Si no tuviera
la atadura de este blog, es decir, si estuviera dispuesto a perder la libertad
de escribir lo que me venga en gana (con respeto, educación e ironía) y de
marcharme de viaje con el Imserso, tendría en estos momentos la posibilidad de
encontrar dos excelentes puestos de trabajo. No incompatibles, por supuesto,
con mi condición de jubilado. Y los mismo, para qué engañarte, no me vendrían
mal unas perritas extra. No creo que no concurran en mi persona los méritos
suficientes (visto lo visto) para desempeñarlos de una manera al menos digna.
En la
candidatura del PSOE que encabezará Patricia Hernández, y dada la
obligatoriedad socialista de las listas cremallera, su número dos debe ser
varón (hombre y macho también son sinónimos). Entre los que se barajan en los
diferentes medios de comunicación y círculos o mentideros, más de lo mismo, o
los mismos de siempre. Por lo que me sigo preguntando en qué demonios habré
perjudicado yo (no olvides que fui militante y cargo público y orgánico) a
dicho partido (salvo haberme marchado a mis labores) para que no tengan ahora
en cuenta que en momentos trascendentales hay que recurrir a medidas
excepcionales. Y si hay que hacer un sacrificio, se hace y santas pascuas.
Que no me
vengan con monsergas de que no doy la talla (sin dobles ni doblez). Si hago
público mi currículum, más de uno se va a sorprender. Porque cuando los jóvenes
electores de los contornos se enteren de que un tío que siempre anda con
chándal y caminando por esas carreteras (por llamarlas de alguna manera) es el que
sale en una foto que colgó el ayuntamiento en Facebook, con un palo en la mano
(que luego se lo regalé a la
Virgen del Carmen a cambio de que pagara ella las facturas
pendientes) y un traje que tuve que comprarme para la ocasión pues el de la
boda se me había quedado estrecho (me sirvió para las tres o cuatro veces que
me lo puse; y ahí tienes la prueba en la inauguración de la Casa de la Cultura), y rumbo a San
Vicente… Para qué seguir. Es que ya me estoy imaginando el semillero de votos
que les puedo proporcionar. Hasta me atrevería a decir que deberá ser Clavijo
el que venga a suplicarnos un pacto. Aunque lo mismo podamos permitirnos el
lujazo de enviarlos a hacer otras prospecciones, puesto que para nuestra casi
mayoría absoluta nos bastaría con un simple whatsaap al nuevo canario, también
conocido como Román.
Si me dedico
a revolver los papeles viejos que guardo en un armario medio destartalado que
tengo en mi oficina (como la gente importante), puede que esté a tiempo de
aspirar al segundo que te comentaba al principio: sustituir a Willy. Ni
Cárdenes ni Mederos (son los que se airean). Yo había propuesto a Salvador
García, pero no está por la labor. Está cansado de tantos kilómetros y se
conforma con algo más cercano. Pues ya está: yo, otra vez. No estoy contaminado
ni debo nada a diestro y siniestro. No me haré eco de solemnes tonterías,
cuando no estupideces, como la acusación del Gobierno de Canarias al señalar
que el Tribunal Constitucional está politizado. Menudo descubrimiento.
Prometo darle
un revolcón a los informativos y un cambio radical en los dirigentes de las
diferentes secciones, que vamos a ser, por fin, un referente en esta faceta de
servicio público. Y consideraremos a los canarios, nuestros telespectadores,
personas normales. Elaboraremos una programación en consonancia con tal hecho.
Romperemos contratos y exclusivas con productoras que nos han llevado a tal
punto de idiotez que, incluso valores, individuales y colectivos, dotados de
enorme talento (estoy pensando en los personajes de En clave de ja) se ven
obligados (malditas guerras de audiencias) a recurrir a tópicos que rayan la
imbecilidad, cuando no la indecencia. Los que no estén dispuestos porque
entiendan que estas fórmulas ‘benaventinas’ pueden funcionar dieciocho
temporadas más, que vayan haciendo las maletas o que se reciclen para los
nuevos contenidos. Se harán cursillos a tal fin.
El nuestro va
a ser un periodismo serio, riguroso. Fuera los moldes de reírse del
discapacitado, del poco afortunado, de aquel que la vida no le ha deparado
demasiada fortuna (tanto en lo físico como en lo intelectual). Aquel que quiera
hacer gracietas y fiestas con estas desgracias, que lo haga en su ámbito
privado (allá cada cual con su conciencia), pero en un ente público, no. Máxime
cuando con esos millones se podrían solventar necesidades más perentorias. Y no
es demagogia. Se me alegará que supondría muchos cambios. No, muchos no, casi
todos, una transformación radical.
¿Acaso crees
que escribiendo lo que piensas y trazando esas líneas de actuación te van a
llamar? Me temo que no. Me moriré sin saber dorar la píldora. De lo que me
alegro profundamente. Tampoco me emplazarán, claro, para enderezar el rumbo de
otra nave (nodriza) a la deriva. Qué pena de excelentes crónicas y reseñas
históricas, empañadas por jocosas intervenciones de quienes tienen la
obligación, el sagrado deber de cultivar las más elementales normas y reglas
que en cualquier manual de estilo periodístico se referencian desde la
introducción.
No te
preocupes, hombre (o mujer). Aquí seguiré. Hasta que la muerte nos separe. Ni
cargo de confianza ni pagas extras. Camina, tolete, que es lo tuyo, mientras
puedas. Que el que sabe, sabe…
Se me
olvidaba, el 23 de enero de 1985 (hoy hace treinta años) celebró sesión plenaria
extraordinaria el ayuntamiento realejero. Y yo estaba allí para intentar seguir
dirigiendo una tripulación hasta llegar al puerto del 30 de junio de 1987. Una
décima (la número 23) lo recordará.
Feliz fin de
semana.
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