Cuando el 30
de junio de 2009 acabé mi etapa de docente en activo, mi nieta tenía casi
diecisiete meses. Era la época de Pocoyó. Y como había mucho tiempo por
delante, me correspondió husmear en Internet para convertirme en un experto de
las aventuras del infante vestido de azul. Durante bastantes siestas –muchas de
las cuales concluyeron en reconfortable sueño–, Emma y yo fuimos, junto al
personaje en cuestión, y sus inseparables amigos Pato, Elly, Pajaroto y su
mascota Loula, descubriendo el mundo a través de la voz en off de José María
del Río. Y nos citábamos cada día con el pulpo Fred, un maestro malabarista que
vive con Ballena más de un episodio en las profundidades del mar; con la oruga
Valentina, muy amiga de Pajarito, y que a su conveniencia se transforma en
mariposa; la singular Orquesta Pelota (trompeta, tambor y platillos); los
niños, que ayudan al narrador y contestan siempre las preguntas de los
diferentes personajes…
Y así
aprendimos a bailar, a barrer, a correr, a investigar… Y fuimos a cumpleaños,
jugamos con una nube, nos reímos, pintamos…
Pasó la etapa
de la guardería mañanera y se iniciaron los tránsitos colegiales. Los gustos y
preferencias cambiaron radicalmente. Aparecieron las Monster High y al abuelo
se le rompieron los esquemas. Con la edad nos volvemos niños. Eso dicen. Como
sigo prefiriendo a Pocoyó antes que Pokemon y Pingüinos de Madagascar, lo mismo
debo dar la razón a quienes así opinan. Puede que crezcan más rápido que lo que
uno deseara. Porque recuerdo cuando con un año nos fuimos hasta Ingenio para
darle la bienvenida a la ciudadana, al abuelo de las complicidades en los
descansos tras la comida del mediodía se le ocurrió plasmar en décimas ciertos
avatares, de los que rescato:
Con la décima he
plasmado
el cariño de un
abuelo
que se queda medio
lelo
cuando Emma justo al
lado
–y yo medio
adormilado–,
una siesta nos
echamos.
Después nos
regocijamos
con vídeos de Pocoyó;
qué más puedo pedir
yo
si
con la nieta flipamos.
Ahora mismo,
el segundo tripulante, Leo también alcanza la misma cantidad de meses que al
principio reseñé, diecisiete meses. Meses atrás no estaba por la labor de
adoptar la posición horizontal y aguantar un minuto delante de la tele. Dicho
de otra manera más sugerente: pasaba olímpicamente. Pero llega otro nuevo personaje
de los dibujos animados y hace posible una transformación radical: Dora, la
exploradora, una niña de siete años, que, junto al inseparable Botas, un mono
de cinco años, emprende un viaje en cada episodio, con la inestimable ayuda de
Mapa y Mochila.
Con Leo hemos
comido helado, ayudado al pajarito azul a encontrar a su madre, nos hemos
subido al coche amarillo de Tico (la ardilla), cruzamos el río ruidoso y
atravesamos el bosque silencioso… Y hemos esquivado a Swiper, el zorro villano
y ladrón, a base de repetirle “Swiper, no robes”, a lo que este responde, para
mostrar su desagrado por el intento fallido, aquello de “Jolín”. Sin olvidar,
claro, el trío musical (Fiesta Trío) que pone los acordes de rigor cuando
superamos los obstáculos.
Hemos logrado
unos minutos de concentración lo que constituye una diferencia abismal con lo
que ocurría apenas unos meses atrás. Y cuando entra en casa bien de mañana los
días estipulados, siempre lo hace con una sonrisa y el estribillo en los labios
de Dora, Dora, Dora, Dora, Dora, Dora… hasta que se queda sin aire, porque la
polisílaba exploradora es demasiado para su exiguo vocabulario mono y
bisilábico.
Conozco
jubilados que se aburren. Y algunos que están a punto que preguntan en qué
pueden entretenerse. No lo entiendo porque hay días en que me faltan horas.
Y como
rescaté una décima de la nieta, qué menos que otra para el muchacho. Esta:
La familia nos creció
con la llegada de
Leo,
y aunque presumir es
feo,
no obstante, estimo
yo,
que cuando el hecho
ocurrió
grande fue nuestra
alegría;
pues hemos sumado un
día
a momentos estelares:
esos hitos singulares
que
todo linaje ansía.
Feliz fin de
semana. Y si quieres pensar que en este post me dediqué a cantar excelencias
familiares, debo darte la razón. ¡Ah!, y si tú puedes y estás en condiciones de
hacerlo, no te recates. Adelante.
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