8 de abril de 2014

Concejal no electo

La figura del concejal no electo constituye una de las mayores aberraciones democráticas existentes. Y expreso la forma verbal en presente porque el Tribunal Constitucional, a pesar de su auto aclaratorio que luego mencionaremos, ha venido a confirmar la excepcionalidad para las situaciones consolidadas. Por lo que no solamente siguen existiendo tales cargos nombrados por obra y gracia del dedo ‘divino’, sino que gestionan áreas de importantísimo calado presupuestario. Y un servidor se pregunta si aquellos que han concurrido en las respectivas listas electorales, que se han sometido al designio ciudadano, no tienen nada que alegar ante este no disimulado ninguneo por parte de la cúpula de su formación política. Porque si entre todos los elegidos en las urnas no hallan a uno que sea capaz de dirigir una parcela de la gestión municipal, bien poco demuestran a la población de la preparación que se les presupone para acudir a una cita electoral. Es un auténtico engendro, un insulto a la inteligencia y un notorio menoscabo de la capacidad de los que integraron las candidaturas.
Ante una consulta de la Abogacía del Estado, el TC ha venido a explicar (mayo de 2013) que las Juntas de Gobierno solo pueden estar formadas por concejales electos, pues había anulado, por inconstitucional, esta posibilidad establecida en la Ley de Medidas para la Modernización del Gobierno Local o Ley de Grandes Ciudades del año 2003. Pero hasta que no sean removidos los ‘ungidos’ con carácter previo, estos podrán seguir ocupando sus más que mullidas poltronas y disponiendo de consignaciones presupuestarias que en muchos casos exceden, y con creces, las asignadas para aquellos que debieron pasar el filtro de la pertinente convocatoria electoral.
El artículo 140 de la aún vigente y monárquica Constitución señala que los concejales serán elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio universal, igual, libre, directo y secreto en la forma establecida por la ley. Quienes, junto al alcalde (elegido por ellos), se encargarán del gobierno y administración del ayuntamiento. Por lo que estas otras contingencias, o cambalaches, no deja de ser otro coladero por el que los partidos meten con calzador a los trepas de turno, cuyo único mérito, la mayoría de las veces, es haber adulado lo suficiente y no dejar caer el carné que sujeta entre sus dientes.
Leí hace unos días que en el consistorio lagunero se lleva casi la mayor parte del presupuesto uno de estos enchufados: el concejal no electo Jonathan Domínguez. Apellido nada sospechoso pues se trata de un destacado militante nacionalista. Bueno, de Coalición Canaria. Que lo de nacionalistas habría que estudiarlo en capítulo aparte. Cuando Canal 7 emitía, este personaje intervenía en una tertulia y presumía de saber mucho, y haber hecho más, de la zona de La Verdellada.
Un fisquito apenas antes de firmarse el pacto de gobierno entre CC y PSOE, el socialista más socialista de la grey, el más puro y genuino representante de las izquierdas de todo este mundo mundial, el tertuliano y dicharachero Javier Abreu (ahora flamante primer teniente de alcalde de la Ciudad de los Adelantados; y vaya cómo ha progresado él mismo mismamente) manifestaba sin tapujos ni cortapisas estas lindezas, entre otras, del que boga a su diestra en los instantes presentes:
Este es un nombramiento que da vergüenza y repeluz a cualquiera, ya que hablamos de una persona íntimamente ligada a CC que ha dirigido una empresa relacionada con los festejos mientras asesoraba al ayuntamiento para dirigir un departamento que puede beneficiar a esa empresa. Si tuviera vergüenza y conciencia política, este no habría sido el fichaje de Clavijo.
Solo cabe esperar que Jonathan Domínguez no aproveche ahora su puesto como concejal no electo para pagarse a sí mismo las deudas que el ayuntamiento tiene contraídas con su empresa.
En definitiva, el nombramiento de Domínguez responde al pago de una deuda política por conseguir votos para CC, ya que este nuevo concejal ha manipulado una asociación de vecinos como la de La Verdellada para beneficiar al partido nacionalista.
El señor Abreu, que hoy es concejal porque Gustavo Matos fue premiado con una Dirección General y que adelantó cual avezado corredor a sus otros compañeros de viaje para auparse hasta puesto tan privilegiado, que fue beneficiario desde los tiempos de Ana Oramas de generoso sueldo ‘opositor’, parece que olvidó sus enjundiosas (vigorosas, enérgicas) declaraciones. Ha debido ahogarlas en el pozo de Las Mercedes. Tanto que, a lo peor, si se le presentase la ocasión, estaría en condiciones –darle la vuelta a la tortilla no es nada complicado– de utilizar cualquier subterfugio legal que soslayase el varapalo constitucional y seguir apostando por esta figura que otrora tanto ponía en solfa. Como de templos presume La Laguna, nada es de extrañar que las veletas se muevan al antojo de la brisa.
Basta con acudir a las hemerotecas para comprobar que también otros (Yeray Rodríguez, por ejemplo) se subieron al carro de las críticas durante el mandato 2007-2011, cuando el susodicho Jonathan llevaba la delegación de Fiestas. Es decir que el muchacho siempre ha vivido bien. O se lo ha trabajado mejor. Lo malo es que los socialistas, actuales socios de Clavijo, deberían echar la vista atrás. Ellos olvidarán, pero el electorado no es tonto ni amnésico. Y la credibilidad se pierde por un plato de lentejas.
Espero, por el bien del sistema, que la cordura impere y esta figura desaparezca ya, ipso facto. Aquellos que conforman las candidaturas no pueden seguir siendo cómplices con su silencio, porque lo único que demuestran prestándose al juego es una supina ignorancia y, a la par, una incapacidad manifiesta. ¿O no? Y a otros un consejo: controlen la verborrea y los excesos dialécticos antes de que perezcan por la boca, como los peces.
Nota aclaratoria: El estampido ortográfico (repeluz) del primer párrafo en cursiva, al tratarse de una transcripción literal, lo he dejado tal cual. Como ya ha pasado un tiempo, lo mismo el periodista ha tenido ocasión de acudir al diccionario, sano ejercicio que recomiendo, y percatarse de que la misma no existe, sino más bien repelús. De nada, y a mandar.

7 de abril de 2014

Colocada

Si creen que la utilización del adjetivo de marras va por el incidente sufrido por doña Esperanza Aguirre en la Gran Vía madrileña, les aseguro que están completamente equivocados. No me hallo en condiciones de atestar que la susodicha se encontrara o encontrase en dichos instantes en un estado eufórico debido a la ingesta de cualquier sustancia prohibida por el código de la circulación. Líbreme Mariano de pensamientos tales, a pesar de su más que sugerente ¡Viva el vino!, o del quién me va a decir a mí cuánto debo beber (Ansar dixit).
Hay una acepción de este adjetivo, recogida en el diccionario, que las gentes inmersas, o ya en puertas, en la etapa jubilosa hemos escuchado con bastante frecuencia a lo largo de nuestra vida. Estuve media vida colocada en la casa de fulano de tal o menganita de cual, aún se le oye a más de una abuela cuando rememora épocas pretéritas de trabajos, penas y sacrificios. Ni pocos años no estuve yo colocada. Años duros de reverencias y genuflexiones por sueldos de miseria.
Sí, se pone de manifiesto en el libro gordo (de Petete) que colocado (o colocada) significa tener un empleo. Con el incremento notorio del paro el vocablo ha entrado en franca decadencia. Debe ser ello el motivo por el que los jóvenes, y no tanto, de ahora mismo ignoran lo que la palabreja también representa. Porque para este sector poblacional los coloques son bien diferentes.
Viene todo el exordio a colación del último viaje del Imserso. Y en cada uno aprendo algo nuevo. Aunque sigo destacando el alto grado de irritación que nos invade cuando nos embarcamos. Sí, embarcado es estar en otro lugar diferente al de la residencia habitual, es estar fuera, preferentemente en otro país. Cuántos no se embarcaron para Venezuela y Cuba, mero ejemplo. Y ya he escrito que los viejos… (fui un momento a mirarme en el espejo) se vuelven incordios. Y se creen en el derecho a exigir todo. Y protestan por todo. Y todo les parece poco. Y no sigo.
Y ya que me embarqué en la aventura del comentario, espero y deseo que los gobiernos de turno sigan mimando el programa de Mundo Senior. Basta con ver cómo descienden los cargamentos de ensaimadas por las escalerillas del avión para hacerse una idea de lo que se mueve en su derredor. Sería necesario, no obstante, hacer un cursillo acelerado acerca de la utilización de las tarjetas de crédito. Evitaríamos así el espectáculo de pagar en efectivo las excursiones en cada viaje. No sea que algún liviano atente algún día contra cualquier incauto pensionista que pasea parsimonioso con un fajo de billetes en el bolsillo. Puede que mucha parte de culpa la tengan los propios bancos con sus prácticas indecorosas que han vuelto desconfiados a los impositores.
Al regreso, al retomar la práctica cotidiana de teclear estos párrafos diarios, me encuentro con estas tres fotografías. Que, bajo mi peculiar manera de ver y enfocar la política, la gestión, están mal ‘colocadas’. No llevé el portátil y con el móvil de mi mujer no me aclaro. Torpe que soy y ya no tengo remedio. Pero tampoco estoy afligido. Expliquémonos:
Comencemos por la que alude a la presentación del cartel de la Semana Santa. ¿Será posible que no vea yo el momento en que los organismos públicos se deslinden (se desliguen) de los asuntos religiosos? ¿Qué pinta un ayuntamiento –aunque todos se suben al carro y si hay una foto de por medio, mucho más– en un acto que debe restringirse a las más estrictas intimidad y creencia de cada cual? Que yo sepa no se trata de la presentación de las fiestas patronales del lugar. Porque son los propios religiosos quienes ponen el grito en el Cielo cuando equiparamos este ’evento’ con días de holganza. Seamos, pues, consecuentes. ¿Aporta el ayuntamiento dineros de sus presupuestos para estos actos? En fin, dudas existenciales, como no podía ser de otra manera.
En la del archivo municipal no sé qué es lo que pretende destacarse. Porque la información alude a un convenio para catalogar y clasificar documentos. Y como las estanterías están vacías, me pregunto que para sacar una instantánea al concejal junto al archivero y una tercera persona que no tengo el gusto bastaba con echarse un cortado en la cafetería de enfrente con el móvil de cualquiera de uno de ellos. Es como cuando te remiten una nota con un comunicado sobre el cultivo de la papa bonita y te adjuntan el careto del edil del ramo. Que a lo peor no ha jalado por la guataca en su vida (ni en bajada), pero que pueden ganar algunos votos inocentes.
Y la última, la de don Antonio González (al que tuve el honor y la tremenda suerte de entrevistar en su casa de la vega lagunera, qué gran persona), cuyo busto podemos  (obra de mi compadre Paco) contemplar en la Avenida de Canarias. De verdad de la buena, ¿qué explicación tiene la presencia de Adolfo y Manolo en la instantánea? Y con los pies cortados. ¿Para que no se vea que pisan el césped? Y en primer plano. Para destacar qué es lo importante. Don Antonio, el mago del Realejo, colocado atrás. Habiéndolo conocido, seguro que no le daría la mayor trascendencia. Pero no me gustan estas burdas maneras de ganar adeptos y simpatías. Lidiar con los problemas de un pueblo exige algo más que mercadotecnia, propaganda y publicidad. Hechos y no poses. Y lo mismo nos ahorramos unos sueldos. Lo malo es que dejarían de estar colocados.
Hasta mañana.

3 de abril de 2014

Adiós a la Casa Azul


“Desapareció la Casa Azul. En Toscal-Longuera fue todo un símbolo durante muchísimos años. Quiero imaginarme que el desarrollo urbanístico así lo requería. A partir de ahora la calle principal del barrio será mucho más ancha y se acabarán los problemas de la falta de aceras en la zona.
Accederemos a las urbanizaciones sin las estrecheces de antaño. Podremos incluso estudiar la posibilidad de efectuar algún cambio en la circulación rodada. Los vehículos no encontrarán obstáculos.
Pero ha quedado atrás un trozo importante de la historia del barrio. Se nos ha ido el enlace mágico de El Toscal y La Longuera. Aquel que contempló las viejas disputas entre los unos y los otros cuando las fiestas tenían lugar. O que fue la puerta de entrada de La Hoya y de La Gorvorana.
Parada de las guaguas, estación intermedia de aquellos diablos rojos que apenas cabían por una carretera encajonada, que marcaba el punto de inflexión entre el precio del billete de la anterior y posterior parada. Guaguas que tropezaron en más de una ocasión en curvas inverosímiles, para, en singular viaje, conducirnos hasta La Guancha. Y la Casa Azul sabía mucho de ello.
Longuera-Toscal se ha desarrollado urbanísticamente a ritmo vertiginoso. Y no tiene trazas de sufrir parón alguno. Y sus habitantes forman una amalgama de muy variadas procedencias. Y el profundo cambio fue contemplado por la Casa Azul, que ahora pasa a mejor vida.
Los vecinos de siempre, que rondan más allá de los cuarenta, recuerdan cómo en la Casa Azul se desahogaban los deseos reprimidos de las gentes de La Longuera cuando echaban los voladores hacia El Toscal. O cuando estos otros devolvían la jugada en la época de su fiesta. No se competía a limpiar paelleras como los de Villarriba y los de Villabajo. Era simplemente un arrebato explosivo como cuando se realiza un vulgar corte de mangas ante el gol de nuestro equipo.
Por allí transitaron domingo tras domingo las gentes de La Longuera cuando acudían a cumplir con el precepto de oír misa a la Ermita de La Gorvorana. O pasaban los chicos de los medianeros de las fincas para ir a la escuela. O las chicas marchaban a la de El Toscal, enfundadas en su babi blanco, con el que posaron para la posteridad en El Castillo.
Son recuerdos de tiempos idos que la Casa Azul se ha llevado para siempre. En un muy poco tiempo se ubicará en su lugar un elegante edificio que servirá de morada a nuevos vecinos que incrementarán un censo bastante importante.
Difícil es compatibilizar el hoy y el ayer. Quedan pocos símbolos en este barrio que ha visto cambiar su fisonomía de una forma brutal. Pero no sería demasiada pretensión hacer un llamamiento a las autoridades para que se intentaran conservar esos vestigios que han conformado la historia de esta zona.
Cuando los que siempre hemos vivido aquí escuchamos cómo se lanzan globos sonda, cómo se especula para estudiar los comportamientos ajenos, nos entran tremendos escalofríos. Por eso los que vivimos en Toscal-Longuera quisiéramos que se conservaran ciertos emblemas del barrio.
Y ahora que la Casa Azul se nos ha ido para siempre, procuremos que la vorágine sea más comedida. Me preocupa aquel intento de modificar el contorno de Los Roques. Bastante se ha fastidiado ya La Fuente. ¿No tenemos en Punta Brava una maravillosa playa? ¿No se va a construir un puerto en la vecina ciudad?
Realicen ya un proyecto para meter allá abajo una machacadora y acabar con el molesto callao. Dejen que la mar circule libremente por donde solía tiempo ha. La naturaleza es sabia y hará el resto. ¿No entra cada verano la arena a la Playa del Socorro? Hagan posible que nuestros nietos puedan volver a jugar al fútbol en Los Roques.
Se nos fue la Casa Azul. Ojalá haya sido el último ejemplo de lo que el desarrollo urbanístico demanda. En otras ínsulas –y no tan lejanas– han sabido armonizar turismo y naturaleza. Y que aquél se adapte a ésta. Y no al revés. El recurso fácil no es, precisamente, el que adopta la gente inteligente”.
Otro rescate de años idos. Del 22 de septiembre de 1996, periódico El Día. A veces pienso si no vamos de culo. Como si la marcha atrás fuera la única velocidad del auto loco en el que nos hemos subido y que parece no tener conductor. Y sigo sin dinero para dar a conocer en una publicación que treinta años después no estamos mucho mejor. Pero me tendré que fastidiar porque los políticos no están por la labor. No sea que se les reproche algo de sus actuaciones en estas tres últimas décadas.