Arrancamos en octubre de 2009, con la jubilación recién
estrenada, y siete años después el barco atraca de manera definitiva. Pero ya
otro velero se halla dispuesto para la partida. Y de esos nuevos vientos tendrán
constancia ustedes en breve. Porque es menester un pequeño reposo para el
repaso. No se preocupen, no obstante, apenas unos días y “Desde La Corona”,
donde quedará instalado nuestro observatorio, escudriñaremos horizontes no tan
lejanos, vigilaremos los quehaceres de los cargos públicos por si son
acreedores de reproches e intentaremos seguir en la brecha. Consciente de que
quienes se sitúen en el punto de mira se pasarán todo el día refunfuñando y,
con toda probabilidad, manifestando ‘qué necesidad tiene el jubilado ese de
estarse metiendo donde no le llaman’. Pues sí, la tengo. Y me temo que
coinciden bastantes con mis apreciaciones. Que uno no es bobo y echa una visual
al numero de visitas. Al menos los incondicionales no me han fallado. Y por
ellos, y para ellos, irá la segunda aventura. A buen seguro que voy a contar
con su inestimable ayuda. Si me abandonan, habrá toque de atención.
Alegra, también, que algunos se tomen la molestia de
compartir estos comentarios en Twitter o en Facebook. Porque uno ha intentado
ponerse al día en esto de las nuevas tecnologías, aunque siga reacio al
teléfono móvil. ¿Morretudo? ¿O séase, testarudo o terco? Pues sí, y a mi edad,
qué gusto produce. Tanto como eso que estás pensando, no.
A estas alturas de la vida, ya no me debo. Ni pretendo que
me deban. Pero que no nos cercenen la opinión. Quede claro que detesto
populismos, cachanchanes, chanchulleros y cantamañanas. Prácticas de quienes
gritan pero nada dicen, de lo que bien poco tienen que ofrecer en un mundo
necesitado de bases y argumentos. Que se amparan en la libertad de expresión
para ejercer a mansalva el no protegido constitucionalmente derecho al insulto.
Les llegará su San Martín. Tiempo al tiempo.
Los chicos, mis chicos, Pepillo y Juanillo, se toman unas
vacaciones, que entiendo bien merecidas. Si estuviéramos en la época del
servicio militar obligatorio, diríamos que se van al cuartel. A hacerse
hombres, ¿te acuerdas? Y si un poco más atrás nos vamos, a trabajar en
Alemania. Que de todo hubo en aquellas hornadas que salimos de la vieja escuela
de La Longuera.
En fin, amigos, no pierdan las mañas. El 2001 está al caer.
Será otra experiencia que espero tan satisfactoria como esta que hoy finiquita.
Haré todo lo posible para que cuando te levantes cada mañana sigas con la
costumbre de pensar en qué se habrá entretenido este hoy, con qué me
sorprenderá. En suma, que Desde La Corona pueda convertirse en otra rutina
(práctica, tradición, usanza, querencia, rito, automatismo) como lo haya podido
ser Pepillo y Juanillo.
Me apetece (qué consentido está el niño) que hoy te sumes al
comentario que el amigo Juan José plasmará como de costumbre. O a la décima con
la que el tipógrafo perdomero, José Herrera (Pepe), me va a sorprender. O a
compartir esta última entrega como han venido haciendo de manera incondicional
Oswaldo, Santiago y algunos otros. O, dado que en este no me he ‘metido’ con
los políticos, Esther se sumará con sumo gusto a la fiesta del hasta luego y lo
mismo me dedica una foto. O los propios cargos públicos harán una excepción y
me felicitarán aconsejándome que en la próxima travesía sea más condescendiente
con sus actuaciones. Difícil lo tienen, pero ustedes no dejen de intentarlo.
Y con esto y un bizcocho… C´est fini.
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