Viernes, 16-05-25
El que seamos mayores / no debe significar / que te dejes
manejar / como quien sufre dolores. / Porque somos los amores / de todos los
gobernantes, / nos persiguen bien tunantes / vendiendo la mercancía, / ya que
el cargo siempre ansía / palmaditas bien constantes.
Como nos quieren sumisos, / se impone el yo te regalo; / a
cambio, no seas malo / o te doy en los totizos. / Las trazas no tienen visos /
de que haya otra manera, / pues ni está ni se le espera; / así que el edil
aprovecha / para elegir bien la fecha / de tenernos a su vera.
Al político de turno / solo interesa tu voto, / quiere
venderte la moto / con el clásico embadurno. / Hasta en ataque nocturno / te
asaltará sin recato / y apenas le basta un rato / para en un viaje embarcarte,
/ sin que debas preocuparte / por si te diera algún flato.
Se manejan los dineros / en función de si me renta, / porque
el negocio se asienta / sin que nadie ponga peros. / Aquellos grupos sinceros /
que fijan sus objetivos / alejados de motivos / que dependan del “ayún”, / no
se comerán algún / rosco por hacer de chivos.
Hoy disfruta cada edil / de una partida exclusiva / donde a
su criterio estriba / el gastarse cien o mil. / Y desde mayo hasta abril / se
impone la propaganda, / para eso aquel que manda / dispone de los caudales, /
los más seguros avales / para seguir de parranda.
Siendo el pueblo con más fiestas, / para qué romperse el
coco, / vivo bien y me hago el loco, / no necesito otras gestas. / El jugar a
las apuestas / del mucho planificar, / dolores me pueden dar / por la falta de
consenso, / incluso, a veces, lo pienso, / puede el pueblo protestar.
Y la boca se les llena / con esta utilización, / no
perdiendo la ocasión / para seguir en escena. / Es la imagen más obscena / el
valerse de los viejos, / como los viles manejos / en el Día del Trabajo, /
donde Curbelo a destajo / los emplea sin
complejos.
Seas Juan o Macarena, / Fidelina o Sebastián, / todos ellos
siempre van / a culminar la faena. / Me entra una horrible pena / ir contando
borreguitos, / que van disciplinaditos / detrás del tótem sagrado; / no es
imagen de mi agrado / el contemplarlos ahítos.
Sábado, 17-05-25
Cuando voy a caminar / –casi siempre que yo puedo– /
asombradito me quedo / por la forma de aparcar. / Lo deberé denunciar / porque
es mi obligación, / ya está bien de vacilón / sin que nadie el freno ponga: /
¿ni un policía se alonga / y denuncia con sanción?
Yo no quiero renunciar / a transitar por la acera / porque
es esta la manera / de civismo
demostrar. / Quien debiera regular / este penoso dilema, / pasa dos huevos del
tema / y mira para otro lado, / mientras que tú, jeringado, / deberás echarle
flema.
No sé si el opositor / hace ver al gobernante / que no
parece elegante / ver por la calle a un mayor. / Y lo que es aún peor, / que
pase algún despistado / y se lo lleve montado / en el capó del fotingo, /
porque algún señoritingo / de la acera lo ha bajado.
El día que a mí me trinque / un coche por tal razón, / me
compraré un buen bastón / para que el alcalde brinque. / Cuando la rodilla
hinque / de la tremenda paliza, / seguro que me desliza / una pronta solución:
/ deja algún cargo, huevón, / y mi salud garantiza.
La calle Carpintería, / que se encuentra en San Jerónimo, /
del atrabanco es sinónimo / por lo mucho que chirría. / Allí el coche se cogía,
/ estimado don Linares, / todos aquellos lugares / al peatón reservados, /
dejándonos abocados / a coger por otros lares.
A modo de conclusión:
Ay, señor, fuerte dolor de cabeza. ¿Mayor? Sí, pero con
tino. Hasta que un coche me trinque.
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