9 de febrero de 2016

Qué pene

Puede que te haya causado sorpresa el titular. Quizás estés pensando que me equivoqué y cambié una a por una e: Qué pena. Pero no, has leído bien. Y te lo intentaré explicar:
Ayer por la mañana, antes de que Manolo me llamara ignorante cuando leyó la propuesta para buscar los 140.000 euros que debe aportar el ayuntamiento al denominado plan de empleo, y después de caminar un rato (poco, la verdad, de mi casa a La Montaña y regreso), me sorprendió determinada información (curiosidad, eco de sociedad, suceso, gilipollez –qué mala leche– o vaya usted a saber) que por razones evidentes de edad me dejó patinando, como los coches que resbalan en los pasos de peatones a causa de la pintura barata que compran los ayuntamientos. No, qué va, a ti no te ha pasado. Te deslizas hasta después de borrado. O no habrás pasado por Los Barros.
Menos mal que uno se ha modernizado y tiene a doña Internet para salir de estos casos de dudas más que razonables. Y sin haber accedido a los cursos de formación de cualquier fundación bancaria. Uno solito, a base de equivocaciones y errores, cargándote ficheros y carpetas pero levantándote después de cada tropiezo. Lo de levantar, aposta.
Parece ser –qué ignorantón sexual estoy hecho, no pasé de las cuatro reglas (qué mala leche otra vez)– que pululan tantos entretenimientos en esta faceta del placer, que algunos excesos pueden causar malas pasadas en lugares que duelen un montón si los tratas al estacazo. Vamos, como cuando te dan un balonazo en las protuberancias y te quedas más encogido que un higo pasado. No digamos nada cuando te cogen… Sigue tú.
En no sé qué estado de excitación se encontraba cierto individuo lituano que tuvo la infeliz ocurrencia de colocarse en el órgano humano masculino bautizado como miembro viril nada menos que cuatro anillos… de acero. Y aquello se le inflamó. Todavía más, claro. El duro metal no dilató lo suficiente con el calor del volcán en erupción y lo aprisionó hasta extremos insospechados. Que si es por el cogote, para entendernos, se asfixia el pobre hombre.
Al no disponer el equipo médico en el hospital de Denia (Alicante) del instrumental adecuado, tuvieron que llamar a los bomberos para sofocar aquel fuego inguinal. Te puedes imaginar la escena. Por muy acostumbrados que estén en urgencias a las sirenas y luces de las ambulancias, lo del camión (incluidas escalera y manguera –fuerte mala leche por tercera vez–) tuvo que ser un espectáculo de órdago. Cómo desfiló esa tropa de galenos improvisados, máquina dremel de precisión en ristre, con paso marcial a través del quirófano. Dos por el costado izquierdo y otro para por el derecho. Pues tuvieron que cortar por ambos lados. No había manera de doblar el acero. Y extraérselos al tirón… quita, quita.
Como la temperatura seguía ascendiendo con la delicada intervención, y el paciente gritaba sin saberse a ciencia cierta si eran orgasmos de dolor o de placer, hubo que rociar de manera casi permanente la zona en conflicto con suero fisiológico ante el peligro evidente de una emisión en toda regla. A punto estuvieron de llamar al amigo Javier Dóniz para que controlara el nivel de magma y las corrientes de convección.
Todo acabó felizmente. Cuando nuestro hombre se vio liberado de los malditos anillos, se prometió que jamás volvería a emular a Saturno. Se conformaría con Mercurio, más pequeño pero más caliente (por su cercanía al Sol, por supuesto). Y firmó un acta de reconciliación para, en futuras ocasiones, seguir el manual de instrucciones al pie de la letra y dejarse de experimentos raros que pudieran poner en peligro sus ‘compromisos’.
Si hubiese actuado en consecuencia con las directrices emanadas de las tiendas especializadas (mi visita a Internet, como antes te señalé, fue muy fructífera; por si… ja, ja, ja, iluso), el susodicho habría escogido el material y modelo adecuados a las características físicas (medida, tamaño, grosor) de la pieza objeto del repentino disfrute. Intuyo, además, que debió olvidar, en el arrebato de locura, el llevar a cabo la división entre 3,14, algo fundamental, para obtener el diámetro (del aparato), que debería ser unos milímetros menor que el del otro (aparato) para que la holgura permita la libre circulación de lo que tenga que transitar. Responde todo ello a la lógica más elemental y a las normas de tráfico más comunes. Chiquita lección hubiese impartido mi primo Juan Antonio. Y de atascos sabemos mucho en esta isla. En Alicante, y a los hechos me remito, de turrones. De los duros.
Habrás comprobado que no dejo entrever pena alguna en las líneas redactadas. Ya se sabe que sarna con gusto no pica. No se me ocurre darle consejo alguno al lituano porque se presta a la rima fácil. Y la décima con mano y ‘trasero’… Quieto.
Hasta mañana.

8 de febrero de 2016

El disfraz de Manolo

Estamos en carnavales, soy consciente. Las presencias políticas mediante reportajes fotográficos se incrementan en estos días de manera sustancial. En mi pueblo no íbamos a ser menos. Máxime cuando tales apariencias gustan más que a un bobo una tiza. Pero no estaría mal que, siquiera por una vez, las autoridades pensaran que no es bueno mezclar las cosas de palacio con las mundanas del jolgorio y la sana diversión.
Cuando uno suma las pequeñas cuestiones, que esgrimidas en estas fechas pueden, incluso, pasar desapercibidas, se tropieza con un notable montículo. Y como Jesús entiende que la democracia me exige algo más que el simbolismo de acudir a la urna cada cuatro años, suelo mirar con lupa, y analizar en profundidad, los excesos verbales de quienes ostentan la responsabilidad de nuestros gobiernos y de administrar adecuadamente los dineros públicos. Que siempre resultan escasos para los gestores, pero que diseccionados convenientemente desde una óptica más distante y objetiva, o a ojo de buen cubero, viene a resultar que no me cuadran ciertos planteamientos que se me antojan simplistas en grado superlativo.
Sirvan como ejemplos, antes de considerar las cosas de mi alcalde (que actúa en el noventa por ciento de las ocasiones más en función de su presidencia insular que de asalariado del presupuesto municipal realejero), la proliferación de portavocías en ambas cámaras (Congreso y Senado) que se reparten los diferentes representantes canarios en la capital del reino. Lo que implica un plus económico añadido a sus cortas estancias semanales. O la no renuncia a los bonos de taxi en Madrid, a pesar de su discurso anticasta y las promesas de no sobrepasar ciertos límites en las percepciones mensuales, de un numeroso porcentaje de cargos electos de Podemos.
Ha puesto Manolo el grito en La Corona porque el malvado Gobierno de Canarias le solicita participación en el denominado plan de empleo. Cuestión que se viene llevando a cabo durante estos últimos años. Y que si se ahonda en el fondo de la cuestión, me temo que todo se reduzca a que Mariano, en su afán de cumplir con doña Angela (sin tilde), cortó el chorro de la tubería que venía para Canarias. Y nos dejó casi tan secos como este maldito tiempo que no permite colar una mísera borrasca. Pero como aquí gobiernan otros, carguemos tintas contra ellos ya que el resultado electoral del 20-D no dio para más.
Ha puntualizado don Manuel: “Sin advertencia previa y con nuestro presupuesto municipal para el presente ejercicio ya aprobado, ahora nos piden que aportemos nuevamente un 50% para el plan de empleo de 2016, es decir unos 141.000 euros que dejaremos de tener disponibles para otras acciones municipales previstas o que tendremos que extraer del remanente de tesorería una vez contemos con el resultado, esperamos que positivo, del presupuesto de 2015”.
Se erige, pues, en portavoz de los 88 municipios canarios y arremete contra la tropa de Clavijo por semejante osadía. Esta Villa Histórica no se merece este trato degradante. Máxime cuando los esfuerzos locales han hecho descender el paro a límites que rozan el 0,5%, con una población activa que disfruta de un elevado poder adquisitivo y con unas infraestructuras que ya bien quisieran ciudades de superior rango. Por no mencionar la conservación del patrimonio, la proliferación de instalaciones culturales, la dotación de efectivos de la policía local y… no sigo porque se me acabaría el espacio estipulado.
Ya va siendo hora de que te quites la careta, Manolo. Despréndete del disfraz y no me vendas la moto, que ya tengo una, vieja como yo, en casa. Si llevas no sé cuantos ejercicios presumiendo de los saldos positivos en los remanentes de tesorería, a qué vienen tus quejas y tus lamentos. No seas cínico y destina esos miles de euros a políticas de creación de empleo. Sin rodeos ni excusas de ningún tipo. O tienes otra solución más fácil. Con el ahorro de los honorarios de Marrón (que se vaya a ocupar su puesto de policía en la capital tinerfeña) y mandar a dos de los concejales liberados a su antiguo trabajo (¿lo tendrán?), ya tienes los 140.000 euros. Y me quedan otras alternativas muy simples que pasan por asesores, secretarias y reuniones (ficticias) de coordinación cuando estás ausente la mayoría de días (salvo cuando toca sesión fotográfica; como la de Icod el Alto, y otras, en las que marginas a los que parieron las propuestas), pero sé que no te van a interesar. Ahora se montan los ayuntamientos a modo y manera de cortijos. En los que se entra y observas más allegados que funcionarios.
Disfruta del coso. Aunque tú estás de carnaval todo el año. Tranquilo, espero seguir aguantando hasta que el pueblo despierte. Y salga del país de las Alicias. Te prometo que cuando me saque la Primitiva (¿ves cómo también soy un iluso?) voy a donar esos 141.000 euros que tantos trastornos presupuestarios te están causando. Con la condición de que los destines a la elaboración del proyecto de restauración de la Casa de La Gorvorana. Sí, no da para más, pero esas brillantes ideas de los estudiantes de la Universidad (privada) Europea son dignas acreedoras de un mecenas. Y aquí estoy yo. Si tengo suerte y me sobra algo, incluiré otros edificios que en el pueblo gritan como lo hizo el que se desriscó por El Lance. Y para apoyar iniciativas culturales, publicaciones incluidas. Ideas me sobran, pero estos impresentables del Gobierno de Canarias son más ruines que mierda perro. Y me obligan a colaborar en planes de empleo. Si en la Villa de Viera no hay nadie parado.
Me parece que hoy hice el Rascayú. Ojalá se me haya quitado mañana. O cuando me quemen. Hasta la próxima.
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Nota aclaratoria (para quien pueda interesar):
Con qué variedad de matices se pueden interpretar los puntos suspensivos.
Y otrosí: Si un organismo (pongamos el Ministerio de Cultura) tiene entre sus atribuciones el poder de designar a alguien para un cargo (digamos que al director del Museo Arqueológico Nacional), tendrá, en lógica consecuencia, la franquicia para… De cajón, ¿no? Pues cárguense a don Andrés Carretero y olvídense ya de Zapatero. Preocúpense del que manifestó que “el PP de Tenerife da pena”. ¿A que no se atreven a expulsarlo?

5 de febrero de 2016

¿Y si funciona?

El presidente en funciones miraba extasiado la Gala de Elección de la Reina del Carnaval santacrucero. Manuel Domínguez, a espaldas del cuestionado Soria, le había remitido el vídeo del espectáculo.
–Vaya cómo tiran estas novillas de semejante carroza –se decía para sí mismo en otro ejercicio de ensimismamiento (valga la redundancia como la propia palabra indica)– que les debe pesar un testículo, ji, ji, ji; si van medio cambadas y ahorita llegan con el jocico al suelo. Ños, cómo presumo de lenguaje coloquial de mi tierra de adopción.
–Don Mariano, don Mariano, el CIS nos da ganadores, salvo en Valencia –casi gritaba su ayudante de cámara entrando en el despacho sin apenas tocar en la puerta. Se le veía emocionado.
–Tranquilo, majete; es mi táctica antisistema. Estaba previsto que coincidiera con la reunión de esta tarde en Génova. Bueno, programado, mejor.
–Pero su valoración choca bastante con estos excelentes resultados.
–Eso me importa un pimiento…
–¿De Padrón?
–Qué alegas, insensato. Eso es material reservado. Piensa en Calahorra. Hay varias poblaciones con ese nombre en España y en mis viajes lo he descubierto yo solito.
–Entonces, señor Presidente, ¿dejo aparcada la mudanza?
–Tú embala, tú embala. Así despistaremos al Pedrín. Déjalo que persista en su vano intento.
–Hoy se reunía con Rivera en San Jerónimo.
–¿El Real?
–No, don Mariano, en el Congreso.
–¡Ah!, es que con tanta geografía acumulada se me trafullan las neuronas.
–Lo intuyo muy canario, señor Presidente. ¿Nos vamos unos días a Las Palmas?
–Gran Canaria, para ser más precisos. No, estoy pensando que esta vez toca Tenerife. Me invita Manolo, el presidente de aquella isla y alcalde de Los Reflejos, porque es el alcalde el que quieren que sean los vecinos el alcalde.
–¿No será Los Realejos, señor?
–Es igual. Vámonos, que quiero ver estos trajes de cerca. Deben tener mucho trabajo porque allá no subió el paro.
–Pero hay murgas, don Mariano, que son como las chirigotas pero con más gente. Y usted no les cae bien.
–¿Cómo te atreves? Yo estoy acostumbrado a los reveses. ¿O no recuerdas lo del helicóptero de Esperanza? ¿O del que me rompió las gafas? Soy un hombre de aguante y de pelo en…barba. Menuda murga tengo cada viernes aquí con la dichosa reunión obligatoria. No respetan ni que esté en funciones. Oh, fíjate que solicitan que vaya a explicar en el hemiciclo no sé qué tontería… ¿Y qué me habían pedido? Esta cabeza… Pero su Majestad acabará por encargarme que forme Gobierno, que soy el que más diputados tengo, y la mayoría absoluta de senadores, y me corresponde el honor… Santa Rita, Rita…
–No la mencione, por favor.
–¿Le pasó algo a la alcaldesa de Valencia?
–Ex, Presidente, ex.
–Claro que es, te lo estoy diciendo. Este hombre me saca de quicio. Anda, déjame tranquilo que dentro de un ratito dan el veredicto del jurado.
Se retira cabizbajo nuestro hombre. Mientras, don Mariano Rajoy Brey, personaje público de amplias miras y grandes dotes de persuasión, diálogo y consenso, se lleva tremendo disgusto al no salir elegida su favorita.
Y se dirige al rincón del exilio a pensar. Disciplina que le quedó bien grabada desde los tiempos algo ya remotos en que la seño lo mandaba con los de tres años a reflexionar. Y eso hizo:
En esta próxima reunión debo mostrar firmeza. Tronaré que se acabó. Que ya no se pasa ninguna (salvo alguna cosa). Pero que tengan paciencia con mi táctica del desgaste. Que se estalle Sánchez, que caiga en las fauces de las confluencias, de las marcas blancas. Nos interesa este vacío de poder. Si el Rey (lo pongo con mayúscula porque así está encerrado en el bocadillo de cavilar) no puede viajar, que se contenga; aún es joven. No llegaremos al caso belga. Y me queda la carta de los barones, estadistas, como yo, de tomo y lomo, de los que llevamos a España en lo más profundo de nuestro corazón y no permitiremos el más mínimo retroceso en la línea de recuperación que hemos trazado…
Suena el teléfono. Es una de mis secretarias. Si le dejé una nota para que no me molestara…
–Sí, Conchi, dime.
–Lo llama don Pedro Sánchez, señor.
–¿Y te dijo para qué me quería?
–Creo que va a comunicarle que ha alcanzado un acuerdo…
–Pero si en la ronda de contactos me ha marginado. ¿Cómo es posible?
–… y va a someterse a la investidura, que me cortó sin acabar.
La secretaria primera, la preferida, Conchi de toda la vida, escuchó un extraño ruido, como si se le hubiese escapado el inalámbrico al estimado señor presidente. Colgó y salió disparada.
La escena que contempló cuando abrió la puerta del despacho, pues nadie respondía a los reiterados toques en la elegante puerta de acceso, provocó una contenida y no menos disimulada sonrisa en su rostro. Don Mariano, subido en aquella mesa en la que tantos ratos debió plasmar en folios lo que el superior dictaba, saltaba a la pata coja en increíbles equilibrios mientras gritaba desaforadamente:
–No es posible, cómo le ha funcionado, si era improbable al 99,99% que la nave llegara a puerto, si todos los boletos estaban en mi poder, cómo lo ha conseguido… Y se tiraba de los pelos como un poseso.
–Señor, señor, don Mariano, se va a hacer daño.
Voló aquella preciosa figura de porcelana de Imari y se estalló, haciéndose mil añicos, en el mismo instante en que la secretaria huía despavorida de la habitación. Menos mal.
A lo peor el cuento se cumple. Cuando tantos agoreros vaticinan lo contrario, Santa Pola, la notaría o un dorado retiro en el Sur de Gran Canaria también están en el bombo de la suerte. Sean felices y nos encontramos el lunes. Y a perdonar, pero hay que sacarle chispa a la vida.

4 de febrero de 2016

ASG

Estoy apenado. El que Carlos Herrera haya manifestado que se piensa exiliar a Somalia en el supuesto de un gobierno PSOE-Podemos (no ha aclarado si a Mogadiscio, Beledweyne o al mismísimo Cuerno), me ha dejado en clarísimo fuera de juego. Porque no hay derecho a que se vaya él solo. Soy capaz de aportar 50 céntimos para el alquiler de un micro donde quepan al menos dos docenas de ejemplares. Quizás la fortuna nos sonría y con el enjambre reunido pueda producirse un efecto similar al del cualquier conversión bíblica. Tengo un disgusto.
Vamos a lo serio. La Asociación Socialista Gomera (ASG) es el partido de Casimiro Curbelo. Suyo, al cien por cien. Y si me apuras, más. Cuando atisbó la posibilidad de que el PSOE lo declarara incompatible, buscó un testaferro (le sobran) para que lo registrara y ahí lo dejó aparcado hasta que lo necesitó para volver a presentarse como candidato a todo lo que se tercie. Una formación política es un vehículo. Y en este, en concreto, conductor, cobrador, y revisor coinciden con el propietario. Y otra característica peculiar es que  los pasajeros van todos detrás… caminando.
El Conde de La Gomera y Señor de Vegaipala (por qué iba a ser menos que el Marqués de La Oliva) no tuvo mayor dificultad en presentar candidaturas a todos los ayuntamientos de la isla, Cabildo y Parlamento de Canarias. Son ya tantos los eventos, incluyan entierros, en que los dineros públicos crean dependencias, que las siglas son lo de menos.
Pero el socialismo va por delante. Es la etiqueta de presentación. Aunque no se trata de los repartos y mejoras sociales que puedas ahora mismo estar imaginando. Es Casimiro en estado puro. Sus adláteres no son ni siquiera circunstancias. Las oraciones subordinadas en La Gomera no son jamás adjetivas ni adverbiales. Son, siempre jamás, sustantivas del mismo sujeto.
El desliz de Ana Pastor (¿o no fue tal?) con su incompatibilidad entre política y honradez no constituye mayor novedad en un territorio que me fascina. El presidente del Cabildo y diputado (no es senador porque estaba aún muy fresco el afer de ciertas andanzas madrileñas) ha ordenado a los otros dos diputados, socialistas como él, que visiten los consistorios para propagar la doctrina, cual Testigos de Jehová, de que van a mejorar la calidad de vida de todos los pueblos. Mientras, el jefe se enfrasca en otra campaña: la defensa a ultranza de la triple paridad, porque en Canarias hay islas ricas e islas pobres.
Como se trata de equiparar el modo de vida de un ciudadano de una isla capitalina con las mal denominadas menores (estereotipos que venden algunos políticos para su exclusivo beneficio), la alcaldesa de Agulo y todo su equipo de gobierno (seis concejales en una corporación de nueve), todos ellos de la tropa que se reseña en el presente comentario, es decir, para evitar malos entendidos, de la ASG, se ha liberado, cobran de las arcas municipales, ordeñan una vaca de escuálidas tetas (Agulo no alcanza los 1100 habitantes), más seca que la vergüenza de quienes han empezado a igualar modos y costumbres de la manera más práctica y ejemplar: por ellos mismos.
Tiene La Gomera la cesta de la compra más cara de Canarias. Mucho de culpa deberán tener los que rigen los destinos insulares desde casi los tiempos de Beatriz de Bobadilla. Quienes en vez de intentar hallar remedios a que se paguen los combustibles más elevados del archipiélago por el monopolio ignominioso de la empresa suministradora, entienden que la prioridad pasa por la ampliación del aeropuerto. Será para que sus señorías puedan tener vuelos directos con destinos más universales. A lo peor ya se le está haciendo pesado a la senadora el tener que recalar en Tenerife. Una instalación que dispone de dos frecuencias diarias con Los Rodeos, con vuelos prácticamente vacíos, precios de los billetes casi por las nubes (la distancia es tan corta que suelen volar los aviones por debajo de las susodichas) y con una cafetería que si pasas por allí y te echas un cortado la señora te da un abrazo…
Y se mentan socialistas. Me quejaba amargamente cuando en San Juan de la Rambla (algo más de cinco mil habitantes) el equipo de gobierno anterior (Tomás, Marco y cinco más) estaba enchufado al completo en el surtidor de San José. ¿Y ahora qué hago con estos del Bombón? Vividores, aprovechados, fieles súbditos del que sigue investigado por un incremento patrimonial que no entra en los cálculos de la normalidad. Que sí, hombre, se la pegará; más alto subió la palma.
Lo malo es que el pueblo sigue dormido, ciego, con los ojos vendados. Nunca una póliza de defunción ha provocado tantos muertos. Apáticos, somnolientos, que se dejan embaucar con cantos de sirenas. Repasen la historia y emulen al gran Hautacuperche. Rompan de una maldita vez el gánigo de esta falsa paz. No es que les estén tomando el pelo. Es que los utilizan de manera descarada, los usan como punta de lanza en unas supuestas reivindicaciones que de alcanzarlas siempre se escoran peligrosamente.
¿Qué quieren, que no vaya más? Pues les voy a responder clarito: Se van a joder. La Naturaleza es bastante más sabia que todos ustedes juntos bailando el aseregé (sí, con g) en versión aquelarre en La Laguna Grande. Y a los jóvenes seguidores de las enseñanzas del maestro deberé señalarles que no me vale ni aquella sentencia de qué buen vasallo si tuviera buen señor.
¡Ay!, cómo suena de sed el tambor de La Gomera. Silba bien alto, Garajonay. Hasta mañana.

3 de febrero de 2016

De nuevo con el Imserso

Tropecé este pasado lunes, recién llegado de La Palma, con un artículo firmado por María Fresno (Diario de Avisos) y que llevaba por título “Con el Imserso hemos topado”. Como se inicia con el siguiente texto: Todos conocemos a alguien que se ha ido de viaje del Imserso, me hallo, por razones más que obvias, en condiciones de comentar algo al respecto.
Sostiene la periodista que el presidente de Ashotel, Jorge Marichal, recuerda que es necesaria una revisión profunda del programa. Pero no abunda demasiado en el cómo. Pues se limita al argumento de que los retrasos en las adjudicaciones del programa de la temporada 2015-2016 ha supuesto un terrible caos para los hoteleros, quienes se han visto obligados a vender las habitaciones reservadas a otros turoperadores. No olvidemos que el conflicto por los lotes entre Mundo Senior y Mundiplan ha provocado demasiados quebraderos de cabeza en la mayorías de los destinos. Bueno sería, asimismo, insistir, en que la costa mediterránea y Baleares depende casi exclusivamente en estos meses de tales viajeros. No comparto, sin embargo, las alegrías del representante de la patronal para que se cambien las fechas, y alargarlas hasta el mes de julio. Pues si he de aceptar como ciertas sus afirmaciones de que el turismo europeo en temporada alta compra las camas a un mejor precio, debería explicarnos el porqué hoteles portuenses, que todos conocemos, se mantienen fieles a los viejitos. Y ello a pesar de la cantinela que la escasa rentabilidad de estos paquetes vacacionales les brinda.
En consecuencia, aparte de mejorar el precio que se paga al hotelero (¿de dónde va a salir?), se insinúa que el régimen de estancia sea solo de media pensión para que también se incentive el consumo fuera del recinto hotelero.
Yo sé lo que pago. Estipuladas están las cantidades en el programa. Sé, asimismo, todo lo que se mueve en el capítulo de excursiones. Muchas de ellas de jornada completa, lo que implica una comida en ruta. Amén de las paradas en lugares de interés en los que la compra del recuerdo (llámalo souvenir, que a lo mejor te llena más) es norma de obligado cumplimiento. Y el cortado, porque no vas a entrar a mear por la cara. Y sigue sumando.
Además, y este aspecto es más triste, hay jubilados que tienen otras obligaciones más perentorias. Que ni siquiera pueden realizar un solo y mísero viaje en el año. Porque deben acudir a Mercadona el día del cobro a echar una mano al resto de la familia. Y claro que habría que cambiar las condiciones para que todos –sí, todos– tuvieran la oportunidad de ‘más que sea uno’. Aunque los más pudientes (funcionarios y empleados de banca en su vida activa, por ejemplo) debieran pagar unos euros más. Y en vez de tres, cuatro, cinco o más, se conformaran con menos para compensar. Denomínalo justicia social. Que no se nos llene la boca con cuestiones de menor importancia.
En este tipo de asuntos deberían tener voz (y voto) muchos más currantes. Los dirigentes políticos buscan otros réditos. Los hoteleros, tres cuartos de lo mismo. Ocurre aquí lo que en el sector educativo. Donde las leyes salen de las entendederas (más bien escasas) de burócratas de tres al cuarto. Mientras docentes de enorme prestigio y mayor calado social ni siquiera son consultados. Y a los que se les exige horas y horas para rellenar papeles que luego serán pasto de las destructoras.
Concluye la periodista con la siguiente sentencia: No soy yo quien debe decidir si las medidas que propone la patronal son o no correctas. Aunque bien mirado, son muchos votos los que hay en este segmento y quien debe decidir si se mejora o no son aquellos que precisamente necesitan esos votos.
Cae usted, estimada compañera, en el error que se viene cometiendo desde que fue creado el Instituto de Mayores y Servicios Sociales. Al menos en lo que se refiere al apartado de los viajes. El creer que cuando alcanzamos determinada edad nos convertimos en borreguitos que acudimos con la papeleta a buen recaudo cuando nos citan a las urnas para demostrar agradecimiento infinito al gobernante de turno por llevarnos de excursión con casi todos los gastos pagos. Y en este colectivo en el que ahora milito habemos de todo. Como en cualquier otra parcela de la viña del señor. Ni más ni menos. Ya llevo siete cursos matriculado en esta, así lo espero, carrera más larga de mi vida y ni la más mínima tentación de votar a Mariano. Botarlo sí, para qué vamos a negarlo. Estos logros sociales se alcanzan a pesar de los políticos. Y hasta pienso que nos los merecemos.
Dicho lo cual, sí hay que cambiar los procederes y baremos. No se puede establecer tabla rasa para todo tipo de pensiones. No juega en igualdad de condiciones quien percibe quinientos euros con hogares en los que entran casi cuatro mil (los dos frescos y lozanos que da gusto verlos). Y el agravante de que suelen coincidir las penurias (paro, escasa preparación, desarraigos familiares…) con los que menos poder adquisitivo poseen. Se cumple en este particular, y con creces, lo de que no hacemos justicia tratando a todos por igual. No, a los desiguales, trato preferencial. Aquellos que rigen multitud de destinos (nos viene al dedo) y entienden que desde un despacho se pueden trazar unas líneas maestras, bien harían en pedir el consejo de los que, simplemente por edad, han tenido la oportunidad de mamar en contextos adversos. Que no, la veteranía no es un grado per se, pero a veces sí.
¿La foto? De un viaje del Imserso. Aquí en Tenerife, ¿qué te parece? Algunos tengo en mi haber. No muchos, pero me dan para contar boberías. Sé de casos en que te asustarías si te expreso la cantidad. Existe una descompensación brutal.
Hasta mañana.