Estoy completamente de acuerdo con doña Rosa Dávila,
presidenta del Cabildo de Tenerife, en su comentario de ser partidaria de
construir túneles para la ampliación de la TF-5 desde Los Realejos a La Guancha
(linde con Icod de los Vinos en el barranco de las Ánimas), donde se inicia el
tramo hasta El Tanque. Cuyo asfalto, por cierto, da pena. Habrá que invitar a
Casimiro para que desde Los Cristianos no coja siempre para Santa Cruz. Pero me
surge una duda razonable: ¿Llegaré a su inauguración?
“Mueren dos deportistas durante el Mundial de triatlón en
Torremolinos”. Ya lo escribí tiempo atrás. Los excesos pueden ser tan –o más–
peligrosos como los defectos. Y esa carrera, sin límite aparente, en las competiciones
deportivas está poniendo en jaque la resistencia humana. Si las salvajadas en
los kilometrajes no se acompasan con la preparación física adecuada y el debido
autocontrol para fijar el aguante del cuerpo humano, mal asunto.
Que el patio (político, con sus efectos colaterales) anda
revuelto –qué raro– no constituye una novedad. La persecución al adversario,
que no enemigo, alcanza cotas inimaginables. Y si los mecanismos de la administración
pública no son suficientes, al juzgado, previa fase del insulto a mansalva.
Haya o no fundamento y base para ello. Porque los jueces también quieren jugar en
este partido y participar en una carrera alocada. Maratón que ni siquiera tiene
fijada una meta de antemano. Porque todo es imprevisible. Y no es que Jesús se
haya investido de ciencia infusa. Basta con escuchar lo que opinan “prestigiosos
juristas”, en uno y otro sentido, y acabas por tildar de locura pertinaz esta
especie de tormenta –también mediática– que nos envuelve.
“Es una canallada lo que se hizo en las residencias de
Madrid no trasladando a los ancianos a los hospitales. Debería investigarse,
pero la Justicia no está haciendo su trabajo. La Justicia no es igual para todos”.
Si lo hubiese manifestado yo, otra parida más de mente
calenturienta. Pero si se trata del juez José Castro, quien instruyera, entre
otros, el denominado Caso Nóos (¿se acuerdan de Iñaki Urdangarin y la infanta
Cristina de Borbón, la que nunca supo nada de los pelotazos –de balonmano– de
su marido?), el que reconoce abiertamente que la justicia (en minúscula) está podrida
en grado superlativo, algo, o mucho, falla en el sistema.
Eso de que los jueces se autocalifiquen de conservadores y/o
progresistas chirría un poco. O un mucho. Porque cada cual es muy libre de
tener tales o cuales predilecciones. También políticas, por supuesto. Faltaría
más. Pero si en el ejercicio de su labor afloran propensiones y desvíos por mor
de vete a saber tú qué tipo de componendas, haremos saltar por los aires independencias
y otros sagrados conceptos en el ejercicio de sus competencias. La ejemplaridad
brilla por su ausencia.
Sentencias que rayan los despropósitos, admisiones a trámite
que se sustentan en bulos y falsedades, causas que se eternizan en sumarios incoados
mediante trayectorias erráticas, filtraciones interesadas, connivencia con medios
afines, permisividad o inquina a la carta…
Flaco favor el que algunos poderes del Estado llevan a cabo
en el ejercicio constitucional de sus funciones. Lo que conduce al incremento
progresivo del descrédito. Y si a los políticos todo eso les resbala y se les
importa un pimiento, tendremos los ciudadanos el recurso a nuestro alcance de
castigar las osadías cada cuatro años. Que lo hagamos bien o mal, a la
consideración de cada cual.
Mas si se trata del poder judicial, encargado de velar por
el cumplimiento de la ley, el que daña con sus acciones los cimientos del
estado de derecho, está mandando los principios de imparcialidad, proporcionalidad
y debido proceso al contenedor de la basura más cercano. Y como no está sujeto
a la consideración del voto ciudadano, cuando no cumplen con su trabajo, según
lo declarado por Castro, ¿qué nos queda? ¿Nos tomamos la justicia por nuestra
mano, estilo Netanyahu? ¿Recurrimos al insulto permanente, estilo Asamblea de
Madrid?
Cordura, señores togados. Que insensatos ya tenemos
bastantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario