miércoles, 16 de octubre de 2024

90 días

Si Joaquín Sabina necesitó 19 días y 500 noches para olvidarla, de tanto que la quería, lo de esta señora de la foto –bien coronada ella– lleva camino de eternizarse. Vamos, como la duración de sus múltiples cargos a lo largo y ancho de sus trayectorias políticas. Para un roto y un descosido. Porque en los mentideros de la Internet compruebas que ya en 1996 estaba la susodicha, nacida en 1970, montada al carro en el ayuntamiento santacrucero. Y luego ha desempeñado todo tipo de quehaceres, porque el que vale… Con lo que se aproxima a la treintena cobrando del erario público. De esa teta afortunada que jamás se seca y que por mucho que se exprima –milagro celestial como la multiplicación de los panes y los peces o la conversión de agua en vino– jamás disminuye el caudal lechero. Para mí, y no me llamen malintencionado, que hace honor a su segundo apellido.

Recordarán ustedes que en la campaña electoral de 2023, doña Rosa Dávila Mamely prometió acabar con los perennes problemas de tráfico en la isla de Tenerife en tres meses. 90 días exactos, precisó con total rotundidad. Que siguiendo una simple regla de tres con Sabina, se deberían corresponder con unas 2369 noches. A saber, unos seis años y 179 días. Por lo tanto, estimados sufridores (un servidor ya está jubilado y no debe pasar por tales trances), quedan días de verano. Qué musical estoy hoy.

No es nada novedoso el afer. Ya un exalcalde de mi pueblo, de común acuerdo con una asesora, acabó con los atascos de Los Barros y Los Cuartos con un simple parapente. Ahora circulas tú por esas salidas del municipio y te da gusto el desahogo que sientes. Hasta te dan ganas de parar un ratito en una nueva superficie comercial por si hay rebajas en el aceite de oliva, cuya ubicación ha devenido en alivio evidente (la rotonda de juguete es coadyuvante justo y necesario).

Le reprocha Pedro Martín, el socialista sureño y anterior presidente del Cabildo, que nos engañó miserablemente. Como si esa no fuera la tónica dominante de cualquier campaña electoral que se precie. Algo que a los votantes nos encanta, según sostenía el gran Tierno Galván. Y le espeta que en este más de un año de mandato, en Tenerife sigue todo paralizado. Mientras que en La Gomera se empicha que da gusto.

Hombre, Pedro, cuánto me alegro de que te hayas dado cuenta de quien conduce la nave canaria, de quien tiene bien agarrados los mandos y custodia las tres llaves de la caja de caudales. Sí, las tres. Como se empeñe en ampliar el tramo de Chejelipes a La Laja y el de Arure a Chipude (por Las Hayas y El Cercado, con ocho rotondas estilo Orijamas), dejando pendiente la salida de El Molinito y el acceso a Benchijigua hasta llegar a un acuerdo con el amigo del alma y la compañía Fred Olsen, vamos a tener serias dificultades para abonar las consecuencias del fallo en la adjudicación del túnel de Erjos. Tú ignoras el peso de unos buenos atributos; perdón, unos votos. ¿Cómo? ¿El consejero de obras públicas? ¿El tal Pablo Rodríguez Valido? No pinta nada. Menos válido que Cristina. Está ahí por eso de las cuotas de representación insular.

Pero a lo que íbamos. Como es de bien nacido ser agradecido, hay que felicitar efusivamente a doña Rosa. Independientemente de sus poses con casco en la pasarela del Padre Anchieta. Porque ese ejercicio de ponerse a dirigir cada mañana (de seis a diez) el tráfico en la TF-5 (que alterna en días pares en la TF-1) para que lleguemos a tiempo a los lugares de trabajo, merece nuestro incondicional aplauso. Ya lo hicimos décadas atrás cuando Isaac Valencia realizó idéntico sacrificio en la entrada a su Villa por El Calvario (enfrente de su casa, o de su mole, según te plazca), y Dávila, digna heredera de los próceres áticos, no se podía quedar atrás y ha recuperado esas viejas mañas que tanta fluidez nos proporcionan. Que cunda el ejemplo.

Por cierto, convenzan al gomero a ver si se ablanda y nos regala un par de kilos de piche con los que disimular los socavones existentes al inicio del tramo Buen Paso a El Tanque. Si ello fuera posible, seríamos capaces de olvidarnos del pequeño error de cálculo en la parada de guaguas a la entrada a San Juan de la Rambla. Porque un fallo lo tiene cualquiera. Ya ocurrió en unos túneles ferroviarios peninsulares (fabricaron los vagones unos centímetros apenas más anchos) y por qué no se puede en estas islas perder la cinta métrica. Es que siempre estamos a la caza y captura de lo más nimio.

Gracias, Rosa. En las próximas (no) votaré por ti, pero prometo solemnemente que te tendré presente en mis oraciones. Sobre todo cuando me halle sumergido en un atasco de horas en cualquier punto del viario tinerfeño. Personas como tú son las que (no) nos hacen falta en el espectro político. Que el Padre Anchieta te bendiga. Y la Virgen del Socorro. Amén.

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