Comienza otra
semana de enero y quedará menos de la odiosa cuesta. Aunque fisgoneando por
esos mundos y viendo la cantidad de regalos que Reyes, Pajes y
Noel-Claus-Nicolás y resto del gremio han tenido a bien endosarnos a las
tarjetas del poco crédito, no acabo de comprender ciertas quejas. A no ser que
los ‘tranques’ comerciales sigan existiendo.
Por el
pueblo, vamos. Que ya es bastante. Con una desaforada campaña de marketing por
parte del grupo comandado por Manolo. Y la que nos queda hasta el 24 de mayo.
Lo mismo nos vale la colocación de un ceda el paso en cualquier esquina, a un
cumpleaños, una abuela pachucha o la decoración navideña de una casa en La Montaña. Todo vale
para la promoción. Contabilizamos, asimismo, la apertura de dos comercios en
Toscal-Longuera, zona de donde procede alguno (guion a; o @, que es más chachi
piruli) de los retratados, pero se obvia cuántos han echado el cierre a lo
largo del pasado año. Porque si la felicidad fuera tal y como nos la pintan, lo
mismo no estaríamos en el nivel de paro escandaloso en el que nos movemos. Allá
cada cual. Yo no voté por Rajoy. Y de ahí para abajo…
Si ampliamos
nuestro campo de acción (de sana crítica), nos percatamos de las alegrías por
el hecho de que el juez Castro haya rechazado el recurso de las abogados de la Infanta. No me parece bien. Ni
en este sentido ni en el contrario. Si abogamos por la independencia de los
poderes del Estado (en especial, el judicial), lo mejor sería que dejásemos
trabajar al personal con toda la tranquilidad que los temas requieren. Las
injerencias en terrenos resbaladizos no suelen conducir a buen puerto.
Los
comentarios habidos recientemente acerca de dos hechos (la masacre en Francia y
las declaraciones de Clavijo) me han llamado poderosamente la atención. Porque
si un ignorante como yo se descuelga en cualquier red social con glosas de
menos base que la punta de un alfiler, nada que objetar porque mis recursos son
más escasos que el petróleo extraído por Repsol en aguas cercanas. Pero si los
que se jactan de ser periodistas, no cumplen mínimamente con aquello que en su
propio discurso reprocha, aviados vamos.
De tal suerte
(o desgracia), un dirigente político realiza unas declaraciones a un medio de
comunicación, e, inmediatamente, nos tropezamos (en Facebook, verbigracia) el
enlace pertinente, junto a comentarios como “hay que ser payaso”, “chiquito
nivel” y un etcétera más o menos largo. Si sientes curiosidad, pinchas en el
susodicho y te empapas de todo el contenido, te das cuenta, como casi siempre,
de que el quedarse con el titular y a partir de ahí, sin más análisis ni
profundidad, soltar exquisiteces a mansalva, constituye un pecado que quienes
se dicen periodistas no deben cometer. Y como sigo con mi particular manía de
querer estar informado, y para ello es menester beber en cuanta fuente tengas a
tu alcance, percibo (y persigo) que los sesudos analistas que deambulan (y me
ciño a esta ínsula) por las teles locales que aún emiten por estas ondas
cercanas, y saben y conocen de todo lo habido y lo que está por descubrir, no
se recatan un fisco en abrir debates bajo premisas de dudosa veracidad. Y que
casi siempre intentan alcanzar el objetivo de quedar bien ante la opinión
pública. Porque en instante de indudable cabreo informativo es tremendamente
fácil escribir lo que la gente quiere leer. Siempre en un único fotograma,
porque la película (vale cortometraje) puede despertar alguna conciencia
dormida.
Pocos, muy raros,
son los periodistas (en el momento actual y tal y como anda el patio) que
realizan su trabajo con total libertad. Bueno, perdón, sí conozco a uno. Y no
soporto el que alguno, para más escarnio, lanza una pulla y se esconda bajo el
consabido si yo contara o no suelto más porque no puedo. Como les gusta, igual
terminología utilizo: eso no es de recibo. Además, si se deben, lo tienen
fácil. Informen, y punto. Pueden, incluso, adentrarse en los campos de otros
géneros, como la crónica y el reportaje, pero aparquen el comentario. Y si por
un casual lo hacen, deben ser conscientes de los peligros de verse en boca de,
máxime cuando Internet se propaga a demasiada velocidad. Eso sí, con la ventaja
de que tiende al olvido casi igual de rápido que cuando aparece.
Pero, un
consejo, intenten jugar limpio. A lo peor es que la noticia, aséptica, sin
aditamentos, no vende. Y cuando el lector no es tonto (creo que jamás lo es
pues el que lee lleva mucho camino adelantado) se da cuenta de pequeños (o
grandes) detalles. Una muestra con las declaraciones de Clavijo ante el juez
del caso Corredor (no entro en detalles porque te sé conocedor del asunto):
Canarias7:
Ningún cambio en la situación procesal de Clavijo. Amén de culpar a la
secretaria judicial de la prórroga de las tan cuestionadas escuchas
telefónicas.
CanariasAhora:
De imputado a imputadísimo (y emputadísimo). Entró con cuatro y salió con ocho.
Otro (mejor
que no lo conozcan): Siete imputaciones.
Diario de
Avisos: Se mantienen las imputaciones.
El Día:
Clavijo ha despejado las dudas.
Con estos
panoramas, y como la gente está hasta las narices de todo y de todos, llegan
los oportunistas, que no son de izquierdas ni de derechas (¿otra UCD?), y la
van a armar. Acuérdate y apunta la fecha. Y por si fuéramos pocos, en esto
llega Román, alojado de manera permanente en el Mencey porque Bravo de Laguna
le cerró la carretera, y suelta: Nosotros también podemos. Dejó la puerta
abierta y le está entrando una corriente que a este paso se le va a cambar la
boca.
Bueno,
sesudos analistas, sé de una tele local que busca apoyos. Aprovechen. Venden de
todo, como las ventas de antes. Y, al menos, tiene otra conexión, vía La Corona, con varios micros.
Retribuyen bien. Sobre todo en especias.
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