Este pasado
domingo, 6 de diciembre, Día de la Constitución, me fui hasta La Perdoma porque los amigos
de la Agrupación
Folclórica de Higa me habían invitado, como cada año, a la Convivencia.
Celebración en la que conmemoran los orígenes del grupo, allá
por los finales de 1979 (aunque oficialmente datan su nacimiento el 14 de
febrero de 1980, con motivo de su primera actuación en público) y el
aniversario de la inauguración de su local social, el remozado secadero de
tabaco, en La Marzagana.
Si estos
perdomeros fueran más ‘ambiciosos’, se hubiesen buscado cualquier foto de la
romería villera y se habrían equiparado a otros veteranos del folclore para
presumir de una trayectoria más larga. Pero, a lo peor, el gran cura salesiano,
don Víctor Rodríguez (cuya intensa y fecunda labor es recordada en la
actualidad desde la fundación que lleva su nombre), les llamaría la atención
desde su tumba porque él también agarró el timple para subirse al escenario en
Cañeño, aunque debiera esconderse detrás para que nadie se percatara de sus
escasos dominios con el camellito sonoro.
Allí, en el
Balcón de Higa, tuvimos la oportunidad de hablar largo y tendido, de
intercambiar pareceres, con quienes fueron compañeros de viaje hasta que me dio
por colgar el instrumento hace unos inviernos. ¿Por qué te ríes? Con los que
sigo teniendo una excelente relación, fruto de la cual son estos encuentros
para compartir mesa y mantel.
Francisco
Linares no acudió este año a la cita. Tenía catarro, fue la disculpa que
argumentó Eduardo. Yo no me lo creí. Me parece que él (Eduardo) tampoco. Con el
concejal hablé varios minutos. Nos dio tiempo de arreglar muchos asuntos del
panorama del Valle. En la próxima, a buen seguro, acabaremos con lo que nos quedó
pendiente.
Ya que doña
Ana Oramas estaba colgando en la farola de enfrente, colegimos en qué joven se
encuentra. Los años no pasan por ella. Unas arrugas sin importancia se signan
en aquel retrato de colegiala. Nadie diría que apenas lleva unas cuatro décadas
ordeñando la teta pública. Coño, la campaña, que no me acordaba. Ahora sí me
cuadra el resfriado de Francisco, el alcalde de las doce horas diarias a piñón
fijo, y aspirante a senador. Cargo en el que piensa echarle las otras doce. Y
otras tantas para dormir, comer y atender a la familia. Basta una proposición de
ley y el día pasará a contar con un mínimo de 40 horas. Bueno, no solo fui yo
el que comentó la escasa seriedad en asuntos que atañen la inteligencia del
elector y las veleidades políticas en cuestiones de duplicidad de cargos.
Sobrados, superhéroes, extraterrestres, supermanes… ¿Y nosotros? Idiotas,
ingenuos, soplagaitas, gilipuertas…
Comimos,
bebimos, charlamos y nos entretuvimos. Hasta que nos fuimos. Pero en la calle,
seguimos. En la rotulada bajo el nombre de Onelio García, el padre de Juan, el
de Tipografía García, echamos la (pen)última conversa. Que se ocupó de
sacristanes y zapateros. Y de cuando se excavó la tumba donde se inhumaron los
restos de don José Ponte.
A la misa
previa no fui. A mi edad ya no estoy para tantos trotes y uno debe elegir entre
las varias posibilidades. Me pareció más conveniente y oportuna la comida del
cuerpo. La espiritualidad sigue bajo mínimos y ante la inseguridad, ya se sabe.
Así que la opción gastronómica me pareció más convincente.
También
hablamos de pensiones, mejor, de cómo desciende peligrosamente el nivel de la
hucha. Y de periodismo con un estudiante de la cosa. Hasta el amigo Humberto
tuvo su huequito.
Como alguno
siempre reprocha ausencias de ediciones anteriores, vaya en mi descargo que
solo ocurre ello cuando me hallo fuera de la isla. Porque el cuerpo a veces se
pone bobo y pide viajes. Y yo me limito a complacerlo. Y este puente, o
acueducto, se presta. Lo positivo es que ya uno se encuentra en el periodo de
poder elegir los días que te convengan. Y, normalmente, huye de aquellas fechas
en que las salidas son masivas. Como ha sido ahora, sin duda.
Para los ‘celebrantes’,
los versos de rigor, junto al deseo de que continúen en la brecha. Los tiempos
son difíciles y las actuaciones brillan por su ausencia. Pero que la constancia
supere todas las adversidades. ¡Ah!, asimismo hablamos (poco, la verdad) del
Festival Arautápala. Y hasta aquí puedo leer.
Estuve de Convivencia
en La Perdoma con Higa,
un grupo de gente
amiga
que con tesón y
paciencia
acumulan experiencia
en el mundo del
folclor;
permítanme que en su
honor,
con la décima
presente,
el humilde verso
aliente
un futuro de
esplendor.
Hasta mañana.
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