7. Casa de Carta: una experiencia a
mostrar
7.1. Introducción
En
las entrevistas a Juan de la Cruz y a Juan López se habló de Casa de Carta. Más
en la del primero que en la del segundo. Juan de la Cruz me realizó una
detallada exposición de esta joya de la arquitectura tradicional canaria. Y en
ella se encierra mucho y bien de nuestro pasado.
Días
después de haberse llevado a cabo la conversación, cuando rondaban por la mente
de quien esto suscribe las ideas para engarzar los eslabones que habrían de
configurar el trabajo, me planteo el porqué el Cabildo Insular de Tenerife, tan
preocupado por la promoción de la isla en el exterior, no echaba mano de este
elemento fundamental para darlo a conocer a los visitantes interesados en la
cultura tradicional isleña. Porque en el sentir de los entrevistados, y en el
mío propio, se encuentra patente esa posibilidad; sobre todo para el turismo del
Norte, que no se limita a aquel de playa, bocadillo y cerveza.
Es
una labor que puede comenzar a desterrar viejas costumbres, viejos pecados,
incluso de la propia institución que empleó los millones necesarios para su
restauración. La más grave, quizás, la de "botar el dinero", como
decía Cándido López, otro de los entrevistados. Que no solo es importante el
que los escolares conozcan la cultura popular canaria, sino que, además, la
imagen que traslademos al exterior sea fiel reflejo de la misma y no burdas
imitaciones.
Va
mi intención en el presente capítulo hacer una reseña de la Casa de Carta de
Valle Guerra, magnífico modelo de la arquitectura rural canaria, museo
etnográfico, dependiente del Cabildo Insular de Tenerife, y abierto al público,
pero que, a pesar de varios años de existencia, sigue siendo un gran
desconocido para los tinerfeños y, por ende, de los miles de visitantes que
acuden a la isla en busca de algo más que de sol. Ojalá los organismos
relacionados con ese sector primordial en la economía canaria, se percaten de
que aquí tienen un motivo de atracción e instrucción. Parece que la
"fiebre" inicial ha dado paso
a un grave período de inactividad. Una muestra lo constituye la
"guagua de los trajes", a la que parece habérsele acabado el
combustible y permanece aparcada en las afueras del museo como símbolo de la
inutilidad de los políticos.
7.2. La Casa de Carta: modelo de la
arquitectura rural canaria
La
Casa de Carta (Valle Guerra, La Laguna) debe su nombre a la familia de los
Carta. Esta, en la primera mitad del siglo XVIII, compró el inmueble a los
entonces dueños del Valle, la familia de los Guerra. Según todos los indicios,
parece ser que las condiciones de la casa eran bastante lamentables, por lo que
los compradores se vieron en la imperiosa necesidad de levantarla casi en su
totalidad. Por ello, la arquitectura actual es el producto de los añadidos que
se realizaron en aquel siglo y siguientes. Es esta la razón de que el proceso
de construcción no puede ser delimitado de una forma clara.
Finalizaba
la década de los setenta del actual siglo, cuando el Cabildo de Tenerife opta
por la compra del edificio con la finalidad de convertirla en Museo. El
arquitecto encargado de la restauración, Sebastián Matías, tuvo ante sí una
ardua faena.
Al
igual que ha ocurrido con magníficos ejemplos de arquitectura canaria (la casa
de la Hacienda de La Gorvorana en Los Realejos puede ser otro significativo),
los sucesivos añadidos, para acondicionarla como vivienda, acabó con enmascarar
de tal manera el estilo original, que se convirtió, como en otros tantos casos,
en una pequeña ciudadela en la que convivían varias familias.
Cuando
antes aludía a la Casa de La Gorvorana, lo hacía porque en la misma ha ocurrido
tres cuartos de lo mismo. Y el autor de este trabajo, que habitó en la misma
durante veinte años, conviviendo con más medianeros de la finca de platanera,
ha observado, tras otros veinte años de haberla abandonado, cómo el deterioro
ha seguido en aumento, no solo por el lógico paso de los años, sino por los
reiterados "remiendos" que se le han venido haciendo, con el fin de
irla reconvirtiendo para usos bien diferentes.
El
ímprobo trabajo (derribar infinidad de tabiques, falsas cubiertas, descubrir el
primitivo patio..., con el asesoramiento inestimable de Adrián Alemán de Armas)
dio, por fin, el fruto deseado: ese singular modelo de arquitectura canaria que
te encuentras a la margen izquierda de la carretera, que desde Tacoronte nos conduce
a Punta Hidalgo, pasando por Valle Guerra, Tejina y Bajamar.
Se
plantearon varias alternativas, hasta que el Cabildo (26-marzo-1982) aprueba
una moción del entonces consejero José Segura y la dedica a Museo Etnográfico.
El
profesor Galván Tudela y un equipo de colaboradores –entre los que destaca Juan
de la Cruz Rodríguez, uno de los verdaderos padres de la criatura, que mucho y
bien aportó al presente trabajo, con una entrevista de la que pude extraer
muchísimas conclusiones– se encargan de concretar el proyecto y comienza la
labor de recopilación de los diferentes materiales que lo iban a conformar.
Pero
el indudable acierto del Cabildo, que supo dar respuesta a la creciente demanda
del pueblo sobre sus señas de identidad, esa contribución a la revitalización
de la cultura tradicional, esa recreación de lo "nuestro" en esta
nueva faceta cultural, no ha tenido la debida continuidad. Se creó el Museo y
en él se recoge una muestra fehaciente de la cultura tradicional. Se estimó
oportuno que las tradiciones y costumbres de nuestro pueblo no se convirtieran
en un fósil. Y a fe que se logró.
(Continuará)
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