Siendo el asunto lo bastante preocupante como para recapacitar
acerca de qué estamos haciendo mal, se riza el rizo en lo que está ocurriendo
con algunas secuencias judiciales protagonizadas por magistrados cuya
independencia se halla en entredicho. Se habla de las puertas giratorias (hecho de que un alto cargo público se marche
a trabajar a una empresa privada, obteniendo beneficio de su anterior ocupación
pública y produciendo conflictos de interés entre la esfera pública y la
privada, en beneficio propio y en perjuicio del interés público), pero
jamás las asociamos a los jueces que asumieron postulados políticos de tendencias
bien definidas y marcadas, que retornan a sus puestos en los diferentes
estamentos judiciales y se convierten en azotes de quienes fueron sus contrincantes
o adversarios en las instituciones públicas. Y no generalizo, no, señora
presidenta del CGPJ (y, por ende, del Tribunal Supremo). Como en todas las
profesiones. De todo hay en la viña. Pero basarse en recortes de prensa para
incoar un sumario, supone, con toda probabilidad, someter durante años al
escarnio público a quien se le investiga y cuando décadas después se concluya
por instancias superiores que debe archivarse por falta de sustancia, ¿qué,
cómo se resarce la honorabilidad del muerto en vida?
Imagínense un momento que me da por publicar esta novedad, aludiendo
a que me lo comentó un allegado bien cercano, a saber, el primo segundo del concuño
de quien fuera pareja sentimental del hermanastro del sujeto en cuestión:
“En la madrugada del próximo día 28 uno de los tenientes de
alcalde del grupo de gobierno (PP) del ayuntamiento realejero procederá a
colocar unos calzoncillos largos al guanche de Icod el Alto ante las reiteradas
quejas de ciertas parroquianas por lo que ha venido suponiendo un gravísimo
atentado contra la moralidad y decoro, máxime cuando el manoseo fotográfico se
ha convertido en el pan nuestro de cada día. Y, además, para contentar a los defensores
a ultranza del bienestar animal y, por ende, enemigos de todo tipo de maltrato,
pondrá al cochinero de pie al lado del mulo porque no hay derecho a que el
pobre cuadrúpedo lleve años soportando la pesada carga (aparte de los lechones
y raposas) sin que nadie haya movido un dedo para solventar tan salvaje
proceder.
Y el día 29, el grupo municipal socialista se hace eco de la
primicia y no satisfecho con elevar catorce preguntas y cinco mociones a la
consideración del Pleno, se va al juzgado con la fotocopia, o pantallazo, de la
publicación en Pepillo y Juanillo, a denunciar el hecho. Luego, los cinco
ediles se echarían unas perras de vino con un cacho de carne en cualquier
guachinche. Y a los postres (quesillo de la casa) se frotarán las manos con una
sonrisa de oreja a oreja ante la inminente caída de Adolfo, verdadero culpable
del delito patrimonial”.
¿Un despropósito, no? Pues están ocurriendo situaciones
similares. Y algunos encargados de velar por el cumplimiento de las leyes se
prestan a estos peligrosos juegos. Son los que se creen intocables y por ello
existen actuaciones que chirrían demasiado. Y doña Isabel Perelló tampoco debería
generalizar y escudar a todo el poder judicial bajo el paraguas de la desmedida
protección. Porque existen sujetos que no la merecen. Y la crítica debe ser
asumida en aquellos flagrantes casos en que el retorcimiento de los textos
legales no se sostiene ni con chinchetas.
Soy consciente de que el sentido humorístico anterior denota
una falsedad más que evidente, por lo que no se prestará el bulo a confusión de
mis escasos lectores. Pero como mañana me tocará el Gordo (llevo muchísimos
años en que solo compro dos décimos que comparto con mis hermanos –uno– y con
otros tres maestros –el otro–) lo mismo me entusiasmo y encauzo (que no encauso)
el blog hacia el más atractivo campo de las fake
news.
Hasta el lunes.
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