En algo tenía
que entretenerme durante la tarde de ayer mientras uno permanecía a la espera
de resultados. Pensé, incluso, redactar cualquier comentario al respecto. Pero
son tantos los especialistas que pululan por los medios de comunicación al uso,
por redes sociales y por todos los resquicios que Internet te permite, que
decidí dejarlo. Qué va a hacer uno ante tanto lumbrera.
Tan
inteligentes son, tan preparados están y como saben de todo, escuché a uno este
pasado viernes en una emisora de radio señalar que si ponías una sola cruz
(señalabas a un único candidato) en la papeleta al Senado por Tenerife, tu voto
era nulo. Todo ello a raíz de aquellas que circularon en Santa Úrsula para
promocionar a Milagros en detrimento de Alarcó. Cuando uno observa el lucimiento
de ejemplares tales, tertulianos para lo que haga falta, considera que lo mejor
es recular y dedicarse a cultivar orejas de burro. Todo sea dicho (escrito) sin
dobles ni triples, aunque ganitas sí me dieron.
Me fui al
sitio oficial del ayuntamiento de mi pueblo y me distraje un fisco. Compruebo,
en primer lugar, que el denominado registro de intereses no quiere mostrarnos
absolutamente nada. Porque lo del pulse aquí constituye una auténtica tomadura
de pelo. Puede que al señor alcalde no le convenga publicar si forma parte de
algún entramado empresarial y que pueda suponer incompatibilidad con su
dedicación exclusiva al cargo. ¿Se puede saber por qué esbozaste una sonrisa
cuando escribí lo de dedicación exclusiva? Pillín, que eres un pillín.
Después me
alongué al apartado que contempla el currículum de los miembros de la
corporación. Y en la relación de ocupaciones de los componentes del equipo de
gobierno priman cargos ostentados durante sus etapas políticas. Bueno, cada uno
lo llena con lo que buenamente pueda y ya sabemos que la profesionalización en
el sector público alcanza cotas escandalosas.
Me llamó la
atención uno que ponía “Licenciado en Dirección y Administración de empresas en
la especialidad de Marketing por la Escuela Superior de Management y Máster (la tilde
la añadí yo) MBA por la
Universidad de Wyoming”. Chacho, cómo viste eso. Tanto como
aquellos que se iban a cursar una carrera en Irlanda hace unas décadas. Para lo
que era cuestión fundamental tener dinero. Lo demás venía por añadidura. Ya saben
que el cariño verdadero ni se compra ni se vende, pero al resto basta ponerle
un precio.
De otro entresaco
lo siguiente: “Realizó sus estudios básicos pasando con posterioridad a la Universidad de La Laguna donde se
profesionalizó”. Ños, este sí que me dejó patinando y no por las cuatro gotas
que estaban cayendo y las gomas lisas. En una universidad, como notorio es, se
obtiene un título. Bueno, si terminas los estudios. Y con él bajo el sobaco
sales de las aulas con una mano delante y la otra detrás. Antes, en mi época,
era más fácil valerte del diploma para alcanzar el codiciado puesto de trabajo
(la profesionalización) que te asegurara los garbanzos, labrarte un porvenir,
casarte y demás efectos colaterales. Pero argumentar que uno se profesionaliza
en el centro docente, que alguien me lo explique.
Según el
DRAE, profesionalizar significa dar carácter de profesión a una actividad. O, y
este no es el caso, convertir a un aficionado en profesional. Así que el edil
que se profesionalizó en la
Universidad de La
Laguna debería explicarse un fisquito más. O un mucho mejor.
No me gustaría pensar que a lo peor se ha venido presumiendo de una titulación
académica sin haberla conseguido. No lo creo, pero como se han visto cosas
peores en el devenir de la democracia con arribistas que lo único que sabían
era trepar, uno se queda al menos pensativo. Si yo sostengo, y mil excusas por
ponerme de ejemplo, que fui técnico (las nuevas tecnologías me han desfasado
los méritos) en transistores, radio y televisión, tendré que sacar, como
mínimo, las acreditaciones de CCC (Centro de Estudios a Distancia, que no
Compañía Cervecera de Canarias). Hice otros cursos veraniegos bajando aceite
para los motores de Gordejuela, pero no me dieron diploma. Pero me hicieron
rico con 50 pesetas semanales (las otras 100 eran para mi madre). Al cambio, 30
céntimos. Los tiempos han cambiado. ¿Crisis en aquella época? Nos quedábamos,
si persistimos en las comparaciones, en miseria.
Me temo que
mañana martes sea tarde para las valoraciones. Y como estaremos pendientes del
sorteo de lotería que menos dinero da en todo el año pero que los bombos nos
vuelven locos, nos conformaremos con las opiniones interesadas. De las que se
deduce que nadie perdió. Nada nuevo bajo el sol.
Hasta la
próxima.
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