Uno de los
actuales diputados del Parlamento de Canarias pasa sus vacaciones en La Graciosa. Y da cuenta de su
estancia a través de varias fotografías que cuelga en su perfil de Facebook. En
una de ellas, y porque él lo manifiesta, ya que apenas se le columbra, se puede
observar (intuir) a una persona al volante de un jeep (todoterreno, Land Rover,
como prefieras). Da la impresión de que el vehículo no está en movimiento. Hago
el inciso no sea que su señoría me lo reproche y me acuse de falso testimonio.
Como hace
años que uno se halla inmerso en esta faceta de publicar artículos de opinión,
no será difícil husmear en hemerotecas y otros recipientes o depósitos para
colegir que son varias las ocasiones en las que he sostenido que en La Graciosa hay demasiados
coches. Y que, por lo tanto, entiendo que nos la estamos cargando. Es mi
opinión, oiga, y si usted no está de acuerdo y cree que debe incrementarse el
parque móvil, pues santas pascuas.
No pareció
gustarle al señor diputado que tal parecer lo manifestara en su muro a modo de
comentario, pues al rato el párrafo de marras había desaparecido. Así como
otros juicios que en torno al mismo se suscitaron. Muerto el perro, se acabó la
rabia, habrá pensado.
Un servidor,
no satisfecho con la actitud de un cargo público (si entiende que sus ocios van
al margen de su actividad política, lo que debe hacer es guardarlos en su más
estricta intimidad; si los publicita, sabe a lo que se expone), puso en el propio,
junto a la fotografía en cuestión, esta otra sentencia:
“Si don xxx
cuelga esta foto en su perfil y yo opino que me parece mal mucho coche en La Graciosa porque entiendo
que se la están cargando, es muy libre de eliminar mi comentario (así como
otros que se suscitaron en torno al mismo). De ser cargo público como usted, un
servidor no habría hecho lo mismo”.
Y menos mal
que se me ocurrió guardar la instantánea porque instantes después siguió el
mismo camino que los comentarios eliminados. Debió pensar el político que no
era suficiente con la desaparición del cuerpo del delito y me contestó del
tenor literal siguiente:
Deberías informarte de la regulación de los
vehículos en la isla, y saber que ahora hay un enorme control al respecto y que
cada uno requiere una autorización. Senderos marcados y limitaciones. Las familias
de la graciosa q viven aquí tienen su opinión, no son turistas y han llegado a
acuerdos con la administración. Llevo mas de 20 años viniendo créeme y conozco
bien como ha ido evolucionando la vida. El vehículo pertenece a una familia de
la isla. Aprovechar la foto para opinar sobre el asunto me parece bien, pero no
quiero una polémica donde no la hay. Supongo que vienes mucho a la isla, aunque
nunca hemos coincidido.
Es el ejemplo
típico de confundir el culo con las témporas o el atún con la velocidad. Recuerden
que todo arrancó de la expresión de un simple criterio: Pienso que en La Graciosa hay demasiados
coches. Y si alguno, como el aludido y contestatario, cree que se debe
incrementar el parque móvil de aquel minúsculo territorio (refuerzo lo escrito
más arriba), lo tiene fácil: a legislar al respecto. Ahora tiene la sartén por
el mango.
No es
menester múltiples visitas a la isla, ni habitar en ella de manera permanente,
para declarar lo que considero una obviedad. Mi fotingo, residente en el Realejo,
como yo, también requiere una autorización. Circula, como todos y con limitaciones,
por los caminos marcados. Y conozco, por razones de edad (vaya que sí), cómo ha
ido evolucionando la vida. Y las familias de cualquier pueblo tienen su
opinión. ¿Acaso he preguntado si el coche de la foto es de alquiler, suyo o de
unos amigos? No llega mi curiosidad a tanto. Aunque si me empeño, lo mismo
estoy en condiciones de averiguarlo.
¿Polémica?
¡Oh!, fíjese usted, señor diputado, que ya hace seis días que usted escribió
las líneas que arriba señalé en cursiva y siguen en mi muro sin que me haya
pasado por la cabeza el suprimirlas. Ese gesto bien merece ser ubicado en mi
haber, pero también en su debe.
Un personaje
público (no se preocupe, antes lo fui yo, pero en una época en que la
parafernalia era más bien escasa, por no decir nula) está sujeto a
controversias. Que muchas veces son alimentadas por ustedes mismos. Por ello,
un consejo: procure que su actividad familiar no se vea salpicada por avatares
de otra índole. Si un periodista le saca una foto y la publica, a lo mejor le
viene bien para promocionarse. Pero si se propaga desde su mismo entorno, hay
que acostumbrarse a pagar servidumbres. Máxime cuando se trata de un fondo
medioambiental tan delicado y sensible. ¿Qué pensaría el gran César Manrique de
este tema que nos concita?
¿Polémica?
Percátese de que sí me conviene. Tendría filón para unos días en este canal.
Por mí, a su disposición.
Un diputado canario
veranea en La Graciosa,
que es isla bastante
hermosa:
de la mar, un
santuario.
Mas ante mi
comentario
de haber demasiados
coches,
pensaría: Son
reproches,
no se admiten
disensiones;
como si dar opiniones
fuese cuestión de
fantoches.
Hasta mañana.
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