Ayer, 1 de
julio, tras cumplir con los obligados compromisos caseros de rigor, dediqueme a
leer la prensa digital. Tengo tantos periódicos memorizados en la pestaña
marcadores que en muchos días debo hacer una selección. Máxime cuando el asunto
griego (en los de tirada nacional) y el cierre del pacto (en los editados en
Canarias) cumplieron, con creces, las escasas expectativas con las que me
enfrenté a la tarea. Deben ser los calores estivales.
Los gobiernos
de La Laguna y
Cabildo de Tenerife se han hecho de rogar. Y cada vez tengo menos claro
determinadas posturas a la hora de elaborar programas. Javier Abreu, por el que
no profeso admiración alguna (y a múltiples artículos me remito), experto
veterano en cobrar del consistorio de la Ciudad de los Adelantados (ya lo
engolosinó Ana Oramas inventándose una portavocía de la oposición bien
retribuida), parece no estar conforme con la ‘imposición’ y escenifica su
molestia con la baja en la Ejecutiva Federal
del PSOE. Cuando redacto estas líneas desconozco si su cabreo irá a mayores o
al final entrará por el redil del sueldo. Como todavía no he tenido tiempo de
averiguar si el secretario general de los socialistas de Aguere tiene otro
oficio que le pueda asegurar los garbanzos, deberé esperar a mañana viernes
para que se produzca el desenlace. Intuyo que una primera tenencia de alcaldía
seguirá vistiendo bien y pelillos a la mar. Luego, con recorrer dieciocho mil
medios de comunicación, incluso en horas de trabajo, y soltar unos cuantos
dardos envenenados contra los malvados (y malvadas) que le obligaron a firmar,
o acatar, un acuerdo cuando los otros me ofrecían la alcaldía y el alto honor
de…
Acepta, no
acepta, me quiere, no me quiere… Culebrón de largo recorrido en Grecia. Asunto
de tanta enjundia, que he escuchado de todo. Lo que no soporto son
planteamientos simplistas. Porque las instituciones son algo más serio que los
vaivenes gubernamentales. Y lo que no puede argumentar, pero se hace, y con
demasiada frecuencia, es ignorar situaciones que se critican durante las
campañas electorales. Si se reconoce que los esquemas no funcionan y yo
pretendo alcanzar el poder para cambiar la torna, no se alegue a posteriori que
el particular no va conmigo. En España estamos hasta las narices de herencias
recibidas. Pero ello no condiciona legítimas aspiraciones partidarias. Al
contrario, cada vez son más los que quieren cambiar para dejarlo todo igual. Si
el ayuntamiento de mi pueblo concierta un crédito con una entidad bancaria y se
fija unas condiciones para la devolución del préstamo, contrae unas
obligaciones (revisables, como todo en la vida) a las que deben sujetarse los
futuros inquilinos de las casas consistoriales. Todo lo demás es una farsa, un
engaño. Mañana puedo fundar una agrupación electoral que se base en la premisa
de no pagar deuda alguna a los bancos. Y lo mismo convenzo a unos miles de
incautos, con lo que puedo alcanzar la poltrona en las siguientes elecciones.
Que no, esto es mucho más serio. No persistan en el discurso interesado.
Con los
primeros calores se vuelve a la cantinela veraniega de los incendios
forestales. Y con ello a los recursos que deben dedicarse a su combate. En La Gomera se ha vuelto a
presentar ese avión, que a mí me parece de juguete, que se presta a que las
autoridades vayan a hacerse la foto y a decir cuatro palabras. Las mismas del
año pasado, generalmente. La señora Hernández Bento se enfunda su chaleco
reflectante y se toma un día (otro) de vacaciones. Van con ella sus asesores,
alguno gomero. El susodicho artilugio, que debe cargar en tierra, tiene una
capacidad de tres bidones de esos que vemos en las fincas (un metro cúbico). Y
como conozco la orografía de aquella isla, pues no veo al aparato volando por
aquellos barrancos tan accidentados. Por lo que deberá remontarse unos cuantos
metros. Total, que cuando vacíe su contenido, ni una enchumbadita apenas.
Casimiro reclama un helicóptero de los gordos. En el recuerdo, la falta de
coordinación en la manera de gestionar el último de los habidos. El que asoló demasiadas
hectáreas de aquella joya. Yo sigo sosteniendo que en el apogeo de las llamas,
leche cacharro. Que valgan para refrescar cuando todo haya concluido o para
evitar su propagación en el caso de que lo trinques en sus inicios, callo me
llamo. De resto, acotar y rezarle a la Virgen de Guadalupe.
Hay
ayuntamientos en los que no ha habido quejas de los concejales de la oposición
ante la fijación de sueldos, dietas y otros. Y eso que en bastantes, las
cantidades rayan el escándalo. Si tienes oportunidad, intenta localizar la información
de lo que se cuece en el de Arrecife: dieciséis concejales liberados, los trece
del equipo de gobierno y tres de la oposición. Manda Dimas. Claro, cuando se le
unta los bezos con unos euros y hay asignaciones por grupos, por tal y por
cual, tira pa´lante que todo está bueno. Menos mal que en los tres del Valle,
la crítica ante la excesiva o generosa distribución (dispersión, mejor) de los
mandamases (más que los sueldos en sí) ha sido unánime.
Estuve
echando una visual a un texto que descubría la importancia de la existencia de
las cucarachas para el mantenimiento de la cadena alimenticia en el reino
animal. Algo parecido al papel que juegan las abejas con la polinización. Me
asusté de las posibles consecuencias que la desaparición implicaría. Y me pregunté
si todos los ayuntamientos, como el de mi pueblo, hacen campañas para
erradicarlas metiendo más veneno en los bajos de calles y aceras (le tocó a
Realejo Bajo y ahora a San Agustín), ¿no estaremos poniendo en peligro la
pervivencia de los propios concejales? Yo que tú, Manolo, consultaría a Marrón.
Con ese sueldo podrías añadirle el cometido del estudio de los insectos, alados
o no.
Hasta mañana.
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