No es Andrés Chaves santo de mi devoción. Demasiados
vaivenes y arrimos interesados en su trayectoria periodística. Le reconozco, no
obstante, una alta calidad en su composición escrita. Y, sin que sirva de precedente, debo darle toda
la razón cuando en su artículo del pasado 25 de junio (Diario de Avisos, de
donde, asimismo, ‘robo’ la foto que ilustra este post) manifiesta, abiertamente
y sin tapujos, que el evento festivo –ritual, si prefieres– del baño de las
cabras constituye un incumplimiento flagrante de la ley del bienestar animal al
someterlos a un acto antinatura, amén de una cagada –nunca mejor dicho– sin
justificación alguna.
Llevo bastantes años preguntándome cómo es posible que ningún
responsable sanitario haya manifestado algo con respecto a este acontecer. Porque
si tantas pegas se ponen ante cualquier solicitud y se exigen multitud de
requisitos de toda índole, viene a resultar que amparados en no sé qué
tradición permitimos este espectáculo que yo entiendo (las opiniones son
libres, ¿no?) salvaje, sin más. Ni Chucho Dorta (Benahuya), ni reconocimientos,
ni homenajes, ni leche machanga.
Pero aún hay más. Las aguas infestadas del recinto portuario no son batidas por el oleaje como en mar abierto. Por lo que el poso de excrementos –añadan alguna garrapata y cualquier otro bichejo– permanece en la orilla durante el tiempo en que los bañistas asiduos del muelle continúan dándose sus terapéuticos remojos. Manda bemoles.
Los defensores alegan que se hace para desparasitarlas. Pues lleven la mitad para San Telmo. Y ya puestos, unas cuantas al Lago o Playa Jardín. Seguro que los turistas son mucho más condescendientes que yo. O quizás tanto como eso que llamamos Sanidad.
El diccionario de la Academia Canaria de la Lengua nos
cuenta que jediondo, aparte de un arbusto o un pez, significa grosero, sin
modales, que se porta mal o bajamente. Y que jediondada es porquería, suciedad,
inmundicia o acción sucia e indecente.
El de la RAE, como limpia, fija y da esplendor, nos indica
que hediondo es lo que despide hedor, amén de sucio, repugnante, obsceno.
Aunque también recoge jediondo: maloliente, pero alude a que es poco usado en
Uruguay. Quizás les hayamos exportado aquello de la hache aspirada. Hablaré con
Humberto.
Leí que en La Montaña se pusieron trabas desde el Cabildo y
prohibieron la fogalera de toda la vida. Los restos de la quema podían
constituir un peligro en el barranco ante posibles riadas. Manda bemoles otra
vez. Pues el próximo año prometan apagarla con agua salada, que por lo visto
purifica todo.
Pero todo se va a solucionar, afortunadamente, por decreto
legislativo. La Ley del Cambio Climático de Canarias ha sido modificada para
darle mayor flexibilidad. Es decir, para seguir quemando combustibles fósiles
durante más tiempo, para que la liturgia caprina persista en la contaminación
nauseabunda del muelle portuense y mucho más. Como estamos, además, en
emergencia hídrica y no nos podemos bañar sino una vez al mes, a joderse, a
saber, fastidiarse.
Espero que no me hayas leído justo antes de almorzar. Y en
la semana de los sanfermines. Es que nos encantan las salvajadas. Y sin son
fétidas, mejor.
Lo dejo y me voy a caminar para ver si me pasan los gases. ¡Ay!, la que me va a caer.
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