Fuerte cruz
nos ha tocado. Con qué marrones hemos de lidiar. Y Rajoy, embajador del Camino
de Santiago. Acabo el año de un contento subido. Aunque la esperanza de que el
próximo sea mejor es el motivo que nos guía en estos postreros días del 2014.
En la última
reunión del Consejo de Ministros se aprobó un Real Decreto por el que se
concede la Gran Cruz
de la Orden Civil
de Alfonso X el Sabio a unos personajes especiales (de ahí lo de personajes, si
no serían, única y exclusivamente, personas) en los que concurren méritos extraordinarios
(nivel excepcional, se explicita) en los campos de la ciencia, educación,
cultura, docencia e investigación. Fueron ellos (y ellas):
Esther
Koplowitz (empresaria y filántropa; eso expresa la nota gubernamental, y manda
testículos, según luego intentaré explicar), los exministros de Educación Esperanza Aguirre, Pilar del Castillo y Ángel
Gabilondo, el exsecretario de Estado de Educación y Universidades, Julio Iglesias de Ussel, los catedráticos
Juan Díez Nicolás y Rafael
Puyol, el hispanista Hugh
Swynnerton, el jurista argentino Luis
Moisset, la historiadora mexicana María Cándida, y el economista Frances Granell.
Vamos por
partes:
Si el hecho
de haber sido ministro o secretario de Estado, puestos que se desempeñan más
por valores partidarios que de otra índole, lleva adherida la etiqueta de
concesión del reconocimiento que venimos comentando, apaga la luz y vámonos. Y
en el particular caso de doña Esperanza Aguirre, de juzgado de guardia. En su
mandato, se argumenta, se construyeron muchos colegios (públicos y privados).
Pues a don Luis Balbuena Castellano, excelente consejero de Educación en
Canarias (pero mejor persona y matemático ejemplar) habría que levantarle un
monumento más grande que El Teide.
Lo de la Koplowitz, a la que
asimismo hace poco le concedieron la
Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo (cómo suda esa mujer
en la cadena de producción junto al también multimillonario Carlos Slim), se le
califica su labor filantrópica. Puede que si los comunes mortales españoles dispusiésemos
de su inmensa fortuna, lo mismo seríamos mucho más desprendidos. Y a lo peor
por motivaciones tan egoístas como las de la galardonada: desgravaciones
fiscales y exenciones tributarias. Que están buenos para generosidad tan
desprendida.
Repasemos:
¿Cuántos
profesores (maestros) tuviste de los que guardas un recuerdo imborrable y a los
que profesas un cariño imperecedero? ¿Cuántos docentes han quemado pestañas
durante muchas décadas para poner en el mercado a estos politiquillos que ahora
se dedican a las recompensas del interés? ¿Cuántos investigadores cargan con
años y años de paciente labor en la oscuridad de un laboratorio? ¿Cuántos
jóvenes hacen su maleta cada año para ganarse el sustento allende los mares?
¿Cuántos currículum se arrojan a las papeleras de universidades, fundaciones,
patronatos y demás por falta de presupuesto? ¿Cuántos ignorantes conoces…
Lo debo dejar
aquí. Me imposibilita continuar la consecuencia de la tremenda arcada que me ha
dejado pringado el teclado. Espero que no implique mayores inconvenientes para
este inminente 2015. Y es que pensar que José Ignacio Wert será otro de los
‘galardonados’, me dirás.
Bueno, se
acaba el año. Sean comedidos. No cometan excesos. Y no cojan el volante. No
reproduzcan acciones de alcaldes que… Ya está. Los invito a ser felices. Y
hasta el año que viene.
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