Recordarán ustedes que en la campaña electoral de 2023, doña
Rosa Dávila Mamely prometió acabar con los perennes problemas de tráfico en la
isla de Tenerife en tres meses. 90 días exactos, precisó con total rotundidad.
Que siguiendo una simple regla de tres con Sabina, se deberían corresponder con
unas 2369 noches. A saber, unos seis años y 179 días. Por lo tanto, estimados
sufridores (un servidor ya está jubilado y no debe pasar por tales trances),
quedan días de verano. Qué musical estoy hoy.
No es nada novedoso el afer. Ya un exalcalde de mi pueblo,
de común acuerdo con una asesora, acabó con los atascos de Los Barros y Los Cuartos
con un simple parapente. Ahora circulas tú por esas salidas del municipio y te
da gusto el desahogo que sientes. Hasta te dan ganas de parar un ratito en una
nueva superficie comercial por si hay rebajas en el aceite de oliva, cuya
ubicación ha devenido en alivio evidente (la rotonda de juguete es coadyuvante
justo y necesario).
Le reprocha Pedro Martín, el socialista sureño y anterior
presidente del Cabildo, que nos engañó miserablemente. Como si esa no fuera la tónica
dominante de cualquier campaña electoral que se precie. Algo que a los votantes
nos encanta, según sostenía el gran Tierno Galván. Y le espeta que en este más de
un año de mandato, en Tenerife sigue todo paralizado. Mientras que en La Gomera
se empicha que da gusto.
Hombre, Pedro, cuánto me alegro de que te hayas dado cuenta
de quien conduce la nave canaria, de quien tiene bien agarrados los mandos y
custodia las tres llaves de la caja de caudales. Sí, las tres. Como se empeñe
en ampliar el tramo de Chejelipes a La Laja y el de Arure a Chipude (por Las
Hayas y El Cercado, con ocho rotondas estilo Orijamas), dejando pendiente la
salida de El Molinito y el acceso a Benchijigua hasta llegar a un acuerdo con
el amigo del alma y la compañía Fred Olsen, vamos a tener serias dificultades
para abonar las consecuencias del fallo en la adjudicación del túnel de Erjos.
Tú ignoras el peso de unos buenos atributos; perdón, unos votos. ¿Cómo? ¿El
consejero de obras públicas? ¿El tal Pablo Rodríguez Valido? No pinta nada. Menos
válido que Cristina. Está ahí por eso de las cuotas de representación insular.
Pero a lo que íbamos. Como es de bien nacido ser agradecido,
hay que felicitar efusivamente a doña Rosa. Independientemente de sus poses con
casco en la pasarela del Padre Anchieta. Porque ese ejercicio de ponerse a
dirigir cada mañana (de seis a diez) el tráfico en la TF-5 (que alterna en días
pares en la TF-1) para que lleguemos a tiempo a los lugares de trabajo, merece
nuestro incondicional aplauso. Ya lo hicimos décadas atrás cuando Isaac
Valencia realizó idéntico sacrificio en la entrada a su Villa por El Calvario
(enfrente de su casa, o de su mole, según te plazca), y Dávila, digna heredera
de los próceres áticos, no se podía quedar atrás y ha recuperado esas viejas
mañas que tanta fluidez nos proporcionan. Que cunda el ejemplo.
Por cierto, convenzan al gomero a ver si se ablanda y nos
regala un par de kilos de piche con los que disimular los socavones existentes
al inicio del tramo Buen Paso a El Tanque. Si ello fuera posible, seríamos
capaces de olvidarnos del pequeño error de cálculo en la parada de guaguas a la
entrada a San Juan de la Rambla. Porque un fallo lo tiene cualquiera. Ya ocurrió
en unos túneles ferroviarios peninsulares (fabricaron los vagones unos
centímetros apenas más anchos) y por qué no se puede en estas islas perder la
cinta métrica. Es que siempre estamos a la caza y captura de lo más nimio.
Gracias, Rosa. En las próximas (no) votaré por ti, pero
prometo solemnemente que te tendré presente en mis oraciones. Sobre todo cuando
me halle sumergido en un atasco de horas en cualquier punto del viario
tinerfeño. Personas como tú son las que (no) nos hacen falta en el espectro
político. Que el Padre Anchieta te bendiga. Y la Virgen del Socorro. Amén.
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