recordar de vez en cuando. Y si no, para ser más explícito, valga el otro de que las opiniones son como los culos (todos tenemos uno). Porque los sabiondos de la Internet son capaces de realizar un comentario de texto, con desarrollo de sobresaliente cum laude, con la simple lectura de las cuatro primeras letras de la carta del apóstol Pablo a los corintios. Y no lanzado, no. Que te estrellas.

¿Por qué criterio nos regimos para conceptuar de tal guisa? ¿Religiosos, éticos, morales, sociales, benéficos o quizá políticos? Porque, al final, y casi sin percatarnos de ello, caemos en idéntico pecado. Y opinar de lo que uno no domina, da un cante muy jondo. Para emitir juicios de valor se requiere información previa. Condición sine qua non.

¿Es buena persona quien asiste a misa diariamente a recibir el cuerpo de cristo (hostia) y no se habla con su hermano (le da una buena hostia) por discrepancias en una maldita herencia?

¿Es buena persona quien aprovecha la salida de fieles en una iglesia para ponerse en la puerta a repartir besitos a mansalva?

¿Es buena persona un obispo que justifica los abusos del clero porque las chicas van por ahí provocando?

¿Es buena persona la que recurre la ley del aborto (por delante) y se va “de turismo” a Londres porque sus medios económicos se lo permiten (por detrás)?

¿Es buena persona la que recurre la ley del divorcio (por delante) y ya va por segundas y terceras nupcias (por detrás)?

¿Es mala persona quien en un entierro no califica de santo al difunto que en vida se comportó como un venado con su familia, sino que manifiesta abiertamente que mucho antes pudo haber estirado la pata?

¿Es mala persona quien cuenta verdades y no dora la píldora a los mandamases de turno?

¿Es mala persona el que recibe cada mañana el manual de instrucciones de su formación política y se comporta durante toda la jornada como una cacatúa repitiendo frases hechas?

¿Es mala persona quien se somete a la esclavitud de un móvil para estar pendiente de que nadie ataque a su jefe y defenderlo a toda costa, aun con sandeces de tal magnitud que sonrojan?

Menos mal que no soy periodista, aunque me dedique a escribir artículos de opinión, que ya cuento por miles. Menos mal que me quedé en simple maestro de escuela, oficio gracias al cual hoy puedo disfrutar de una pensión digna. Con su auxilio, y el del diccionario, voy escapando.

Entiendo que son buenas personas, y mejores periodistas, los reiteradamente condenados Eduardo Inda y Federico Jorge Jiménez Losantos, con unas trayectorias dignas de enmarcar. San Google puede informarte mejor que yo.

O el prodigio de Miguel Ángel Rodríguez Bajón (MAR). O el antónimo de su propio apellido, Alfonso Rojo. Y, si me apuran, Pío Moas, Mario Conde, García Serrano, Salvador Sostres, Hermann Tersch…

Y excelentes medios –objetivos, neutrales, imparciales, ecuánimes, etc., etc., etc., etc…– como Okdiario, esRadio, Libertad Digital, 13TV, El Toro TV, Vozpopuli, o los curiosos (por su denominación) El Independiente, El Imparcial…

¿Afinidad? ¿Empatía? Viva el vino.

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