lunes, 14 de octubre de 2024

Las giras de Clavijo

Fernando Clavijo está despistado. Mucho. El actual presidente del Gobierno de Canarias –con permiso de quien lo tiene controlado y bien sujeto; atado en corto, que se menta– se halla de un viajero subido. No le hizo falta que abrieran la veda en los viajes del Imserso para lanzarse a una aventura que lo mismo finaliza en lo alto del Everest, momento que aprovechará para rescatar el cadáver del alpinista desaparecido hace un siglo en aquellos lejanos y recónditos lugares.

Como la denominada ‘ruta canaria’ sigue siendo la válvula de escape que tienen los infelices africanos –todos negros– y nuestras islas se han convertido en la tabla de salvación de quienes huyen de guerras y hambrunas (consecuencia inequívoca del expolio al que se ha visto sometido el vecino continente), el de la mochila negra –que no azul– se ha embarcado, a pensión completa, en una especie de turismo de escapada de tal calibre que ni Julio Verne hubiese sido capaz de relatarnos esta nueva serie de aventuras de ciencia ficción.

Se trata, por lo que intuyo, de buscar culpables, porque estas peñas atlánticas se nos hunden con semejante carga, producto de una avalancha sin precedentes de cayucos senegaleses pintados de la manera más extravagante. Con el problema añadido de tener que destruir esas embarcaciones por el evidente peligro de contaminación. Cómo vamos a comparar los millones de turistas que nos llegan en avión (casi todos rubios, de ojos claros y buena panza dispuesta para tragar las amplias existencias de Tropical y Dorada) con estos varios miles de pordioseros (unos cuantos menores de edad, atrevidos y que traicionaron la tutela paterna en una aventura sin ton ni son) llenos de mugre y que solo sirven para poner una macabra nota de color.

Cuando Fernando viaja (a Marruecos, a Madrid, al Vaticano, a Bruselas… Y no tardará en visitar a Maduro con Efraín) queda al mando de esta nave el segundo de a bordo. El que ostenta el cargo, además, de presidente regional del Partido Popular. El que no se pone rodillas para demandar ayuda al resto de comunidades autónomas, porque se pierde el tiro de la cámara. El que pinta menos en el PP que un rotulador expuesto al solajero. Porque si Ayuso dice que no quiere negros, todos se pliegan a sus planteamientos xenófobos. Incluido Feijóo, por supuesto. Pues teme un desenlace parecido al de un tal Casado.

El quid de la cuestión no se halla en tierras lejanas. Ni es menester seguir acusando a diestro y siniestro. Bueno, más a siniestro que a diestro. El enemigo está en casa. Mareando la perdiz –que es también cazador– y cumpliendo a rajatabla las instrucciones de Génova. Porque es un don nadie. Y su “me cueste lo que me cueste”, otro postureo más de los tantos que sufrimos en Los Realejos durante once largos años. Que si la conferencia de presidentes, que si no se demanda más ayuda europea, que si Koldo, que si los abucheos el 12 de octubre… Cualquier excusa es válida para dilatar sine die una negociación que solo requiere un mínimo de solidaridad, de comprensión, de ayuda humanitaria. De empatía, ya que tanto gusta el vocablo a la grey política.

Cuánta falsedad en los que, a renglón seguido de largas y negativas, acuden a los oficios religiosos a darse golpes en el pecho y a recibir lo que llaman la sagrada forma, merced al dogma de la transustanciación. Y que ríen las gracietas, cargadas de acrimonia, de la mandamás madrileña a la hora del “me gusta la fruta”. O el más reciente comentario acerca de la visita al Papa de Pedro Sánchez sosteniendo que fue a confesar sus innumerables pecados, pero que con media hora no le dio tiempo. Pues ella, la impoluta, amén de sus acólitos (incluyan a Domínguez; el cariño a Feijóo es pasajero, como lo fue el de los anteriores), no necesita que le impongan penitencias pues su alma, cándida y panoli, no ha caído jamás en tentación alguna.

No, Fernando, no es necesario que malgastes nuestro dinero en garbeos inútiles. No te des tanto tono para nada. Y lo sabes. Es todo mucho más simple. Coge la guagua –es gratis– y vente pa´l Realejo. Queda con Manolo en cualquier guachinche y cántale las cuarenta en bastos. Si no es capaz de convencer a sus compis peninsulares, recítale aquello de que tú no eres digno de que entres en mi casa. Y mándalo a freír chuchangas.

Uy, perdón, que no puedes porque también va lo tuyo en juego. Pero te ofrezco una alternativa: lo mismo le brindas la vicepresidencia al partido más votado en las últimas elecciones –el PSOE– y te dejan en el puesto actual. Intercambias las consejerías populares y hasta Patricia hace las paces contigo. Colocas a Nira de segunda y todo queda en el Norte. Seguiremos con la misma situación en lo que respecta al asunto emigratorio, pero no tendrás que cargar tanto la mochila.

¿Y los negros mientras tanto? Que se jodan, que nadie los mandó venir.

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