Vayan
preparando la leche de burra. Completen el hatajo (hato, rebaño, redil) de
asnas nodrizas cual una Popea cualquiera (más de quinientas, a poder ser), y
ordeñen a mansalva que la figura quiere darse más baños. Y salir terso,
estirado, de piel culito de niño. Pásenme el espejito mágico. Soy guapo de
cojones. ¡Uy!, qué digo, de cataplines, que me pueden estar oyendo.
Qué mala
noche. Otra vez. Vivo sin vivir en mí. Duermo raro. Me despierto ídem. Sueño
que estoy en una campiña, perdón, mil excusas, en una campaña (a repetir pata,
peta, pita, pota, puta unas mil seiscientas veces). Distingo tropecientos
cargos públicos en horario de mañana (y tú, a pagar, calladito). Aplauden a
rabiar a uno que lee papeles. Que apenas levanta la cabeza no sea que se le
pierda el renglón. Sí, sí, allí, en primera fila, está el ungido, un tipo que
no se fabricó en un cuarto de hora. Efigie, hechura e icono. Mentiroso tuitero
compulsivo, conseguidor nato, revulsivo de un norte desasistido, luz de luz, de
la misma naturaleza, por quien todo fue hecho. Qué mento o escribo, rácano de
mí, y del naciente, y del poniente, y de la zona meridional. Autobombo (elogio
desmesurado y público que hace alguien de sí mismo) fotográfico, estilo álbum
de bodas (o uniones civiles, pero no del mismo sexo porque los hombres somos
hombres y mucho hombres). Voy a morir de éxito. Mecachis, que guapo soy.
Billetes y
gastos múltiples (de todos) que abonan religiosamente Parlamentos y Gobiernos
en todos sus escalones, aun en época de vacaciones. Nadie renuncia a nada.
Quimeras de tantas veces el salario mínimo, cuando el resto no toca en la
puerta de Cáritas. Renuncias a escaños para seguir percibiendo mensualidades
extras. Millares de palmeros (que dan palmas o que aplauden al dictado) en
recintos sin observadores neutrales; lo más, medios de comunicación con más
sesgos (torcimientos de una cosa hacia un lado) que muescas en la culata del
revólver del fulano (Juan Vaina).
Vuelvo a
dormir. Soñar tranquilamente debajo de los sauces, mecido por los suaves
arrullos de un querer… No me niegues, primavera, un rayito de ilusión. Ya no
soy casta. Dejé de serlo o se me quitó cuando se tornó más socialdemócrata el
mensaje. Darle hostias al tío hasta en el carné de identidad. Emitamos
seudópodos, fagocitemos. Desnudemos para luego reciclar sus vestimentas. Los
unos por una banda, los otros por la de enfrente. No es tan malo el
bipartidismo si portamos el cuchillo del reparto.
Prometamos,
elevemos propuestas, sin reservas, que todavía no es nuestro tiempo, cantan los
hijos de la furia en la grada siniestra. No hay suficiente dinero en la caja
para que vuelva a gobernar la izquierda, se escucha por la megafonía del campo
de batalla. Y los diestros corean enfervorecidos eslóganes bancarios. Parole,
parole, parole, soltanto parole, parole tra noi.
Blanco (como
la espuma), azul (como la mar), amarillo (como las rubias arenas). El mar. La
mar. / El mar. ¡Solo la mar! ¿Canarias? Sí. Qué libre campo es el mar, / nadie
lo asurca ni siembra, / ni tiene majanos blancos, / ni tiene lindes ni aceras.
Internet es
un enorme baúl. Ahí encontrarás, a buen seguro, los autores de aquellos
fragmentos que has pensado, y con razón, que no son míos. Porque nosotros, los
canarios, somos diferentes. Deduzco que más torpes. Consecuencias de un
¿nacionalismo? mendicante que se pone a cantar isas al costado de cualquiera de
los leones de San Jerónimo. Un día en el de la izquierda, y al siguiente en su
hermano gemelo. Da lo mismo. Siempre ha dado lo mismo. Y como en la presente ocasión
disfrutaremos de infinitas voces del norte, retornaremos a los gloriosos
momentos de la Yeoward
Lines. Y Binter pasará por el aro. Como cada cuatro años.
Qué fácil es
prometer. Qué sencillo es engañar. Qué simple encontrar una diana. Que no, no
pienses que voy por ahí. Eso lo dejé meridianamente claro el pasado viernes. Y
muchos más analistas de porte que también se han mosqueado con esta guerra sin
cuartel.
¿Te acuerdas
de Paulino Rivero, no? Al que el periódico El Día machacó con toda crudeza y
ruindad. E involucró a su familia en supuestos sucios manejos y negocios
americanos. El rotativo fue perdiendo en todas las instancias judiciales y
ahora el Supremo ha zanjado definitivamente la cuestión en 100.000 euros. Más
las costas, entiendo. Chiquita herencia dejó don José a su hija Mercedes. Y los
dos colaboradores de aquellas incendiarias proclamas, que ahora navegan por
otros mares, han perdido la memoria –las hemerotecas, no– hasta el punto de
convertirse en blancos e inmaculados corderos. Yo no fui, padre celestial, es
más, aconsejé al viejo para que caminara en otra dirección. Como ya no está,
leña al mono (expresión coloquial). Aunque de fotos con simios saben la tira.
El post
anterior comenzaba con magos y este concluye de igual manera. Casualidades.
Tranquilo, ya solo quedan cuatro días de campaña. Sé fuerte, Pedro. No se van a
conformar con cogértelos, sino que te los van a retorcer en el fragor de la
batalla.
Sean felices
y mediten que está mucho en juego. Aunque yo no debería quejarme porque como
este trabajo está bien retribuido, pasaré a quedar exento del IRPF.
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