4.2. Aculturación: pérdida de lo autóctono
El mundo es un pañuelo. Lo que ocurre en cualquier recóndito lugar
del planeta, se sabe, casi al instante en el extremo opuesto. Por eso, los
diferentes grupos humanos comparten características comunes. Estamos inmersos
en dinámicas de préstamos, en permanentes intercambios de culturas.
Así nos podemos encontrar con la aculturación, por la que las
costumbres del pueblo "invadido" son borradas por las del pueblo
"invasor". Existe, además, la transculturación, intercambio de
elementos entre los pueblos que se ponen en contacto.
En Canarias, por las razones ya aludidas de punto de encuentro
entre tres continentes y, por consiguiente, asimiladora de numerosas culturas
que han ido dejando su impronta a través de los siglos, nos hemos encontrado
con un proceso de aculturación bastante notorio. Sin olvidar, claro está, el
importantísimo fenómeno de la emigración, que ha dado lugar a un trasvase de
elementos, sobre todo con América.
El turismo, qué duda cabe, ha supuesto enormes beneficios para el
pueblo canario. Pero, como contrapartida, esa influencia ha ido dando lugar a
un proceso de valoración negativa de nuestra cultura tradicional.
Nuestras
pautas culturales no tienen por qué ser las mejores, pero tampoco resulta nada
práctico situarse en el polo opuesto del autodesprecio, porque del afán por
"engullir" elementos comportamentales e ideológicos de otras
culturas, puede producírsenos una desagradable "indigestión cerebral"
que acabe por borrarnos de la memoria, destruyendo la herencia social de los
canarios: todo aquello heredado de nuestros antepasados y que se ha
desarrollado a través de los siglos, en función de los determinantes
históricos, económicos y ecológicos que definen nuestra particular
idiosincrasia insular[1].
En Tenerife se produjo una gran emigración del campo a la ciudad y
a las zonas de expansión turística. Con ello el folclore se degradó. Muchos
grupos se han visto obligados a "cantar y tocar para los turistas",
como casi único medio para subsistir económicamente. Solo en las islas que no
llegaron a perder su carácter rural se conservó el verdadero folclore.
El ir corriendo de hotel en hotel –varias actuaciones en una
noche– fue dando lugar a que los temas interpretados fueran perdiendo fuerza,
careciendo de interés, haciéndose repetitiva hasta la saciedad.
En los
repertorios de los grupos comenzaron a entremezclarse canciones típicas con
canciones de moda parranderas en boga en la España peninsular[2].
Este particular se refleja, asimismo, en la opinión de los
entrevistados. Interpretar para el turismo suele ser el camino más corto
para degenerar los números folclóricos, manifestaba con todo acierto
Juan de la Cruz.
Son
muchos los autores que han coincidido en su opinión sobre la negativa
incidencia que la avalancha turística causó en el folclore canario. Para
comprobarlo no hay nada más sencillo que hacer un recorrido nocturno por los
diferentes establecimientos hoteleros de Puerto de la Cruz. Podrá verse de
todo. Hay honrosas excepciones. Pero lo normal, lo más abundante,
desgraciadamente, los grupúsculos de "ir a escapar", realizando
auténticos maratones para conseguir unos duros cada noche.
Va una breve muestra de pareceres acerca de esta influencia de los
"bárbaros" en nuestro acervo histórico-cultural.
En la larga
caminada histórica de aculturación y transculturación del pueblo canario, mucho
de lo auténtico se ha perdido; sin embargo, creemos que queda mucho por hacer,
mucho que rescatar.[3]
Transculturación:
indiscutible mestizaje de nuestro folclore, resultado de la influencia
peninsular ibérica, europea, africana y americana, amén de ese sustrato
aborigen, presentido y no siempre claro.[4]
Los países
que se ven pacíficamente invadidos por grandes oleadas de turistas,
pertenecientes a culturas y credos diferentes, sufren modificaciones e
influencias en sus pautas de vida que pueden llegar a convertirse en
permanentes. Se genera así una nueva cultura en la que se ha perdido parte sustancial de la cultura autóctona y se
han homogeneizado los comportamientos.[5]
Aculturación:
Proceso por el que las poblaciones primitivas entran en contacto con sociedades
más avanzadas culturalmente. En el caso canario, las agresiones
"transculturativas" se realizan desde cuatro planos
interrelacionados: biótico, ecológico, socioeconómico y cultural.[6]
Queda fuera de toda duda el que Canarias ha sido siempre abierta
hacia el exterior. Con la aparición del "boom" turístico, con la
presencia masiva de miles y miles de visitantes, la sociedad sufrió un cambio
radical. El turista aportaba divisas, pero también hizo cambiar el esquema
musical isleño. El joven, atraído por la industria discográfica, las tiendas de
los indios que ofertaban tocadiscos con precios atractivos, los primeros
ahorros como botones, pinche o lo que fuera, Los Beatles, Elvis o Paul Anka, es
colonizado culturalmente. Se olvida de su propia canción, sumergido en una
profunda crisis de identidad.
Llegan los avispados de turno y montan un "folclore
canario" a base de exaltar las bellezas de las islas con una serie de
eufemismos que rayan en la cursilería.[7]
Lo malo es que ni siquiera con la aparición de Los Sabandeños, la
situación cambió. A la pregunta realizada en las entrevistas, en relación a los
grupos y música que se ofrece en los establecimientos hoteleros, todos los entrevistados
coinciden: no es precisamente una buena muestra de recreación de nuestro
folclore. La tendencia generalizada es la de, como ya señalamos, ir a escapar.
En todo: música, letra y vestimenta.
Y cuando un
grupo, de los serios que aún quedan –y bastantes–, pretende realizar una
actuación, sin tener en cuenta quién se encuentra delante, haciéndolo como
siempre lo ha hecho, con rigor, seriedad y explicando cómo y por qué lo hace de
tal o cual manera, se encuentra con el inconveniente, a veces insoslayable, del
arrinconamiento en cualquier esquina, sin espacio físico en el que los
bailadores puedan efectuar sus evoluciones, porque "prima el
negocio". Pero mejor que yo lo han expresado quienes en las entrevistas
han opinado al respecto. A ellas –y a ellos– me remito.
(Continuará)
[1] Benito
Cabrera. El folklore de Lanzarote.
CCPC. 1990. Página 29
[2] José
Manuel Abreu. La canción en Canarias.
CCPC. 1988. Página 23
[3] Francisco
Tarajano. Canarias canta (II).
CCPC. 1994. Página 12
[4] Elfidio
Alonso. Estudios sobre el folclore
canario. Edirca. 1985. Página 7
[6] Gran
Enciclopedia Canaria. Tomo I. Ediciones Canarias. 1994. Página 57
[7] Diego
Talavera. Folclore y canción.
Biblioteca Popular Canaria. 1978. Página 75
No hay comentarios:
Publicar un comentario