No constituye novedad alguna el que sostenga que no hace
falta que venga agente externo alguno a indicarnos cómo debemos cargarnos
nuestro principal activo, sino que nos bastamos, y con creces, para hacer todo
lo contrario de lo que el sentido común nos indica. No solo la atiborramos de
gente –y esta tiene la fea costumbre de exigir servicios– sino que ponemos a su
alcance aquellos elementos inventados para que la comodidad sea un sumando más
en la operación. Al consumo de agua (imprescindible pero escasa en grado notabilísimo),
energía eléctrica para cualquier actividad, proliferación de residuos de todo
tipo (hay ciertas necesidades inevitables) y otros varios, una injustificada
flota de vehículos (sin contar las bicicletas), por mucho que algún destacado
preboste político se empeñe en defender… lo indefendible.
Es imposible sostener la elevadísima demanda turística
porque se nos muere de éxito la gallina de los huevos de oro. A pedir dinero –estilo
Casimiro– para infraestructuras y servicios generales. Tranquilos que el piche
está al caer. Saneamiento, depuración, vertidos, suministro de agua potable,
punto limpio y posterior evacuación de restos…
O elaboramos con fundamento un Plan de Uso y Gestión –para cumplirlo
a rajatabla– o estaremos cavando profunda fosa. Es imposible mantener el ritmo
actual. Hay que establecer límites desde ya. ¿Creen que desvarío cuando
sostengo que no tardaremos mucho en que se exija la construcción de un aeródromo
para cuando la mar se subleve y la travesía desde Órzola quede inoperativa?
Pero como perdemos el tiempo en cuestiones intrascendentes
(como la de Anthony Ammirati, pertiguista galo, que derribó el listón en París,
a 5,70 metros de altura, con las partes más sobresalientes en ese instante de
su cuerpo –inconvenientes de tener atributos tan grandes– y se convirtió en
héroe nacional) qué más da un nuevo lunar en el traje estampado. U otra raya
para tigre o cebra.
Mientras, una vaca viene a poner el contrapunto. El 31 de julio
próximo pasado (miércoles) aparece una bien ahogada en la playa Lambra (norte
de la isla). Se supone que fue arrojada desde uno de los tantos barcos que
surcan los mares con ganado. Y como la pobre no resistió la travesía, para
evitar que su descomposición en el navío pudiera causar males mayores en el
resto, debieron optar por el recurso más fácil.
Y la susodicha permaneció en la orilla varios días porque
las administraciones no se ponían de acuerdo para retirarla. Que si el
ayuntamiento de Teguise, que si el Cabildo insular, que si el Consorcio de no
sé qué, que si Costas, que si… Quiero imaginarme que ya no la tendrán tomando
el sol y habrán buscado una solución. Es curioso, hasta para los entierros se
pasan la pelota. Desde la negativa de la alcaldesa de Mogán, Onalia Bueno (vaya
apellido para tan nefasto proceder), a pagar los sepelios de inmigrantes
fallecidos, hasta este del ejemplar vacuno. Se nos ha perdido la humanidad y el
don de gentes. Pobre animal. Qué manera más cruel de acabar los días del fugaz
paso terrenal. Hagan como en mi tierra. Aquí son capaces de entenderse ACP con
PP, morados con azules. Aunque en nuestro caso es mucho más fácil el ordeño.
Hasta la próxima.
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