Como poco a
poco voy retomando las viejas costumbres –por ejemplo, los pateos–, me percato,
si no lo estaba ya, de lo mal que se hallan nuestras carreteras y calles.
Establezco la oportuna diferencia entre ambas por aquello de las competencias,
sobre las que cabildo y ayuntamientos quieren ponerse de acuerdo para evitar
duplicidades, como ya te comenté en post anterior. Y reitero: a buenas horas.
Deberán
comprender los estimados políticos que a los ciudadanos, los eternos
sufridores, se nos importa bien poco quién es el dueño de la carretera insular
de Las Dehesas –así se mentaba antes– en la travesía por el barrio de
Toscal-Longuera. Pues por mucho que nos prometan la tan cacareada obra por la
que convertiremos el entorno en otra zona comercial abierta –ahora debe estar
cerrada–, bien si vas en coche, bien si caminas, el peligro de caerte dentro de
un socavón no te lo quita nadie. Y el agravante de no llover, qué curioso, se
ha convertido en valioso aliado, que si no estaríamos ahora en el proceso de
sacar los coches de los hoyos
Pero no este
el único caso. Ojalá. Mándate un garbeo desde El Castillo hasta La Vera y te entran unos
tembleques de padre y muy señor mío. El arcén es una barranquera y la calzada
no se le queda atrás. Como el tramo se ha convertido en otra avenida del
colesterol, es curioso –para ti, el conductor pensará otra cosa bien diferente–
sentir el traqueteo de las amortiguaciones de los muchos vehículos que por allí
transitan. Me imagino que los operarios de las ITV serán bastantes comprensivos
–por lo de la crisis– y no se mostrarán tan exigentes como en épocas de
bonanza. Máxime cuando debes aguantar la vida laboral del fotingo unos cuantos
años más.
Si vas en la
guagua (de los dos pies) no es menos placentera la marcha. El ir a menor velocidad
te facilita el que esquives los accidentes geográficos del terreno que pisas.
No obstante, el trazar una línea recta se te pone verdaderamente difícil y
complicado. Así que si me vislumbras un día en significativo zig-zag no creas
que me mandé unos buenos tanganazos y voy medio turulato. Será, en todo caso,
que trato de no perder el equilibrio por una orografía tan dispar.
Lo dicho, va
uno entrando en la normalidad tras el proceso habido de paralización momentánea
de la actividad cotidiana, aunque hay asuntos que aún no han vuelto a los
cauces tradicionales. Verbigracia, se vienen celebrando las fiestas de mayo en
mi pueblo. Y sabes que es uno de los más tendereteros del país (canario y el
otro). En el que –muchas veces lo he manifestado– los fuegos no pueden faltar.
Y aunque tenga a tiro de piedra la mayoría de los actos que aquí se programan,
la verdad es que no me he encontrado con los ánimos suficientes para participar
activamente en los eventos (no podía faltar la palabreja) festivos y festeros.
A pesar de
que el baile de magos estuvo pasado por agua –así se mojó la gente por dentro y
por fuera–, me han comentado que todo fue transcurriendo dentro de la más
estricta normalidad. Me alegro, porque con tanta crisis hay que poner buena
cara ante el desaguisado económico y ser capaz de echar una cana al aire (no me
malinterpretes).
Me atrevo a
sugerir al ayuntamiento que hay que ir reconsiderando algunos aspectos que el
paso de los años, algo inexorable, va convirtiendo en asuntos con ciertos
tintes cansinos. Y quiero ahora referirme al Festival de las Islas. Que cumple,
creo, su 38º edición, siendo el más longevo de cuantos tienen lugar en
Canarias. Y no sé si es precisamente por eso, pero como miembro que he sido de
grupo folclórico me atrevo a realizar un par de sugerencias. Dejen a un lado,
no es el caso de este año, los experimentos de traer grupos a los que debemos
añadirle un cuerpo de baile de otro. Ha habido ejemplos significativos y me
limito a señalar cuando actuó Los Sabandeños en representación de Tenerife.
Pongan ustedes los restantes. Porque si esas formaciones han escogido tener esa
composición (hombres solos) que sepan que en esta festival no tienen cabida.
Constituyendo, además, una total desconsideración con todos aquellos otros, con
cuerpo de baile, que se dejan el pellejo en ensayos y que ven limitadas sus
actuaciones por haber cometido el pecado de acoger en su seno a una gran
cantidad de entusiastas de la cultura popular. Y existiendo otras posibilidades
en las mismas fiestas (hay que cambiar el enfoque de ‘Los realejeros cantan a
su pueblo’), ampliaría el campo de acción de los grupos tinerfeños, ahora
limitados a los del pueblo, algo que funciona unos cuantos años pero que se
agota rápidamente.
Y al concejal
de fiestas, y al personal adscrito a esa concejalía, un segundo apunte. Hay que
liarse la manta a la cabeza e indicar a las buenas gentes de El Hierro que hay
isla más allá de ese encantador lugar que es Sabinosa. Y en La Gomera no solo está
Hautacuperche. Y del resto, tres cuartos de lo mismo. Existen muchos más
grupos, y buenos, que pueden representar dignamente su isla. Se repiten
demasiado. Comparen los programas de esta última década y saquen conclusiones.
Ignoro cómo se hacen los contactos, pero me temo que si es a través de los
cabildos respectivos, debe haber avispados funcionarios –o políticos– que
establecen los repartos dejando a estupendos colectivos mirando pa´l palomo.
No hay de
qué. A mandar, que para eso estamos.
¡Hola, Jesús!:
ResponderEliminarNos alegra saber que ha vuelto usted a las andadas (los pateos)
Salud para todos.