Semana de carnaval. Y a los que ya se
nos pasó la rosca de las locas diversiones, a los que contemplamos los toros
desde la barrera, se nos puede ocurrir infinidad de actividades alternativas.
Una podría ser la de desaparecerte, por ejemplo, en mi Gomera del alma. O la de
refugiarte en husmear en periódicos de años idos. De hace un siglo, sin ir mucho
más lejos. Y van unas guindas:
(La
Opinión, 17 de
febrero de 1915, página 1)
Lo
que pasó
El carnaval de este año, como muy bien
ha dicho nuestro compañero “El Progreso”, ha tenido un aspecto completamente
distinto a los de tiempos pretéritos. Ha sido un carnaval triste, monótono,
aburrido.
La fuerza de la tradición –que en
todo pesa como una losa– echó a las calles a unas cuantas docenas de gentes
que, más que otra cosa, sólo hicieron notar la falta de alegría y del buen
humor característico de estas fiestas de locura. Es verdad. Ha sido el de 1915
un carnaval muerto. El malestar económico por que atraviesa el país se ha
evidenciado de manera notoria, y aún cuando se vendieron y tiraron unos cientos
de kilos de conffetti, ello no ha sido otra cosa más que un momento en que la
alegría de la gente joven pugnaba por salir afuera, pero sin esos arrestos que
determina el franco entusiasmo.
Se ha reducido, pues, el carnaval entre
nosotros, a unos cuantos bailes, a unas mascaradas ridiculas, groseras, y a los
paseos incómodos en la Plaza
de la Constitución,
en los que hemos soportado el polvo finísimo del conffetti.
Eso ha sido todo. El carnaval entre
nosotros murió ya. Este año alegamos el problema económico, pero, ¿y los
anteriores? O no sabemos ya hacer esa fiesta o el ambiente de cultura que nos
rodea nos ha hecho caer en la cuenta de que es un mal sainete en el que no
debemos ser actores sino simples espectadores. Así, pues, todo lo hallamos
ridículo; hasta los bailes.
(El
Progreso, 17 febrero 1915, página 1)
Mal
fin
Alcalde a Gobernador civil. Tenerife.
Orotava, 16 (1425).
Ayer tarde, en el sitio de esta
jurisdicción conocido por "Quinta del Lomo Alto", cayó el vecino José
Mesa Rodríguez, en ocasión en que regresaba de una cacería, y se le disparó la
escopeta de dos caños que traía consigo, hiriéndole de tal modo el brazo
derecho que le fue amputado anoche por el médico D. Miguel Fernández. El
lesionado es de 72 años de edad, viudo y de oficio jornalero. Juzgado instruye diligencias.
Ecos
Ayer estuvo más animada la población que
en los días anteriores. Los carruajes no cesaron de circular, y hasta altas
horas de la noche se cantó, se bailó y se bebió.
Pero no podemos decir que hemos visto
nada notable. El coro del Círculo de Amistad XII de Enero constituyó la nota
más saliente.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgdNTiHRL_8sFK6mUOLWC89eU7xlazPz0gvCEYSpOb5YMyouN7jC0GvhflG1BjypxXbEzLcHRp9mUph3QfzTbob8UIHjrxaI2Bk-Hzqfgk8W-mRuKAD_VMkmrPUEMIogrD3KuusK60Ny9-W/s1600/La+Opini%C3%B3n,+17+feb+1915,+p%C3%A1gina+2-2.jpg)
¿Cuándo se quitará tan perniciosa costumbre?
Tranquilidad sí. En eso se ha ganado mucho.
Algún que otro escándalo de poca monta y algún que otro bofetón de escaso daño
y nada más.
Por uno de estos últimos, ha surgido un
lance.
Pero suponemos que todo quede en bien
y el domingo de Piñata se dé el último adiós al Carnaval de 1915 sin incidentes
de mayor cuantía.
(El
Progreso, 17 febrero 1915, página 2)
Unos
y otros
El cochero Antonio Rodríguez Perera y
el chauffeur, Domingo Bethencourt, se encontraron con sus respectivos carruajes
en la calle de la Marina,
esquina a la plaza de Constitución, y como ninguno de los dos quisiera retroceder
para poder pasar, se agarraron a pelear, dándose mutuamente mamporros,
resultando el primero con una erosión sin importancia en la nariz siendo
asistido en el Hospital civil.
El
vino
A Domingo Hernández Cordobés se le ha
impuesto una multa de 100 pesetas, por blasfemar en la vía pública hallándose
en estado de embriaguez. Como no pagó las pesetas, pasó 15 días en la Cárcel.
Las ilustraciones: La Opinión, 17 de febrero de
1915, página 2.
(Concluiremos mañana)
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