Pepe Monagas
fue el personaje protagonista de los cuentos costumbristas del escritor
grancanario Pancho Guerra. Nacido en Santa Lucía de Tirajana, supo dibujar los
ambientes capitalinos, que luego Pepe Castellano, con su acento socarrón y
cadencioso, dio voz y talento en multitud de grabaciones que inmortalizaron el
quehacer, fundamentalmente, en los aledaños de los muelles (y rian pa´l puerto).
Recordarán
ustedes, al menos los que ya tenemos unos años, que en una de las hazañas de
nuestro hombre (como gustaba decir el genial narrador) se ve perdido en la
inmensidad del océano, en uno de aquellos heroicos viajes a la tierra de
promisión que era Venezuela. Y sacando aquel manoseado papel que otrora había
sido un mapa, se dirige al mareado, pálido y débil Rigorito (diminutivo cariñoso de Gregorio), le señala unas marcas
más negras que los sobacos de un grillo y le espeta: “Si son islas, nos salvemos; pero si son cagadas de moscas,
Dios nos coja confesados”.
Este pasado
domingo se celebraron elecciones en Grecia. Y a tenor de lo que se lee en
titulares periodísticos, bien destacados en sus portadas, y en las
disertaciones de encumbrados
tertuliANOS, viene a ser el país heleno, estado miembro de la UE desde 1981, uno de esos
excrementos de los molestos insectos voladores. Una insignificancia, vamos.
Como no
interesa destacar que el hartazgo de su población ha supuesto la incontestable,
y democrática, victoria de la Unión Radical
de las Izquierdas (me remito a la traducción más común del acrónimo Syriza), el
comentario más generalizado pasa siempre por reducir a la mínima expresión el
papel que porcentualmente tiene la histórica nación en el contexto europeo. En
suma, Grecia es una cagadita de mosca que nada pinta y mucho menos va a influir
en el resultado que pueda darse en otros lugares.
Lo que sí
interesa poner en consideración es el volumen de la deuda contraída,
precisamente por los gobernantes que han sufrido tan duro revés en este recién
concluido proceso electoral. Si hay que obviar las causas, se hace y santas
pascuas. Los esquilmados ciudadanos griegos bien poco margen de maniobra
tenían. Se me antoja cierta similitud con el sufrido africano que busca su
particular paraíso en Europa, aunque el camino se le presente con tantas
dificultades que le suponga, incluso, la muerte en la aventura. Total, ¿dispone,
acaso, de otras alternativas si ya parte de una situación tan calamitosa que
ningún desenlace, por muy adverso que sea, podrá echarlo a un lado?
El mayor
grado de paroxismo en España se produce en (in)ciertos medios de comunicación,
de los vendidos al mejor postor, cuyos postulados insultan a la más común de
las inteligencias. Que nos siguen vendiendo la no existencia de otras
posibilidades, sino las del recorte y privación de garantías y libertades que
ya creíamos consolidadas. Y lo hacen con manipulaciones, que rayan la
desvergüenza, en llamativos eslóganes que aprovechan la exquisita riqueza de
nuestro idioma. O en corros televisivos del río revuelto, lanzando dardos
envenenados para defender, si menester fuere, la corrupción como manera
equitativa de redistribución de la riqueza. Y no quiero entrar en los detalles
de encuestas amañadas o de sondeos telefónicos (en vivo y en directo), porque
lo mismo debo cortar aquí este post por razones higiénicas.
Grecia aporta
menos que Andalucía a la economía de la Unión, se argumenta por parte de los que creen
que si es uno menos, a llorar a la plaza. Y uno creía, qué iluso sigo siendo,
que en toda asociación se intenta echar una mano al que peor lo pasa. Por
infinidad de razones. Se da por hecho que si Alexis Tsipras decide bajarse de
la nave y mandar el euro a freír chuchangas, aquí no ha pasado nada. Ese
sarpullido sanará en un periquete. Pero la deuda se debe pagar. Aunque los
habitantes dejen de echarse un yogur en los próximos doscientos años. La banca,
los gobiernos, los políticos, y demás del gremio de la parte alta (los
intocables) nada tienen que temer porque están inmersos en la promoción del
todo incluido.
Ya llevaba
redactados los párrafos precedentes cuando me entero del pacto que va a
permitir la gobernabilidad griega. Te juro que no acabo de entenderlo. Me
parece algo dispar. Aunque después observo que el futuro primer ministro ha
comenzado a retractarse de ciertos aspectos abanderados en la campaña electoral.
Como para dar validez de que lo que se sostiene en esos días no tiene por qué
guardar continuidad. Dado que de tal circunstancia sabemos bastante en nuestra
piel de toro (el PP ha incumplido todas sus promesas), no sería de buen gusto
que los vecinos orientales mediterráneos nos imitaran, que con una muestra ya
basta. A no ser que prefieran ahondar en el tratamiento de las molestas
cefaleas. Con lo que se acabaría recetando analgésicos por tortillas. Que es
otro de los célebres pasajes de nuestro singular Pepe Monagas.
Por último,
un consejo a todos los partidos políticos españoles: Hagan el favor de no
considerarnos tan tontos; no todos pueden ser Syriza. Por algo tan simple como
que aquello es una coalición de formaciones de izquierda. Y aquí, no solo no
hay unión, sino que el que más boletos tendría (Podemos) ni siquiera posee
ideología. Normal, no todos los Pablo(s) Iglesias son iguales.
Hasta mañana.
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