Después te lo
explico. Por ahora, pedir excusas por mi desaparición en el día de ayer, pero
Los Reyes, y sus derivados, me impidieron acudir a la cita. Donde sí la tenía
era en Tucán (Centro Médico) para una resonancia magnética de la zona lumbar de
la columna. Y es que llevo una temporada con la cintura “jodida”. Y el traumatólogo
quiere tener elementos de juicio para el correspondiente dictamen. Aunque ya me
adelantó que casi con total seguridad se trata de una de las denominadas
enfermedades del alma. Sí, del alma…naque. Que se producen en esa edad en la
que ya uno no se halla para presumir demasiado. Por lo tanto, y como primer
paso, vendo una guataca que me regaló mi hijo en el último cumpleaños. Yo creo
que debí soñar que estaba cogiendo papas y me derrengué todo.
Dicho lo
cual, o escrito lo pertinente, entremos en el meollo:
¿Lo del
titular? En honor al juez (Pamparacuatro, titular del Juzgado de Instrucción
número 1 de La Laguna)
que instruye el caso Corredor, en el que imputa, entre otros, a Fernando
Clavijo, alcalde de aquella ciudad y aspirante de CC a la presidencia del
Gobierno de Canarias. Tras dictar un auto hace unas semanas, basado,
fundamentalmente, es unas escuchas telefónicas, nos sorprende este pasado lunes
con una providencia en la que pone de manifiesto que la prolongación de las
mismas (escuchas) se habían ejecutado sin autorización judicial. Con lo que, y
uno es lego total, se acabó el caso.
Vamos a ver
si ponemos las cosas en orden. Este juez heredó este asunto. Y uno intuye que
ni siquiera se leyó la parte del sumario ya instruido. Con lo que el asunto
tiene miga. O manda aquello. La policía, de otra parte, parece que tampoco se
preocupó en averiguar si el trabajo de intervenir teléfonos tenía el oportuno salvoconducto.
En suma, de locos. Porque uno podrá alegar falta de medios, pero ello no es
óbice para que alcancemos estas chapuzas. Y lo que es peor, hasta miedo me da
coger el aparato. Telefónico, claro. Porque estas arbitrariedades desde las
instancias que deben velar por el cumplimiento de la ley y de los preceptos constitucionales,
dan al traste con elevados principios democráticos. ¿Quién resarce de los
perjuicios ocasionados? ¿Cómo se lava el honor del que se haya visto
involucrado en tejemanejes de tal porte? ¿A qué extremos han llegado las
instancias judiciales como para obviar hasta elementos tan fundamentales? Y nos
quejamos poniendo el grito en el cielo cuando los encargados de establecer el
orden en los desaguisados, que suponemos celosos funcionarios y no estrellas de
cine, son apartados de sus cometidos por conceptos que dan grima en uno de los
tres poderes en los que se sustenta el Estado de Derecho, como puede ser la
prevaricación. Es intolerable. Lo malo es que el corporativismo tiende a tapar
huecos y poner parches por lo que puede ocurrir mañana. Eso acontece en
cualquier otra profesión y solo existen dos salidas: o dimisión inmediata por
negligencia o de patitas en la calle. Pero da la impresión de que la justicia
no quiere quedarse a la zaga de la política. Y discurren por caminos altamente
peligrosos.
De locos. Y
es tema que se debe arreglar cuanto antes. Porque si la sensación de
desconfianza se acrecienta, entraremos en un terreno asaz peligroso,
resbaladizo. Puede que tanto como el que está viviendo el entrenador del Barça.
Luis Enrique pensó que Messi era uno más de la plantilla. Craso error. Y a
pesar de que el argentino ya se cansó de Cataluña (no sé si por las derivas
independentistas), sigue pesando, y de qué manera, en las arcas azulgranas. El
desenlace no se va a producir cuando el astro recale en un club inglés, sino
mucho antes. Y el que tomará las de Villadiego ya tiene las cartas asignadas.
Marcadas, mejor.
¿Eran cuatro,
no? Falta, entonces, uno. No va a ser Rivero, cuyo discurso victimista sigue
subiendo enteros. Tampoco el niño Ríos que lo mismo cae en brazos de Román, que
ficha más que Zubizarreta. Mucho menos el otro Niño, el Torres, que leo que no
lo es tanto. No, voy a comer un fisco. Porque ese cuarto soy yo. Que he hecho
mis promesas para este 2015 y las pienso cumplir a rajatabla. Unas,
confesables; otras, no tanto. Puedo adelantarte al menos estas: No pienso dejar
programada la entrada en el blog (la que lees, por ejemplo), sino que la
redactaré por la tarde-noche y la colgaré a la hora que me levante. Que no es
fija. Así que te toca estar atento. Iré abandonando, poco a poco, Facebook (no
me he comprado el móvil, así que sigo sin disponer de whatsapp). No discuto que
sea práctico, pero nos ha vuelto cómodos. Y lectores de titulares. Como te
salga el cartelito de “Ver más”, te fastidiaste. Hay que profundizar en los
temas y no quedarnos en la superficialidad. Voy a escribir, asimismo, una
décima por día. Al final de año, como no es bisiesto, deberé acumular 365. No
pienso darlas a conocer, al público, hasta que finalice la serie. Se titularán
1, 2, 3, 4… Y así. ¿Qué día es hoy? ¿Ocho? Pues ya sabes que cuando tengas la
oportunidad de echarle una visión, tienes que asociarla al 8 de enero. Y la 35,
verbigracia, será la del 4 de febrero. Por último, hacerle caso al médico:
reposo y nada de excesos.
Hasta mañana.
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