Amenazaba en
el post anterior en alongarme hoy al Pepillo y Juanillo, a pesar de tan magna
festividad en Canarias. Y como ya los que saben de la pertinaz socarronería de
un servidor, aderezada con ligeros matices de fina ironía, seguro estarán
buscando relación entre el titular arriba indicado y el posible lema para el
acontecimiento que nos concita, no pierdan el tiempo. ¡Ah!, no vayan a pensar
que se debe tan sugerente título a la búsqueda de nuevas fórmulas para la
celebración, en lugar de tanto baile de taifas (y candil) con arpegios
nacionalistas del timple de Benito Cabrera (excelente músico), quien se ha
quejado de la crisis sabandeña. Lo que hay que leer.
Ayer por la
mañana subí a La Guancha. Y
al pasar por el Lomo Juan de la
Guardia, ahí por donde se enfila uno hacia El Andén y Los
Chavocos (todavía en Icod el Alto, Los Realejos), observé por enésima vez un
lindo chorrito de agua que circulaba tan campante por la carretera. Escribo lo
de enésima porque lo mismo soy el único afortunado al que le riegan el asfalto
cada vez que transito por aquellos lares. Pero en una tierra donde no podemos
presumir demasiado de la abundancia del líquido elemento, no parece muy normal
que este desperdicio no se haya solventado más antes que después. Me recuerda,
salvando las distancias, aquellos despilfarros en la costa realejera, ahí por
Gordejuela, cuando en determinadas épocas del año, el agua que no se elevaba
con la maquinaria allí existente era arrojada a la mar océana, mientras se le
secaban los pinos replantados a Wladimiro en las cumbres sureñas, con lamentos
y artículos dominicales incluidos.
Pero a lo que
íbamos. Y nos trasladábamos al paseo romero que organiza el CEIP Plus Ultra
cada año por estas fechas. Allí me sumergí en el río festero e hice el
recorrido estipulado. Abuelos, como el menda, varias decenas. Y bien largas, si
no centenas. Porque en estas actividades cada chaval debe tener un
acompañante. Y como la naturaleza me sirvió en bandeja la manía de observar,
capté que en cada grupo, tanto de infantil como de primaria, no debía estar
todo el alumnado. Pues me dio la impresión de que había más adultos que
colegiales. Puede ser que abultamos más. Claro, la condición sine qua non del
adjunto obligatorio (progenitor, tía, abuela…), ha supuesto un inconveniente
añadido. Si padre y madre tienen la inmensa fortuna de estar trabajando, y no
disponen de otros familiares cercanos que los puedan suplir en estas
actividades extraescolares, se topan con el dilema de que su hijo no puede
acudir ese día al centro. ¿Y dónde los dejan? De ahí las ausencias que se notaban. Que para eso
estuvo uno metido en esos fregados hasta el otro día. Y viene la pregunta de
rigor: ¿En base a qué normativa puede un equipo directivo privar a un alumno de
participar en estos ‘eventos’, y no darle, como mínimo, la posibilidad de que
esté en el centro, como cuando se ‘castiga’ al que se portó mal? No, eso no
está bien y el AMPA o los representantes de padres y alumnos –también
ayuntamiento, por qué no– deberían indicar al profesorado que busque la fórmula
para subsanar tales anomalías. Quiero dejarlo ahí, en un desliz, porque si me
apuran… Insisto, hasta ha bien poco yo era un número más de ese sistema. Por lo
tanto, algún conocimiento de causa existe.
En el
trayecto, otro abuelo me sopló que cuando finalizara la romería, los
congregarían en el pabellón porque habría una sorpresa. De testigo lo tengo que
le contesté: ¡Oh!, vendrá Pepe Benavente. Y hete aquí que ya reunidos todos en
el recinto deportivo, allí estaba, efectivamente, nuestro peculiar, dicharachero
y televisivo (autonómico) personaje. Qué contentas se pusieron madres y
abuelas. Por qué demonios no tendré yo esa intuición para cuando juego la Primitiva. Lo dejo así porque
no sé si ponerle signos de admiración o de interrogación.
Tras
solventar unos pequeños problemas con la megafonía, arrancó el espectáculo. La
compostura y orden iniciales quedaron rotas cuando el artista, en su afán de
sentir más de cerca el arrope del público enardecido, quiso ‘chocar sus cinco’
con la tropa y… casi lo ahogan. Al concluir, con los sofocos del rodeo, el
primer tema, la presentadora (ignoro si se trataba de la señora directora) tuvo
que llamar al orden para que cesara la desbandada. Una vez reorganizada la
multitud (que sí, aquello estaba que daba gusto verlo), la segunda canción.
¿Cuál si no? La del gallo, ese portento del polvorete. Lo de menos, la hora y
la edad de los participantes. Cómo movían el esqueleto las maestras. Cómo se
pasaba el micro a los menudos para que pusieran en práctica sus conocimientos
musicales, cómo repetía entusiasmado el auditorio los estribillos de tan
egregia melodía: El gallo
subeee, echa su polvorete, rakatapun chinchín y se sacudeee.
Dado que
suele confundirse con pasmosa facilidad el puritanismo con la religiosidad,
debo manifestar abiertamente y sin tapujos que no son mis fuertes ni la una ni
el otro. Pero salí –tras probar exquisitos gofios amasados, rosquetes, papas…–,
con cierto regusto amargo. Qué necesidad de complicarse la vida en una
profesión que es modelo y espejo, en la que se mira la sociedad entera y que se
convierte en diana en menos que canta un gallo. Y no el de Pepe, precisamente.
Ni siquiera es menester tanto ‘empuje’.
Como también
participaron significados miembros del Consistorio, extremen las precauciones
–las de seguridad, por la masiva concurrencia, asimismo– y no ‘sorprendan’ a
los chicos con semejantes boutades. Y lo declaro desde la óptica del mayor de
los respetos. No conviertan un acto académico de estas características en una
verbena de pueblo, por muy tío de una maestra que sea Pepe Benavente. Puede que
esta sea la peculiar forma de entender la canariedad de algunos, incluido el
presidente Rivero (por boca de su álter ego Willy García), pero discrepo con
rotundidad y no comulgo con tales procederes.
No obstante,
el próximo año, si la salud me lo permite, acudiré a la cita. Será muestra
inequívoca de que mi nieta sigue navegando en su peculiar singladura y el
abuelo puede permitirse aún acompañarla en tan pedagógicos momentos. Lo mismo
se hallará ya en condiciones de leer esta mi opinión del acto de 2013. Y deberé
aceptar, gustosamente, sus críticas. Que las habrá, no me cabe la menor duda.
Y mañana
acabamos el mes florido, pero no olvides que hasta el cuarenta de mayo… Que sí,
ponte el abrigo hasta mediados de junio y no presumas de vigor. Deja eso para
el gallo.
Creo que el "rakatapun" debería haber llevado tilde. Por aguda. Pónsela tú.
ResponderEliminarAy Guancha quien te ha visto y quien te ve. Dónde te han llevado estos nacionalistos...
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