Ayer por la
tarde, próximo a las ocho y media, que hubiese dicho mi madre de estar con
nosotros, se reunieron varios concejales del equipo de gobierno del
ayuntamiento de Los Realejos en una conocida cafetería de una gran superficie
(se predica con el ejemplo) para comentar de manera distendida las opiniones
que se escuchan por el pueblo acerca de las desapariciones del alcalde. Al rato
de haber iniciado la conversa, y cuando estaban dilucidando el cómo evitar la
cada vez más notoria capacidad de propagación de un medio subversivo –en clara
alusión a este blog–, los sorprende el señor Domínguez (quien había sido
avisado por los vigías de turno apostados en El Monasterio).
Con evidentes
caras de circunstancias, lo invitan a tomar asiento para que se eche su leche y
leche. Tras las mentiras de rigor, de parte y parte, desaparece (verbo escafidir, lenguaje muy coloquial) de la
escena casi todo el elenco de actores (y actrices), quedándose solos (que se
las arreglen) en la platea (o donde sea, da lo mismo) Adolfo y Manolo, Manolo y
Adolfo, los auténticos protagonistas de este entremés. En verso, al más puro
estilo de los genios clásicos, salvando las distancias, líbreme Dios.
Siento
defraudarles porque solo tuve acceso a un fragmento muy similar a lo acontecido
con don Juan y doña Inés. ¿O no es verdad, ángel de amor?
No me fastidies,
Manolo,
con tantas
delegaciones,
son muchas las
ocasiones
en que me encuentro
muy solo.
Trabajo más que
Bartolo,
el de la flauta del
cuento,
mi cabreo va en
aumento
pues cada vez vienes
menos,
voy hacia abajo y sin
frenos
y un día de estos
reviento.
Adolfo, no te
molestes
y piensa en tu
promoción,
bendice cada ocasión
cuando en la noche te
acuestes.
Si tú vas echando
pestes,
Noelia ya pide paso,
tú sabes que en todo
caso
yo soy el que aquí
dirige
y en este partido
rige
como sabes el dedazo.
Con discursos no me
vengas
y en el Realejo
pensemos,
porque a las gentes
ya vemos
molestos con las
arengas.
No les importa que
tengas
muchos calderos al
fuego,
y que tomes como un
juego
tantas idas y venidas
con tareas
compartidas
para bien nutrirte el
ego.
No me gusta, bien lo
sabes,
que me traten por las
bravas,
ni que nadie ponga
trabas
al discurrir de mis
naves.
No quiero que tú me
alabes
pero me debes
respeto,
pues si en esto no te
meto
serías mero docente,
sin tener otro
aliciente
que lidiar mucho
paleto.
Tus ambiciones te
ciegan
y ves en mí tu
enemigo,
cuando yo solo te
digo
que votos no se
trasiegan.
Si las plantas no se
riegan
con el tiempo se
marchitan
y si del campo se
quitan
elementos que dan
vida,
la batalla está
perdida
y al entierro te
concitan.
Te falta mucho
rodaje,
estimado Adolfo mío,
para que ganes en
brío.
debo seguir con mi
encaje.
No te cobraré peaje
por cargos
accidentales,
te serán
fundamentales
cuando vuele yo más
alto,
que buenos riegos de
asfalto
abren puertas
principales.
Cuando se
bajó el telón, debía ser cerca de la medianoche. Puede que no les haya dado
tiempo de quemar los últimos cartuchos. Ni siquiera quedaron para la próxima
porque al segundo le restaban aún tres días como delegado, por decreto.
Todos se
removieron en sus asientos en la vuelta a casa (esta vez sin zeta). Iban
despacio, con una marcha superior a la normal. Y para sus adentros dijéronse no
tenerlas todas consigo. Algo se mascaba en el ambiente, desde la Cruz del
Castaño a San Vicente. Mucho se escucha ahí afuera, desde Icod el Alto a
Toscal-Longuera. Existe una sensación extraña, desde Tigaiga hasta La Montaña…
Hasta mañana,
viernes otra vez. Cómo pasa el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario