martes, 17 de diciembre de 2024

Silbo herreño

El Gobierno de Canarias, por tercera vez, se ha negado a tramitar el expediente de declaración del silbo herreño como Bien de Interés Cultural (BIC). En esta ocasión –hace apenas unos días– al considerar que ataca el lenguaje silbado gomero. No hizo falta recurrir a mayores subterfugios, sino ir directamente al grano. Traduzco: a los dictados de Casimiro. Tres votos que deciden los destinos de Canarias para bien o para mal.

Si alguno dudaba aún de quién tiene la manija que acciona los pestillos de puertas y ventanas de todas y cada una de las consejerías que conforman el gobierno autonómico, que se quite la venda de una vez. Sin la licencia expresa de Curbelo (al cuadrado), en Canarias no silba ni Dios. Hasta yo voy a dejar de hacerlo, porque, como manifestaba cierto teniente coronel que nos traía a mal vivir en Hoya fría, esa es acción de gente ruin, soez y plebeya. Así mismito se lo espetó a un alférez que recorría un pasillo de la residencia de oficiales bien contento y feliz unos días antes de finalizar el periodo de prácticas. Y aunque este silbido, con el que el amigo entonaba una canción, no guarde relación alguna con el objeto del presente artículo, sí que coinciden las formas –manu militari– de ambos casos. Porque el gomero no admite réplicas. Es más no hay quien le tosa. Y menos que le silbe. Cuidadito con eso.

Anécdotas aparte, harto complicado va a ser el recorrido de los herreños. Los antecedentes históricos y los fundamentos argumentados desde la Isla del Meridiano son, sistemáticamente, escachados por el monopolio curbeliano. El caciquil proceder alcanza cotas tan elevadas que quienes se dicen entendidos en la materia caen bajo las redes del todopoderoso y se dedican a poner palos en las ruedas para negar la existencia o la legitimidad de cualquier otro silbo en el resto de islas.

De tal suerte –o desgracia, vaya usted a saber– se cierran puertas a quienes intentan demostrar otras visiones. Solo aquellos que cuentan con la ventaja del unto institucional (gomero) parecen ser los que gozan las prerrogativas investigadoras. Y aquellos que enfocan la temática desde otras ópticas son condenados al fuego del Averno.

Tanto es así que Maximiano Trapero, Premio Canarias de Patrimonio Histórico en 2017, vio truncada su participación como ponente en unas jornadas de estudio de la décima cubana, organizadas por la Agrupación Folclórica Hautacuperche, y que debieron suspender porque Casimiro les retiró la subvención concedida inicialmente. Y es que el profesor emérito de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria había cometido el pecado mortal de sumarse a los estudios que defienden la existencia en otras islas de lenguajes silbados. Poco importó el que se intentara explicar al señor Curbelo que en el pretendido encuentro solo se iba a tratar la vinculación de Canarias con las otrora Perla del Caribe a través de la décima.

Uno, humildemente y desde la más supina ignorancia, entiende que estas luchas no conducen a nada. Porque esta solicitud herreña no va en detrimento de nada ni de nadie. Ni mucho menos pretende acabar o sepultar con las distinciones más que merecidas del silbo gomero. Como si la posibilidad de declarar Parque Nacional a la Reserva Natural Especial de Güigüi (Gran Canaria) viniese a constituir un notable detrimento para los otros cuatro espacios canarios de idéntica categoría.

Cuando la riqueza del lenguaje es tal que por el habla conocemos la procedencia de nuestro interlocutor –aun siendo ambos canarios– no acabo de entender estas meadas por fuera de la bacinilla. Máxime cuando no son fruto de conclusiones obtenidas tras estudios concienzudos, sino provocadas, única y exclusivamente, por el afán de protagonismo y desmedidas e ilegítimas codicias de quien se siente rey del mambo por mor de los “tres disputados votos”.

Y más triste aún el que los que se autoproclaman de obediencia canaria caigan en tales incongruencias. Pero después de que esos dos gilipollas –en canario, pollabobas– de la foto se prestaran a la machangada de rigor, de culo y sin frenos. Y antes de enfadarse y amenazar con llevarme a los tribunales, vayan al Diccionario básico de canarismos (DBC) y al Diccionario de la Lengua Española (DLE). Que a mis 76 vengo de vuelta.

En dos días, y a poder que yo pueda, seguiremos al pie del cañón. 

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