sábado, 13 de julio de 2024

¿Y aquí?

El resultado de las legislativas francesas (segunda vuelta) del pasado domingo ha puesto de manifiesto la vieja sentencia de que no es lo mismo votar con el corazón que con la cabeza. En el primer asalto hubo una severa llamada de atención por parte del electorado a la clase política. Por lo que, viendo las orejas al lobo, se recurrió a poner en práctica el denominado cordón sanitario. Que hace referencia en política a la estrategia de acuerdos entre partidos orientada a lograr el aislamiento e impedir el acceso al poder de otra formación de ideología contraria. Como si de una enfermedad infecciosa o plaga se tratase.

La izquierda supo aglutinarse en tiempo récord y los ‘beneficios’ fueron evidentes. La derecha moderada también jugó sus bazas y manifestó el deseo de un desmarque sin equívocos de la señora Marine Le Pen. Se dirá que todo de una manera coyuntural. Puede. Tiempo al tiempo. Los acuerdos y entendimientos tendrán que producirse. Panorama diferente sería si este resultado se trasladase al sur de los Pirineos. Bueno, ya los pactos Feijóo-Abascal no son meras elucubraciones.

Pero ciñámonos al país galo. Porque observo que muchos comentaristas hablan de una debacle en la Agrupación Nacional (Rassemblement national, RN) al haber quedado relegada al tercer lugar en el ranking de resultados. La alegría de que ello haya sido así, no es óbice para que esa venda momentánea en los ojos no nos impida ver y analizar en mayor profundidad.

El Frente Nacional (Front national, FN) –así fue su primera designación– alcanzó en 2017 la insignificante representación de 8 diputados. Cinco años después, en las elecciones de 2022, obtuvo más de cuatro millones de votos, logrando la cifra de 89 representantes en la Asamblea Nacional. Y, aunque bien es verdad que sus expectativas en estas últimas hacían prever la posibilidad de, incluso, una mayoría absoluta, la nada despreciable cantidad de más de diez millones y medio de votos le ha supuesto 143 diputados.

¿Dónde está, entonces, la derrota? El incremento ha sido bastante significativo. Por Europa se van regando gobiernos con ideologías que hacen temblar los cimientos del viejo continente. En el Parlamento europeo los sillones ocupados por la ultraderecha se incrementan considerablemente. No es una simple anécdota la avalancha. Van calando sus discursos y la derivas pueden ser imprevisibles.

¿Y aquí? Pues qué quieres que te diga, seguiremos degustando macedonia de siglas y ensaladas supuestamente ideológicas hasta que el moderado Alberto deje de tirarse al monte. Y como tal avatar no va a ocurrir mientras Ayuso aguijonee, me da que tendremos derecha pura y dura –pues sí, ultraderecha– para rato. Ya lo aclaró en su mensaje: hay que evitar los extremos. Y, en consecuencia, él es el extremo (derecho). Hasta Manuel Domínguez, que se ha paseado en el archipiélago con todos los ¿líderes? anteriores, debe estarse preguntando si ha merecido la pena apostar por el gallego. Al que no podremos jamás negar su condición de tal. Y a ambos les ocurre tres cuartos de lo mismo: les queda muy ancho el cargo. O dicho más suavemente: la política se merece otros mimbres. Y los ciudadanos también. A los inmigrantes, ni te cuento.

Esperar que en España ocurra lo que en Francia se me antoja imposible. El carácter festivo del hispano –el planteamiento puede perfectamente extrapolarse a Canarias– se decanta por muchos chiringuitos y potajes de verduras. Unos quieren Sumar y los resultados demuestran lo contrario. Los que ilusionaron con el contundente Podemos abogan por seguir dividiendo. Todos se creen indispensables y la obcecación les puede.

Cualquier persona sensata podría aseverar que son más los puntos en común que las divergencias. Y que unas reuniones conducirían a limar asperezas. En definitiva, que sí se podría. Claro, en condicional. Pero dominan los egos. A pesar de doctrinas y credos –qué bonita es la teoría– persiste la convicción de que lo mío es mío y lo tuyo es de todos.

Eso sí, nos queda el recurso del voto útil. De lo contrario, los adelantamientos por la derecha serán de órdago. Luego, llanto y crujir de dientes. Si nos los dejan, que lo dudo. Del trato a los menas a la generalización, una tenue línea. Ya yo soy mayor, pero ¿y los que vienen detrás? ¿Preocupado? No, lo siguiente.

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