Como hoy
hacemos la entrada número 1898, estuve echando una visual a papeles viejos.
Hice un repaso por los acontecimientos de aquel año en que perdimos Cuba y
Filipinas y del nacimiento de una generación (la del 98) de escritores que
brillaron con luz propia. Y en ese contexto histórico me acordé de un buen
tocho (Prensa y educación en el Norte de Tenerife entre la I y la
II Repúblicas) que no ha visto la luz
porque ya estoy viejo para ir a llorar a las instituciones a ver si ponen los
euros. Los buenos amigos de Tipografía García siguen a la espera por si la Primitiva nos da algún
día una sorpresa. Y bien lo sabe Pepe Herrera porque lo mismo nos alcanza para
nuestra incursión en el mundo de las décimas.
Así que
agarré un fragmento de uno de los tantos capítulos del trabajo y helo aquí. El
periódico majorero aludido es de hace más de un siglo. Los procesos siempre son
cíclicos. Ahora mismo hemos retornado a la conveniencia e importancia de la
leche materna. Bueno, sin más vamos allá:
La Aurora[1] recoge
en ‘Cartilla para las madres’ los consejos de un doctor bajo el epígrafe de es deber sagrado de toda buena madre
amamantar á su hijo. Creo interesante el reproducirlo al menos por dos
razones. Una, porque la diferencia con época recientes es escasa. Dos, porque
las condiciones sociales de la mayoría de la población quedaba muy lejos de las
recomendaciones efectuadas. Los que vivimos tiempos del “cajón de madera”, a
modo de “parque infantil”, atisba los consejos médicos muy alejados de la
realidad. Ni siquiera, se me antoja, que la posibilidad del envoltorio, último
eslabón de la cadena de utilización del papel de periódico, podría valer dada
la escasa alfabetización. Ésta era la docena de consejos:
1. Haz lo
posible por criar a tu hijo. Mas si tu leche fuera escasa o de mala calidad,
recurre en el primer caso a la lactancia mixta (pecho, biberón), y en segundo a
una buena nodriza. Tan solo cuando te sea absolutamente imposible una u otra
forma, entonces emplea la lactancia artificial (biberón), pero bien reglamentada.
2. Sea cual
fuera el procedimiento que adoptes, no darás al niño el pecho o el biberón sino
cada dos horas los tres primeros meses, y luego de tres en tres horas durante
el día, y una o dos veces, a lo sumo,
por la noche; así podréis los dos descansar mejor. Procura siempre que no quede
harto, porque el niño que toma más leche, que la que a sus edad corresponde,
está muy expuesto a enfermarse. Después que mame no lo acuestes nunca boca
arriba, sino de lado, prefiriendo el derecho.
3. Ten
siempre muy limpio su cuerpo, sin olvidarte de la nariz por dentro para que
pueda respirar bien[2].
4. Sácalo de
paseo; si puedes, diariamente, eligiendo las horas de sol en invierno; jamás de
noche, ni aún en verano.
5. Vacúnalo
tan pronto cumpla tres meses. Hazlo antes si se presentase epidemia de viruela.
6. Pésalo
cada ocho o quince días, pues nada te dirá como la balanza pesa niños el
verdadero estado de nutrición de tu hijo.
7. En cuanto
surja la menor descomposición de vientre, avisa enseguida al médico, pues la diarrea
en el niño es tan temible como la tuberculosis en el adulto.
8. Es
indispensable que hasta los tres años lleve el vientre cubierto (también en
verano) con una faja de franela fina ligeramente atada.
9. La
dentición es un acontecimiento natural casi siempre, que en los niños bien
criados rarísima vez produce trastorno grave en su salud.
10. El
alimento del niño durante los diez primeros meses debe ser exclusivamente la
leche. Después emplearás las sopas (hechas con agua y sal o con leche) y los
huevos. Más adelante las sopas con caldos, los huevos y pescados blancos; huye
de darle sustancias que contengan grasa antes de los quince meses; no le des
carne hasta que cumpla los tres años. El vino le es perjudicial.
11. Procura
que tu hijo, hasta la edad de cuatro años, duerma bastante: doce o catorce
horas, por lo menos; su excitable sistema nervioso así lo requiere. Pero no le
acuestes nunca con otra persona, ni aún contigo misma, pues el niño debe dormir
siempre solo en su cuna.
12. En
resumen: cuida de que no coma ni beba nunca con exceso, ni tampoco entre sus
comidas regulares; así le evitarás los trastornos gastro-intestinales
(indigestión o diarreas), que son la principal causa de la enorme mortalidad de
la primera infancia.
Lo malo, como
se adivina, es que un siglo atrás pocos hogares podían permitirse determinados
lujos. Y las labores cotidianas para la mayoría de las madres no dejaban
resquicios en sus horarios para la debida atención de los pequeños. Las
penurias, desgraciadamente, se extendieron casi hasta el otro día mismo. De
infancias difíciles entre plataneras saben, y mucho, mis queridos Pepillo y
Juanillo.
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