“No pongo la mano en el fuego por nadie. Como se dice, que
cada palo aguante su vela. Pero, al igual que muchos ciudadanos, observo con
alarma ciertas actuaciones judiciales que parecen más empeñadas en enturbiar la
democracia que en impartir justicia. Y estos señores aun pretenden dotarse de
un gobierno corporativo al margen de los controles parlamentarios”. (Marco
Schwartz)
Esos pocos (¿o son más?) jueces, además, se creen
intocables, por arriba del bien y del mal. Y actúan con total impunidad
retorciendo las leyes hasta extremos insospechados. Algunas de sus actuaciones,
si no rayan la prevaricación, parece que obvian el precepto legal que regula el
delito investigado con unas interpretaciones tan subjetivas como surrealistas.
Como el alumno que no estando muy puesto en la cuestión preguntada responde con
una supina retahíla de incongruencias. Mucha paja, para entendernos. Da la
impresión de que se creen a pie juntillas que se hallan arrogados de idéntica
infalibilidad a la que la iglesia católica atribuye al Papa desde el Concilio
Ecuménico Vaticano I. Cuando Pío IX define el dogma del romano pontífice al hablar ex cathedra. Aunque los
católicos son cada vez más escépticos ante los tropiezos verbales de Francisco.
Los otros son cada vez menos desde que lo llevan en un carrito.
Todavía sigo preguntándome cómo es posible que un encarcelado
por una causa determinada –sea la prisión preventiva o no es lo de menos– puede
beneficiarse de una puesta en libertad por cantar cuanto repertorio le vino en
gana, pero en otra causa en la que, asimismo, se halla investigado. Ignoraba
que en la justicia también existía la teoría de los vasos comunicantes. Y no sé
qué tipo de relación pudo hallar un juez –pues no se aportó una sola prueba en
las múltiples bombas de racimo arrojadas– entre ambas causas. Lo cierto es que
el señor fiscal, quien había concertado la verbena bajo el paraguas de
colaboración con la justicia, comunica al otro magistrado –el que lo tenía
enchironado– que lo deje en libertad. Pero el espectáculo puede continuar, en
sesión gratuita, si el confesor –o cantante– tomara las de Villadiego
mandándose a mudar. Y seguro que en caso de darse tal posibilidad, ni jueces ni
fiscal implicados acarrearían responsabilidad alguna y achacarían el esperpento
a los consabidos fallos del sistema. Manda aquello y parte del otro.
Con tantas derivas, vaivenes y entretenimientos varios, el
verdadero delincuente confeso, el que defraudó cientos de miles de euros al
erario público, sigue disfrutando de su lujoso ático con una ciudadana no tan
particular mientras observa, con general regocijo, cómo su foco se ha difuminado y, por arte de magia,
han surgido múltiples farolillos que, casualmente, iluminan en otras direcciones.
Por ello, cuando leo que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Canarias
pide objetividad e imparcialidad a los siete nuevos miembros recientemente
elegidos (todos de la asociación Francisco de Vitoria), me dan ciertos recelos
porque –así lo entiendo– esa coletilla sobra, ya que tal petición va implícita
en el ejercicio del cargo. Y si se hace, ¿será que se sobrentiende que existen
desvíos notorios y, casualmente, todos hacia cierta banda del espectro
político? ¿Es una eventualidad, acaso, que por parte de ciertos dirigentes –del
centro derecha, que define Luis María Ansón al referirse a PP y VOX– se
proclamen imputaciones –cuídate Teresa Ribera– que más temprano que tarde
acaban cumpliéndose? ¿Tienen hilo directo con salas y tribunales que parecen no
ser tan objetivos e imparciales y que abren causas sin el más mínimo soporte y
fundamento, que ya algo caerá en la tramitación? Investigación prospectiva la
mentan, esa en la que no tienes sospecha de delito, pero decides investigar a
ver si encuentras algo porque quieres hacer daño. Y en la ley no caben
suposiciones sino hechos indiciariamente delictivos.
Mientras se celebraba el 41º Congreso Federal del PSOE en
Sevilla, la secretaria general del PP, Cuca Gamarra, desde la
contraprogramación oportuna en Valladolid, sigue echando leña al fuego con “congreso
de los imputados, ceremonia de la corrupción, situación de decadencia y corrupción
sistémica”. Sabe que el Señor la está castigando y cada vez se le tuerce más la
boca, pero ella sigue erre que erre. Qué memorias más olvidadizas. Pero son el
caldo de cultivo para los mercenarios de la desinformación y para que algún
juez que, casualmente, pasaba por allí acepte pulpo como animal de compañía y…
pa´lante.
La interrogante del titular no es mera elucubración. ¿Tanto
fango como el de la DANA valenciana? No tengo aún la respuesta, pero cuando
contemplo el optimismo popular augurando imputaciones socialistas a mansalva,
podría intuir que ya jueces afines tienen preparada la munición. Porque la
independencia tan cacareada parece estar cada vez más en entredicho.
Aunque no solo es peligroso el que esté la independencia en
tela de juicio, sino que, para más inri, no nos queda la opción de corregir los
desaguisados cada cuatro años mediante unas elecciones libres. Como haremos con
Sánchez, Mazón y otros muchos. Si al gremio docente debemos presuponerle
vocación, confiemos que en el judicial se imponga el que dirija su actuación
por las razones que el Derecho le administra y no por aquellas que se deriven
de sus formas de pensar y sentir. También las políticas, faltaría más, pero no
cuando se enfunden la toga.
¿Es posible? Debe serlo. Y necesario para higienizar este
ambiente tan cargado.
Hasta el lunes y disfruten del fin de semana.
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