Este pasado viernes, 6 de diciembre, me di un salto a La
Perdoma. Un nuevo año en el que me invitan a la Convivencia –así se ha venido
denominando desde sus inicios– de la A. F. de Higa, cuyos inicios se remontan
al 14 de febrero de 1980, y que en la presente ocasión conmemoraban el 30º
aniversario de la inauguración de su local social. Fui testigo en aquella fecha
de hace tres décadas y como colaboraba en ese entonces con la prensa local (El
Día), remití a su redacción un artículo del que rescato la siguiente reseña:

El martes, 6 de
diciembre, Día de la Constitución, se inauguró, en la Urbanización La
Marzagana, el local social de la Agrupación Folclórica de Higa. En un
restaurado edificio, antiguo secadero de tabaco, que Gestur ─promotor
de la urbanización─ cedió al ayuntamiento de La
Orotava, tendrá a partir de ahora su sede esta Agrupación que tiene a gala
pasear por mil rincones lo más genuino del folclore de nuestra tierra. En un
acto sencillo, pero pleno de emotividad, este grupo de amigos vio hecha
realidad una vieja aspiración. Atrás había quedado una serie de años de
sacrificios y de penas, de ensayos en
duras condiciones que, al contrario de hacerlos desistir, les dio ánimos
para seguir adelante hasta ver cumplido ese sueño que en ningún momento
abandonaron.
Se descubrió la placa
alusiva y el cura-párroco de La Perdoma procedió a la bendición oficial del
local, ubicado en la parcela 10A de la precitada urbanización, que en esa misma
noche estrenaba alumbrado.
El presidente de la
Asociación Cultural, Benito Rodríguez, se conmovió cuando hubo de dirigir unas palabras a la
numerosa concurrencia que allí se dio cita. No era para menos. Tras tantos
avatares, tanto sacrificio, pero, al mismo tiempo, tanto tesón, los nervios le
traicionaron y las cuartillas temblaban en sus manos. Si te vale de consejo, no
te preocupes, amigo, porque a otros muchos más duchos en la materia les ha
ocurrido tres cuartos de lo mismo. Al final, el público asistente supo premiar
el innegable sacrificio con una cálida y cerrada ovación que se prolongó
durante bastante tiempo. Cuando dicta el corazón, la razón se obnubila, pero
nada sonó a hueco. En el aire fresco perdomero tu mensaje perdurará y se
mezclará, a buen seguro, con los aires de la tierra que tan bien aúna el sentimiento
que brota de las gargantas con la dulce melodía de los afinados instrumentos.

El alcalde orotavense,
Isaac Valencia, tras la lectura ─por cierto, póngase unas gafas─
de la certificación del acuerdo plenario por el que se cedía en uso el local
recién inaugurado a la A. F. de Higa, previa firma de un convenio de
colaboración, dirigió unas palabras a los asistentes en las que destacó la importancia del día y elogió el
buen quehacer en el fomento de la cultura popular, baluarte primordial de todo
pueblo que se precie.
Se encontraba
también presente el consejero de Cultura
del Cabildo Insular de Tenerife, Marcos Brito, quien asimismo intervino con un pequeño discurso que a este que elabora el
presente comentario le supo a electorero. Y como fui allí invitado por unos
amigos y elaboro este artículo porque me parece fundamental la labor que vienen
realizando y es digna acreedora de que se divulgue, fomente y destaque, ahí
queda dicho. Pero no aprovechen ya cualquier circunstancia para recordarnos que se aproximan elecciones. A Isaac Valencia
un notable. A Marcos Brito, aun siendo del mismo grupo político, un suspenso
grande como la copa de un pino.
A la Agrupación Folclórica
de Higa, del barrio orotavense de La Perdoma, una matrícula de honor. A disfrutar
de un sueño convertido en realidad. Solo me resta desearles todo tipo de
éxitos, que los obtendrán con toda seguridad, porque han demostrado lo que un
colectivo ilusionado es capaz de hacer. Mi más sincera enhorabuena.
Fue publicado en un artículo titulado De inauguraciones y enhorabuenas el miércoles 21 de diciembre de
1994 en el periódico El Día, en la sección Desde La Corona, y hacía el número
276 de las colaboraciones periodísticas (una segunda etapa) de un servidor en
el citado diario. Texto en cuya primera parte se hizo alusión a la apertura de
una farmacia en el barrio portuense de Las Dehesas tres días antes, a saber, el
sábado 3 de diciembre. Y que reproduzco por si alguno se pica de curiosidad.
Con ampliarlo un poco, espero que pueda ser leído con facilidad.
Y este 6 de diciembre de 2024, viernes, con mucho menos pelo
pero con idéntico entusiasmo escribidor, volví a La Marzagana a reencontrarme
con viejos amigos. Y como persisto en la manía de intentar ser cronista de
hechos cotidianos, vayan unos párrafos de lo que vi, observé y también disfruté.

Primero, a la una de la tarde, un preámbulo en el precitado
local social, el remozado secadero de La Marzagana. Donde el alcalde, Francisco
Linares, fiel a la tradición que instaurara Isaac Valencia, prometió una nueva
placa, pues la del año 94 –son sus palabras, que no mías– guarda más parecido a
la de un nicho de cementerio que a la que Higa se merece tras tantos años
bregando en este mundillo del folclore. Seguro que no se va a olvidar porque Benito
–el eterno presidente del colectivo– le llevará el texto a su secretaria más
pronto que tarde. Y vendría muy bien adecuarla a los tiempos actuales porque
las helechas –santo y seña de aquella agradable y refrescante entrada– bien se merecen
este regalo.

Benito nos hizo un recorrido histórico (incluso de la época
previa: sacristía, teleclub, colegios, con especial mención a Venancio) acerca
de cómo se invirtió mucho dinero –unos dos millones de pesetas– en adecuar
aquel destartalado edificio desde el instante en que lograron que Gestur no lo
derribara y que el ayuntamiento se los cediera en uso para su sede social.
Meses –año y medio– de sacrificio y entrega, pero que, echando la vista atrás,
bien ha merecido la pena, pues todos los que visitan aquellas instalaciones
alaban el esmero y cuidado que se les brinda.
Linares, aparte de la precitada promesa de la placa, puso
especial énfasis en que, a pesar de los lógicos altibajos de todo grupo, se continuara
con la labor. De nada nos valdría este magnífico local, añadió, si las gentes
que a él acuden no colaboran con tesón y ganas para que siga prestando el
servicio para el que fue concebido.
No faltó, asimismo, la disertación del profesor Manuel Pérez
Rodríguez, con sus ya consabidas pullas a los políticos de turno y su canto de
alabanza hacia la Villa. Que hace siempre extensible a la Agrupación Folclórica
de Higa, a sus gentes y a la labor que han venido desarrollando en su ya
dilatada trayectoria.
Por último, el cura-párroco de La Perdoma nos roció con –lo presupongo–
agua bendita. Uno, que se confiesa algo más que escéptico en asuntos
religiosos, no entiende el porqué de estas mezclas en las celebraciones de
cualquier tipo. Y cuando me hicieron poner de pie –algo que cumplí respetuosamente,
porque cuando acudimos a otros lugares debemos aceptar usos y costumbres– no
agaché la cabeza ante tal requerimiento para la bendición de turno. Bastante
tiempo pasé en La Gorvorana con el miedo y la sumisión en el cuerpo cada vez
que venía el dueño de la finca, como para seguir avasallado por ataduras y
compromisos.

Luego, brindis. Como aperitivo al ágape en el Balcón de
Higa. Donde casi nos coge la noche. Con rifas incluidas. Y unas perras de
música navideña. Aunque Benito me solicitó que dijera unas palabras, estimé
conveniente delegar tal responsabilidad en José Manuel Ramos, quien, tras un periodo
de ausencia, ha vuelto a incorporarse a la agrupación para matar el tiempo,
junto a sus otras ocupaciones de jubilado como pueden ser el teatro y sus
caminatas por la madre naturaleza. Que para eso nos dio tiempo de recorrer La
Gomera mientras dábamos buena cuenta del condumio.
Jesús estuvo en el grupo unos cuantos años. Y aportó lo que
buenamente estuvo en sus manos y en su magín. Lo que sabía. Ahora se ha vuelto pasota y disfruta de la
jubilación como mejor puede. Confieso que después de tanto tiempo comienzo a sentirme
extraño en este tipo de eventos. Algo así como en fuera de juego. Algo lógico
por otra parte. Porque la consabida renovación imposibilita el que conozcamos a
las generaciones actuales. Entiendo que a la hora de los relevos se impone,
incluso, que otros cronistas tomen la batuta. Pero no nos pongamos “sementales”
y aboguemos por un futuro preñado de éxitos.
A Higa, mi agradecimiento por la invitación, y apostar con
la máxima convicción para que persistan en ese loable quehacer. Que los cincuenta
están a la vuelta de la esquina. A perdonar la extensión y si fuiste capaz de
leer hasta aquí, mi reconocimiento y afecto. Espero que al menos las
fotografías de Gloria, reenviadas por Magdalena, hayan sido de tu agrado y te
piquen la curiosidad. Y con esto y un bizcocho…
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