O fuerte
calvario. Que en fechas estamos. De celebrarse elecciones en junio, habremos
malgastado mucho más que meses. Mucho más que tiempo. Podría ocurrir que un
selecto grupo de operarios haya disfrutado de unos diez meses de vacaciones en
el último año. Para que luego se nos llene la boca con ataques desaforados a
las que disponen los docentes. Y la movida ascenderá a un buen fajo de billetes
de quinientos euros, sin que ninguno de los agraciados haya dado un paso para
manifestar que lo devuelve integro por no haber hecho méritos para tal
dispendio. Pero siempre que algún osado (somos tan pocos que cabemos en una
carretilla) eleve la voz para denunciar estas pérdidas de capital, será
tachado, ipso facto, de demagogo y añadido al capítulo de crucificados. Como
contrapartida, ellos, los elegidos, los privilegiados, sí se hallan en
condiciones de exigir mejores consignaciones en el enésimo ejercicio de
cinismo.
Jubilado y
cobrando una pensión con la que vivo de una manera más o menos desahogada,
debería formar parte del conjunto de los conformistas y apuntarme a la
cantinela de que hay bastantes más fastidiados que yo. Pero no, la naturaleza
no me ha hecho así. Y hay momentos en los que uno explota. Con educación, eso
sí. Como me ocurrió hace casi cuatro años con un artículo en este mismo blog y
que las casualidades de la vida me hizo releer hace un rato: http://pepilloyjuanillo.blogspot.com/2012/10/ya-esta-bien-machangos.html.
Ahora que se
cuestiona la supresión de tareas y se exige la apertura de los colegios durante
los periodos de vacaciones (o los periodistas no saben lo que escriben o los
padres no deben serlo), se me antoja primordial que mandemos a todos los medios
(y mucho más a los cuartos) de comunicación a freír chuchangas y nos sentemos a
dialogar con un fisco de fundamento. Porque estamos haciendo el machango cada
tres por dos. Agravado el particular con lo de no dar el brazo a torcer y tener
todos la razón y la verdad absolutas.
Esta mañana
(redacto estas líneas en la tarde del miércoles) me desayuné con una entrevista
a doña Rosa Elena Dávila Mamely, consejera de Hacienda del gobierno canario. En
la tele de mis amores. La que compensa las pérdidas de Willy con una babosería
digna de salir todo pringado. Se dan tanta coba que tienen todos los estudios
manchados de vaselina. Un día de estos se van a pegar tan fuerte leñazo Kiko y
Victorio que me van a aparecer en el plato de la sopa.
Esta joven vino
al mundo en 1970. Es diplomada en Ciencias Económicas y Empresariales. Y nació
de pie. Ya en 1995 era concejal del ayuntamiento santacrucero. Para que luego
ande por ahí alegando la gente que los jóvenes no encuentran trabajo. En 1999
fue ascendida a la Dirección
del Instituto Canario de la Mujer. No
alcanzaba la treintena ni le había dado tiempo para concluir la licenciatura,
pero sus dotes empresariales, amén de las económicas, saltaban a la vista. En
2003, nuevo brinco. Esta vez a la Dirección
General de Transportes. Donde circuló, navegó y voló hasta
este pasado año (2015) en que fue premiada en el sorteo extraordinario de
verano con nada menos que la
Consejería de más peso del Ejecutivo autonómico y ya
mencionada en el párrafo anterior.
Y esta
señora, nueva a todas luces según se desprende de una simple visual a los
vericuetos de la Internet,
que desconoce cómo camina la perrita por los senderos isleños de Coalición
Canaria, que postrada a los pies de Clavijo ha renegado de sus pretéritas
andanzas durante dos bien surtidas décadas, arremete contra el sistema de
financiación y nos deleita con unas pérdidas cuantificadas en más de 500
millones de euros. Una minucia, vamos. Calderilla que se iba acumulando en las
cloacas madrileñas, sin que los Rivero, Zerolo, Oramas y resto del gremio (ella
también) dijeran mu. Como si CC acabara de salir del paritorio. Como si no
fuera partícipe de los desaguisados habidos en todos los bailes de salón que se
concitan en ambas capitales.
Con ese
montante hubiéramos dotado hospitales, colegios y bla, bla, bla. A lo mejor en
alguno de esos bla pudiera caber la flota de coches policiales en Santa Cruz.
Alquilaron cinco en la
Península (nacionalistas de amplias miras) y tres vinieron
averiados. Hacen un concurso de bobos y premian hasta los miembros del jurado.
No obstante, hay que demostrar cogote ahora que en la capital del reino no
pintamos un carajo. Que nos quede el orgullo canario. Curritos que somos.
Mientras, el BOC se inunda día a día con anuncios para cubrir puestos de libre
designación. Pero este particular es, otra vez, pura demagogia. Porque esos
enchufes son imprescindibles para sostener la calefacción. Que falten maestros,
sanitarios, medios materiales… triquiñuelas. Despilfarros en gestiones
radiotelevisivas, en guanchanchas y otros concursos de arrastre… hay que
potenciar lo autóctono.
Lo mismo me
alongo mañana. Son días en los que nadie lee porque está recogido, pero igual
me atrevo. En mi pueblo ocurren cosas que merece la pena contar. Como una
propuesta muy interesante del grupo socialista acerca de la comunicación en la
emisora municipal. Pero que yo entiendo no es cuestión de manual, aunque sí, y
mucho, de estilo. Tanto que es primicia informativa el que pinten un edificio
con menos de dos mil euros y dé leche la susodicha para ensalzar la labor de
tres concejales. No haberle dado una brocha a cada uno. O una.
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