Hace un par de cursos cerró su escuela unitaria por falta de
material humano. Los jóvenes se van y quedan los viejos. Eterna canción. Los
escasos infantes son trasladados a La Vega, que también absorbió a los de El
Amparo.
Los emigrantes suelen regresar los domingos. De visita a los
progenitores. Se nota, y mucho, en el bar de la Cruz del Camino. Y de paso,
algunos se aprovisionan de buenas raciones de agua potable en la fuente. No,
los lavaderos ya pasaron a mejor vida.
Se observa, bastante, el abandono de los terrenos. Zarzas y
helechos campan a sus anchas. Intenté hace unas semanas subir al mentado
Cerrogordo y me fue imposible. La abundantísima vegetación lo impedía. Acabé
con los brazos hecho un cristo sin haber logrado el propósito. Pero sí es
factible, sin embargo, transitar por las pistas forestales. Lo malo son las
pendientes. Y como los años no perdonan, el esfuerzo se multiplica. Pero se
intenta todavía.
Uno, que nació en La Gorvorana en medio de plataneras, pero
que el ciclo de la vida lo derivó por otros derroteros, guarda ya muy poco de conocimientos
agrícolas. Si acaso se entretiene con su flor de mundo, calas y poco más. Los
frutales se cuidan solos, con años de abundante producción y otros, como el
presente, en que la escasez hace acto de presencia. Algunos, como los
aguacateros, aún se hallan en periodo de adaptación a las alturas
(prácticamente mil metros). Y como este último invierno (¿invierno, dijiste?)
ni llovió ni hizo el frío que requiere la arboleda para su explosión
primaveral, leche cacharro.
Quien siga negando el cambio climático merece, como mínimo,
un buen par de cachetones. He comprobado cómo van desapareciendo las huertas de
papas que le daban a aquellos predios un verdor exuberante. Pero llevamos unos
años en que lo que mea la bruma del alisio no es suficiente para calmar la sed
del campo. Y como aumentan los episodios de calores extremos, la bomba de
relojería está dispuesta.
Lo mejor es que casi no hay cobertura telefónica. Una gozada
que el móvil permanezca en silencio la mayor parte del día. Y de la noche.
Debo bajar, no obstante, pues en Bellevue requieren mi
presencia. Toca operación de cataratas en el ojo izquierdo. Para empezar. Que
el derecho vendrá luego. Le rogué a la doctora que comenzara por este por puras
razones ideológicas. Por convicción, vamos. Lo que me pierda por el sector del
otro se puede ir subsanando.
Así que si por unos días desaparezco y dejo abandonado
momentáneamente el blog, ya sabes que se trata de razones de índole mayor. Será
la cuarta vez que debo entrar en un quirófano. Me estoy convirtiendo en un
adicto. Pero no me paso de la raya, como Milei, que viene a Madrid a inspirarse.
Si dobles, que te conozco. Me refiero a otro tipo de inspiración.
Primero fue una hiperplasia benigna de próstata, tras un par
de meses con una sonda; luego remendar una de los dos fracturas tras una caída
en Las Abiertas, precisamente; y, por penúltima, de una hernia umbilical. Y ya
meo correctamente, camino sin problemas y el ombligo dejó de ser un bulto.
Y cuando me da la gana, y me dejan, me aíslo en Las
Abiertas. Nos vemos. Espero que, a partir de ahora, mejor.
Que salga todo bien en Bellevue, como siempre.
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