Aunque lo
escribí ayer, ni caso. Lo he dejado plasmado en comentarios anteriores, pero,
lo dicho, ni caso. La Syriza
española no va a ser posible. Todos defienden su chiringuito con uñas y
dientes. Cada cual descarta al allegado porque puede restarle futuras
posibilidades. Los hay que, incluso, juegan a postularse en todo lo que se
mueva. ¿Afán de protagonismo? Qué va. Todas las opiniones, por el mero hecho de
serlo, son sesgadas. Pero unas más que otras. Algunos cabezas pensantes –eso
creo– deberían hacerse mirar el coco. Por su propia salud, que no por otra
cosa. Sobre todo (que no sobretodo), aquellos que osan inmiscuirse en los
resbaladizos terrenos de la escritura. Todo sea manifestado sin acritud.
Distendámonos,
sentémonos y pongámosle unas letras a estas instantáneas gráficas:
Pinolere,
Altos de La Orotava,
23 de enero de 2015 (viernes). Ahí los tienen, bien frioleros todos. Uy (o huy),
perdón, menos un valiente que va en manga de camisa. Un grupo de nueve, ocho
abrigados, cuatro con bufanda. Felicidades al osado desafiador de los tiempos
atmosféricos. A comerse el mundo, que ya está bien de melindrosos.
Mariano, qué
mal lo haces. No es lo tuyo la danza. Ahora bien, como cualquier otro alcalde
que se precie: cuánta foto sin ton ni son, o sin son ni ton. En los colegios,
mil papeles para poder publicar una de estas secuencias en las que aparezcan
menores. A los Consistorios les está permitido cualquier oportunidad para
arañar unos votos.
Ahí los
contemplamos. Manolo y Adolfo, medios arqueados por el biruje de Las Llanadas.
O puede que por el mal estado del piche. Nada, otra actuación del Plan de
Barrios, unos miles de euros (el asfalto no muerde) y las elecciones locales
respiran otro ambiente. Aquí sí hay votos.
Carretera de la Charca. Las garzas no votan.
Además, es del Cabildo y ahí no gobernamos. Unas vallas, unas cintas y a
esperar. Cada dos semanas, reclamación al canto. De camino, si nos acordamos,
insistiremos en el alumbrado de la variante de Toscal-Longuera, antes de que no
quede una farola de pie en la rotonda de La Gorvorana (otrora, El Bosque).
Tomás,
alcalde sanjosenero, popular ayer y hoy vecino, supervisa una obra con la que
no comulgaba cuando era otro socio. Pero ahora que es socio del otro lado (ya
que dije lado, no lo pongan de perfil, ese no es su costado bueno), como buen
capataz (manos en el bolsillo), inspecciona por si a los cerrajeros se les
caducan los electrodos. En ese colegio estuve dando una charla hace unos
cientos de años. No te enrolles.
Chacho, otra
vez Manolo y Adolfo (concejal de todo), sin cascos, dirigiendo el tráfico en
Doctor González. Pudieron no romperse tanto el magín con los aparcamientos “a
la viceversa” y los bancos cara a la pared (por mucha normativa europea que me
quieran hacer tragar, el poner de excusa una excepción para convertirlo en
regla, se me atraganta), y buscar una alternativa al busto del ilustrado que da
nombre a esta vía. Y vayan pensando ubicar unos semáforos (como los de La Montaña) para regular
entradas y salidas de estas otras monjas. ¿O no se merecen idéntico trato?
Tendré que llamar a la
Delegada del Gobierno.
Por último,
Tomás otra vez. En esta sí está como Vecino. Disfrutando como un chico menudo
con su camión de bomberos. Lo malo es que apretó tanto que se le levantaron las
ruedas delanteras. Habrá que reforzar el chasis. Y la escalera. No vislumbro
bien si también hay chuches. De ser así, vendría a demostrarse aquella teoría
de que donde hubo siempre queda. Yo lo vi en una foto con Rajoy. Y en otra con
Domínguez. Después tuvo un accidente. Y no subiendo por la escalera antes
aludida.
No nos quedan
sapos que tragar de aquí a mayo. Hasta mañana.
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