Ayer, antes
del diario repaso a la prensa digital, me correspondió una breve sesión de
informativos televisivos mañaneros. Me llamó la atención el amplio despliegue
en torno a la Tenerife Lan
Party (TLP), evento (jolines con el palabro) que alcanza su décima edición y se
celebra en el recinto ferial santacrucero. Ahí se dan cita varios miles de
jóvenes cuya adicción al mundo de la alta tecnología informática es
directamente proporcional al número de horas que se pegan bastantes en una cola
para encontrar un buen lugar donde depositar sus posaderas durante las muchas
horas que estarán con la vista fija en la pantalla. Embobados, que diría alguno
de mis antepasados.
Parece que el
acceso a Internet a una velocidad de 30 gigas fue atractivo irresistible para
muchos de los que padecen afición desmedida. Veintisiete horas esperando a que
abran las puertas solo es comparable con la no menos excesiva dependencia al
baile de unos enanos palmeros. El placer de conectarte y viajar a mayor
velocidad que ese artilugio que acaba de pasar por Plutón, provoca unos
orgasmos de tal gusto que se justifican todas las corridas, perdón, las
carreras para ocupar una plaza preferente.
Como no podía
ser menos, la reportera de la tele autonómica, tras contarnos muchas alabanzas
acerca del compañerismo, apego, afecto, lazos de unión y fraternidad y
dieciocho mil lindezas más, hizo tres preguntas a uno de los participantes. Sus
respuestas, un trío de monosílabos: sí, sí, no. Lo que demuestra bien a las
claras la altísima formación lingüística que se logra en este tipo de
encuentros. Que es la cita obligada donde se refuerzan los sagrados conceptos
de amistad adquiridos en esas longuísimas sesiones ante una segunda caja tonta
y donde se alcanza el necesario dominio idiomático con el que compartir
experiencias. Insisto: sí, sí, no. Como cualquier futbolista o comentarista
deportivo (en la tele precitada hay más de un ejemplar) que usa con desmedida
frecuencia la coletilla “Sí, bueno…”. Estamos alcanzando unos niveles tan
elevados de comunicación que cualquier día de estos nos olvidamos de cómo se
abre la boca para articular unos sonidos mínimamente inteligibles.
Y cuando todo
concluya resta un difícil periodo de adaptación a la vida cotidiana: la
depresión post TLP. Como si no estuvieran treinta horas, o más, al día
enganchados, conectados, dependientes. Nos estamos convirtiendo en unos
apéndices de esas pequeñas máquinas que, por lo visto, nos lo dan todo hecho. Y
yo sin móvil. Mira que soy raro.
Y a estas
alturas ustedes se habrán preguntado lo de los conejos del titular. Te juro que
no guarda relación con el acontecimiento esbozado en las líneas precedentes. Ni
con el que debió sacarse de los pedales el ciclista Froome para sus
exhibiciones pirenaicas. Aunque sí hay un nexo de unión entre teleperos
(participantes en la TLP)
y una supuesta proliferación de los mamíferos lagomorfos: el Cabildo de
Tenerife.
Dicha
institución, según los cazadores (bueno, del que dice ser su representante), se
ha empeñado en acabar con las dianas de sus escopetas. Y de nada valen los
informes que argumentan la peligrosidad (para la biodiversidad, por emular la
geodiversidad del amigo Javier Dóniz) de su propagación, avalados por estudios
y tratados. Sostienen que los elaborados por la Universidad de La Laguna carecen de todo
rigor científico y basan sus afirmaciones en otro confeccionado por la Universidad de Lérida.
Llego a la conclusión de que los ilerdenses saben mucho más de esta especie que
nosotros. Como ignoro en cuál de las dos zonas se reproducen más los gazapos,
debo mantener suma prudencia en el tema. Me imagino que el asunto deberá ser
resuelto por el señor alcalde mi pueblo, experto cazador (no solo de votos), y
profundo conocedor del bicho. En cierta mitin les escuché recitar la fábula de
Iriarte y quedeme asombrado. Qué declamación: “Por entre unas matas, seguido de
perros, no diré corría, volaba un conejo”.
Pues sí,
galgos o podencos, en ello estamos. Nos enfrascamos en discusiones baladíes y
al final nos trincan con las manos en los bolsillos mientras ejercitamos el
órgano muscular situado en la cavidad de la boca.
Hasta mañana.
Ya viernes. Y no olviden que hoy celebramos la onomástica de uno de los nombres
más comunes entre la población femenina: Carmen. Vale, y más de un Carmelo.
Quedan todos felicitados.
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