Mañana es 28, Día de los Inocentes. Y ojalá fuese una broma
esta crónica de hoy. Que se disimularía con esbozar una sonrisa y manifestar
que no será para tanto. Pero los hechos son tozudos y los ejemplos demasiado
significativos. Se enquistan posturas y el diálogo brilla por su ausencia. El
desapego es galopante.
Comparece el ministro del Interior en el Congreso de los
Diputados, a petición del grupo popular, para dar cuenta de la gestión habida
en la reciente, triste y desgraciada dana de Valencia, y cuando estaba en el
uso de la palabra, los diputados del PP se ausentan porque era mucho más
importante la comida navideña de su partido. Y lo mismo Ayuso se enfadaba. Así
que dejaron a Marlaska hablándole a los bancos vacíos, mientras ellos daban buena
cuenta del ágape. Saben que están en entredicho por su escasa dedicación al
trabajo, por el que bien cobran (martes a jueves, y solo en masa cuando
intervienen los jefes, porque hay que jalear, aplaudir e insultar, según
proceda), y no tienen el más mínimo recato en brindarnos estas imágenes que
tanto dañan su ya escasa credibilidad.
Entiendo que no se necesitan espejuelos para ver cómo las
reiteradas, y variadas, excusas del PP para evitar el reparto de los menores
inmigrantes acogidos en Canarias siguen dilatando una reforma legal que
contemple la obligatoriedad del amparo de las diferentes comunidades autónomas.
Se ha utilizado todo tipo de subterfugios porque cualquier motivo vale para que
el malvado de Pedro Sánchez abandone La Moncloa. Mientras, el presidente
Clavijo se harta de repartir culpas, sin que se le haya atisbado el más mínimo
reproche al que se sienta a su lado. Algo le deberá. Cuando Barragán dijo hace
poco que el PP no ha estado a la altura, ¿a quién aludía el majorero? ¿A un
ente abstracto sin nombre ni apellidos? Cuando el presidente nacional recordó a
Cristina Valido cuál era la conformación del gobierno regional, poco tardó la
dirigencia popular madrileña en enviar un añadido en su manual de instrucciones
para que desde Canarias se alzara la voz acudiendo a todos los medios de
comunicación y gritar bien alto que el PSOE se quiere cargar a Domínguez. ¿Se
habrán dado cuenta, siquiera inconscientemente, de su vacuidad y le auxilian
para reflotarlo? ¿Se percataron de sus orígenes y han enviado botellas de
oxígeno para que pueda combatir el terrible dilema por el que pasa? De verdad,
siento vergüenza ajena. Y como realejero, mucho más. Y no es, desgraciadamente,
tal y como antes señalé, una inocentada. Debe ser una extraña manera de entender
el espíritu navideño.
Añadan otros dos espectáculos ¿circenses? Los habidos en Las
Cortes (Castilla y León) y en Les Corts (Comunidad de Valencia). En el primer
caso se votaba la terna de magistrados, propuesta del PP, para cubrir una plaza
vacante en el Tribunal Superior de Justicia. Copio literalmente: Según interpretaban el Partido Popular y el
presidente de las Cortes de Castilla y León, Carlos Pollán (Vox), era
suficiente con que una terna sacara más votos que la otra para salir adelante.
Pero como solo el PP había registrado una propuesta, saldría adelante
independientemente de los votos que obtuviera. Y me pregunto, no si cierta
ingenuidad, que si esta aclaración es pertinente, ¿para qué la votación? Que,
finalmente, se produjo y hubo más votos negativos que afirmativos (35 frente a
31). Por lo que armose, obviamente, la marimorena y el rifirrafe no se hizo
esperar. El gallinero se sublevó y las pelotas sobrevolaron todos los tejados.
¿Cómo es posible que con más rechazos que adhesiones una propuesta pueda salir
adelante? ¿Qué ejemplo para una ciudadanía que contempla atónita cómo se
multiplican los esperpentos? ¿Hasta cuándo debemos seguir soportando esta
ineptitud?
En Valencia, tres cuartos de lo mismo. O parecido. Todavía
debe circular por Internet el vídeo del pasatiempo. Porque para ellos, a buen
seguro, lo es. Y se mostrarán orgullosos de su buen hacer. Comparecía Mazón a
dar explicaciones –a buenas horas mangas verdes– y no le dio tiempo para la
consabida descarga de responsabilidades en quien tú sabes, porque la
escandalera demandando su dimisión adquirió un índice elevadísimo de
decibelios. La imposibilidad de que la presidenta, María de los Llanos Massó
Linares, también de Vox, pudiese controlar el desaguisado posibilitó el que se tuviese
que suspender la sesión. Se demuestra el nivel del personal y el respeto
institucional que a todo cargo público se le presupone.
Creo que el CIS, en el próximo sondeo, debería limitarse a
preguntar: ¿Usted piensa ir a votar?
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