2 de julio de 2014

No nos moverán

El general en jefe, y simultáneamente mariscal Rivero, oteaba el horizonte desde su privilegiado puesto de mando situado en lo más alto de La Garañona. El vigía Barragán, eficiente observador, criado y ensolerado en las mismísimas dunas de Corralejo al socaire de los vientos de sotavento, le había comunicado diez segundos antes que la calma chicha era la tónica dominante. Llevaba al pie del cañón cincuenta días con sus respectivas noches. Había sido elegido para tan alta misión por su rara habilidad de no pegar ojo cuando un superior le encargaba una tarea de tal calibre. Ni una mísera plataforma petrolífera en estos mares del Norte.
El general, en su laberinto, creía que podría ser señal inequívoca de que las tropas enemigas, al mando del pérfido Soria, habían dado un paso más. Es decir, si se llegaban a atisbar por el sector septentrional, habría significado la hecatombe meridional. La base logística instalada en el flamante puerto deportivo, comercial, turístico y ahora reconvertido en base naval, en los aledaños del Castillo de San Felipe, presentaba un inusitado movimiento militar. A pesar de la tranquilidad y monotonía existentes allá en los confines de la mar océana, se había desplegado la guanchancha, con todos sus efectivos y dotados de los más amplios recursos materiales en la desembocadura del barranco. Prestos para embarcarse en el más alto operativo jamás pensado. Y mucho menos contado.
Al menos dos veces al día se sucedían los desfiles hasta los dominios de la depuradora, en la linde con El Realejo, villa paradigmática de la resistencia guanche y de los menceyes suicidas, con una demostración castrense sin parangón y a los acordes de la banda (militar, por supuesto) que interpreta de manera magistral el no nos moverán, que popularizaran los personajes amigos de Chanquete en aquel verano azul. Mejor, tropecientos estíos cerúleos. Y que la mayoría de la tropa en plaza había visionado en sus cuarteles de procedencia en aquellas sobremesas de aquellas calurosas tardes de aquellos ardientes y reivindicativos meses.
El mariscal Rivero arengaba a los suyos con machacona insistencia a través de las ondas con el inestimable auxilio del teniente coronel García. Aunque no desdeñaba, como buen estratega, cualquier otro medio a su alcance para adormecer a las masas (Jorge Marichal dixit, a la sazón comandante repsoliano y heredero de vastas propiedades relacionadas con los sectores hotelero y de la construcción, a saber de casta le viene al galgo, totufos incluidos). El blog, manu militari, era martillo pilón cada domingo y lectura obligada antes del toque de retreta. Los imaginarias de las compañías movilizadas veíanse desbordados por los noctámbulos que salían al patio en calzoncillos a entonar cantos patrióticos. Canarios, como los de Teobaldo Power.
Perdimos una batalla, bramó impertérrito el general (deshaciendo la madeja para intentar salir de su laberinto), pero la guerra continúa. Removeremos tierra, mar y aire. Con este nuevo agravio pretenden socavar nuestra moral. Vana pretensión, Canarias no se va a rendir, que nadie piense, y menos los Tribunales de Justicia españoles (vendidos, que son unos vendidos), que nos vamos a quedar de brazos cruzados. Nos rearmaremos y pasaremos al contraataque. Fortificaremos nuestras líneas y nos defenderemos con uñas y dientes de este colonialismo pestilente. Abusadores. Y no me toques la oreja…
Rivero hizo un alto y meditó profundamente. En tal estado de embelesamiento, creyó soñar con don José. Y se vio llevando a la práctica los postulados del fallecido editor. Quién me iba a decir a mí… Sacudió la cabeza y dio por concluida la filípica del día. Cuando iniciaba la retirada (entiéndase en sentido figurado) hacia sus aposentos, el ayudante de cámara le entregó una nota informativa del tenor literal siguiente:
“Marcos Brito se ha pasado por los mismísimos las instrucciones petroleras y, junto con sus socios del PP, ha desestimado una moción socialista en el consistorio portuense, ubicado a la diestra (mirando hacia la marea) del amplio despliegue”.
A punto estuvo de estallar. El viejo sargento reenganchado lo traicionaba una vez más. Si no llega a ser por los consejos de su plana mayor, hubiese ordenado dirigir el par de metralletas que celosamente protegían El Peñón hacia el balcón de El Penitente. Porque ya estaba bien. Le hicieron ver que, con toda probabilidad, el alcalde estuviese en los brazos de Morfeo cuando él dictó las órdenes tajantes. Máxime cuando el precepto se dio a las cuatro de la tarde, momento en que la sangre se baja al estómago para facilitar el proceso digestivo. Y la cabeza se queda ida.
Si el viejo este se hubiese mandado a mudar con Isaac y Ricardo...
Mi general, el hijo de papá (referíase a Marichal) nos va a seguir tocando las narices (manera educada de expresar otros términos del léxico cuartelero). Y acaba de proclamar a los cuatro vientos desde la punta del Faro de Maspalomas que vendrá más turismo si los pinchazos se llevan a cabo. Que bastará algo de arena rubia…
Y cuando Paulino se despertó, Coalición Canaria seguía en el gobierno. En un nuevo pacto con el Partido Popular y abogando por más prospecciones porque las anteriores habían resultado fallidas. El cuento no especifica si el dinosaurio se había jubilado. Lógico, es de final abierto. Aunque previsible.

1 de julio de 2014

Parlamentarios

Este pasado domingo estuve de cumpleaños en La Rambla. Ni en San Juan, ni en San José, ni en Las Aguas. En La Rambla. El tiempo estaba “de “bichorno”. Ni la proximidad del mar, aun estando el cielo cubierto, hacía que la brisa alcanzara plenamente la plaza del pequeño núcleo costero. Por “La Rambla de los Caballos”, el trajín de gentes en uno y otro sentido, era constante. Atisbé alguna que otra delicia de esas que dejan los perros que llevan a pasear a sus dueños. Y al tiempo que me compadecí del animal (el pobre no tiene uso de razón para ir al baño y mucho menos de alcanzar el papel higiénico), pensé en lo incongruente del comportamiento de su acompañante, del que dícese ser racional pero que el pobre (más que el de cuatro patas) no es capaz de demostrar, aunque sea por equivocación.
Sabemos todos que en ese tipo de reuniones (súmale bodas, bautizos, entierros y otras aglomeraciones varias), es cuando somos capaces de arreglar el mundo en menos que canta un gallo. Y esta vez no iba a ser menos.
Uno de los asistentes comentó la información que el periódico El Día incluía en su edición dominical acerca del coste del Parlamento canario. De la que se extraía el sugerente titular de que cada parlamentario nos salía por más de 400.000 euros anuales. Eso fue en una rápida visual al móvil del susodicho. Y dado que un servidor no suele llevar las gafas (de cerca) a esas reuniones, puse en tela de juicio tal aseveración y que me apostaba otro vaso de vino (de los chiquitos: 50 céntimos, más o menos) a que ahí habían incluido no solo el presupuesto global (con el resto del personal, mantenimiento, gastos corrientes..), sino que habrían añadido el de otras instituciones que rinden cuenta al citado órgano legislativo. Y que después de sumar cuanto les pareció conveniente, dividieron entre sesenta y tan felices y contentos.
Ayer por la mañana iba yo en el coche escuchando la radio. Y entrevistaban a uno de los sesenta aludidos. Que se quejaba de idéntico mal al que señalé en el párrafo anterior. Él no lo dijo, pero yo sí: el exceso de alegrías periodísticas solo conduce a una país cada vez más desinformado. Y la pena es que los culpables son los que tienen el sagrado deber de ser espejos. Porque el artículo 20 de la Constitución consagra nuestro derecho a recibir libremente información veraz a través de los medios de comunicación.
Pero si te digo la verdad, me quedé con otra copla. Cuando el entrevistador (Juan Carlos Castañeda, SER) preguntó al diputado en cuestión (Julio Cruz) si trabajaban mucho en la sede de Teobaldo Power, el socialista se deshizo en elogios y cantó mil excelencias de su agotadora labor. Y la de sus compañeros, por supuesto. Que a la hora de echar una mano (como cuando antes se ponía la plancha en cualquier obra), están prestos para inflarse un fisquito. O un mucho. Pero a la siguiente pregunta queda todo en entredicho porque se inicia la mezcolanza con los que yo denomino asuntos partidarios. Y creen, o nos lo quieren vender, que su labor es un todo. Pues no, don Julio, va a ser que no. Usted, y el resto, cobra dinero público para ejercer la función que la legislación regula. Y las horas que eche a su partido –llámelas horas extra, si le place– deberán ser abonadas por la organización. Espero que no utilice el recurso que esgrimen los de otra formación algo más a la izquierda (eso dicen), quienes se escudan en las aportaciones de sus salarios como cuotas ‘revolucionarias’ (y yo me entiendo).
Esa misma mañana del lunes –ayer– fue paradigmático el bombardeo con la reunión de la plana mayor del PP. En la que Rajoy se mostró indignado porque nadie se hallaba capacitado para darle lecciones de medidas sociales. Pero ese es otro tema. Lo importante a señalar es que los lunes los señores parlamentarios (¿cuántos hay en las ejecutivas y direcciones de los partidos?) no trabajan. Los viernes tampoco, porque el fin de semana inglés fue de rápido contagio. Y con tres días a la semana van servidos. Mas como estamos en campaña permanente, no dudan en dejar de visitar la empresa, en dejar vacío el asiento, y estar de garbeo cada tres por dos.
Al final va a resultar:
Los lunes, de los zapateros (todos ellos lo son). Martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu familia te apartes. Miércoles, que la vida es corta. Los jueves, días de quintos y de mujeres (interpretación a convenir). Viernes, relájate y date un gusto. Lo de sábado, sabadete, y el polvorete de Pepe Benavente se sobrentiende.
No, señores parlamentarios, la imagen que están proyectando a la sociedad no es, precisamente, un dechado de virtudes. Y este país se levanta currando. Muchos de ustedes ni siquiera saben lo que es eso. Luego se desgañitan para que la juventud se forme como manera de afrontar el futuro con garantías. Se lo escuchamos a Rivero unas dieciocho veces cada hora. Menos mal que no pone como ejemplo a Willy García. Y los socialistas, cállense, que están más guapos. Aquí se pierde la memoria con pasmosa facilidad. La mía, bien, gracias.
Reconocía Julio Cruz que en la profesión –mala jugada del subconsciente–, como en otras tantas, hay de todo. Me temo, estimado parlamentario que en los 18 parlamentos no se pueda aplicar ese viejo planteamiento. Porque hechos e imágenes se empeñan en demostrar lo contrario. En resumen: no son las excepciones los vagos.
Y concluyo. También leí ayer un artículo de Eligio Hernández: ‘La incompetencia del juez Castro’. Cada vez que echo la vista atrás y rememoro andanzas y actuaciones de un gobernador civil de la provincia en un atroz incendio forestal allá por la década de los ochenta del siglo pasado, sigo sin entender (en mí es normal porque no doy para más) cómo aquel individuo tan “incompetente” pudo llegar a tanto en la carrera judicial. El pobre Ortega, el de yo soy yo y mi circunstancia, de vivir aún tendría que cambiar de opinión ante el abogado en ejercicio. Aunque escasas causas gane.
Hasta mañana.

30 de junio de 2014

Gastos

Intuyo que se aproximan elecciones. Y a pesar de que el político deja de tener vida privada porque le dedica unas treinta horas diarias al cargo, cada vez son más –debe ser por la crisis– los que quieren alongarse al sugerente mundo de la vida pública. Es raro que no te levantes cualquier jornada, laboral o no, en la que te sorprenda, o quizás no, la aparición de una nueva formación, agrupación, asamblea, partido o entero. Son tantos los acrónimos y siglas que se distribuyen por el otrora arco (ahora debe ser ya círculo), que los mismo debemos inventarnos un nuevo abecedario que contenga, como mínimo, tres o cuatro veces más de letras con las que poder llevar a cabo las matriculaciones.
Es suficiente que se atisben discrepancias en cualquiera de los ya organizados para que haya cola en las oficinas del registro. Ahí tenemos a los díscolos santaursuleros, los que dejaron sola a Milagros, que se han erigido, pancarta incluida, en los salvadores de todas las desgracias del pueblo que linda por el oeste con el Valle de La Orotava (bueno, se mete un fisco en la comarca natural).
En San Juan de la Rambla (linde por el este), unos cinco mil habitantes, los electores lo van a tener crudo. Serán tantas las candidaturas que los contenedores de papel no tendrán capacidad material para soportar tanto material extra. Y si al ciudadano se le ocurriera ir a su colegio electoral para coger allí la papeleta sin haber realizado con carácter previo un cursillo de uso y manejo de material sensible, lo mismo se lo tienen que llevar las asistencias al centro médico más cercano.
Cuando todos abogan por el ahorro, uno entiende cada vez menos el ingente gasto que originan estos procesos. Sabido es que la confección de las papeletas (votos) corresponde siempre a las entidades públicas, en función del tipo de elección. Pero, además, cada partido o formación elabora las suyas para repartir a sus amistades y personas piadosas. Los más poderosos te las envían por correo. Por lo que en cada casa se podría empapelar una o dos habitaciones sin mayor problema. No quiero pensar el caos que se armaría si a Rajoy se le ocurriera, como ya se comenta, hacer coincidir las generales con los comicios municipales. Porque a nosotros, los canarios, nos tocaría llevar una bolsa de Mercadona ese último domingo de mayo de 2015, ya que nos correspondería portar cuatro sobres, con sus correspondientes contenidos: generales, autonómicas, cabildos y ayuntamientos.
Puedes tener la completa seguridad de que cada candidato esgrimirá por bandera lo importante que es el control del gasto público, las fuertes inversiones en sanidad, educación y servicios sociales. Y más, mucho más. De lo que se olvidarán en la primera sesión extraordinaria a celebrar tras la toma de posesión. Instante en el que se asignarán sueldos, dietas, comisiones, representaciones y otras mamandurrias varias. Unos de los escasos puntos que se ubicarán durante los periodos de mandato en el respectivo orden del día que no tendrá mayor discusión y que será aprobado por una unanimidad tal que raya el escándalo.
En torno a este particular surgen comentarios que demuestran la importancia de estas exposiciones, ferias y romerías. Porque, en definitiva, todo lo concerniente al asunto monetario y que afecta a los bolsillos, parece carecer de ideologías y se suben al carro, o carreta, más de lo que quizás pueda soportar el artilugio.
Relacionado con dineros, sueldos y otras prebendas va lo siguiente. A cierta persona se le ocurrió colgar en Facebook los sueldos de Cayo Lara, Gaspar Llamazares y Alberto Garzón, diputados y cabezas bien visibles de Izquierda Unida. Y surge lo inevitable. Pues algunos, que deben tener un resorte en el culo y saltan a las primeras de cambio (para defenderse de los ‘ataques’ a los suyos y para lanzarse a la yugular cuando de contrincantes se trata), en el vano intento de justificar no se sabe bien qué, no se les ocurre mayor gracia que tildar al informante, al mensajero, de ignorante y demagogo. Y basa su argumentación en señalar que parte de ese sueldo (he leído en algún sitio que se sostiene que hasta la mitad del mismo) se entrega a la organización.
¿Ignorante quién? Hombre, disimula algo e intenta demostrarle que las cantidades reseñadas son erróneas. Que cobran la mitad. O un tercio. O menos. Pero con tu respuesta ratificas –máxime cuando aún esperamos tus otros datos, que deben ser los verdaderos, por supuesto– que de las arcas públicas (dinero mío también) salen esos euros (varias decenas de miles). Y lo que cada cual haga con ellos bien poco nos importa a los que con nuestros impuestos vamos rellenado la hucha. Digo más. Dado que tan generosos son los militantes (en el resto deberá ocurrir tres cuartos de lo mismo), ya va siendo hora que se acabe con las aportaciones estatales (también a los sindicatos). Porque al final están recibiendo dinero público por varias vías. Ojalá mi pensión me permitiera ejercer la posibilidad que sí llevan a cabo sus señorías. Seguro que destinaría el exceso a causas más justas y a organizaciones que se dedican a matar el hambre de muchos de los ‘defendidos’ por nuestros diputados y senadores. Demagogo, que soy un demagogo. Esperaré pacientemente la confluencia de las izquierdas, porque de la de los astros… Bueno, se consideran estrellas. Yo los englobaría en el apartado de satélites.
Un manido recurso de los grupos minoritarios (los que sostienen que el progreso y el bienestar pasan por sus formas de proceder) para seguir poniendo la mano es que ellos son tan pocos que nada pueden hacer. Que es el mismo utilizado por los mayoritarios para no cambiar nada porque esto es apenas un grano de arena de los presupuestos generales. Y como nadie da el primer paso, los privilegiados seguirán siéndolo, mientras que el resto somos meros espectadores que nada importamos y menos pintamos. Como siempre, manga por hombro.
Por si alguno le queda la tentación de apuntar con el dedo acusador sobre el que estas líneas suscribe, no tengo el mayor inconveniente en explicar cómo se estilaba el particular en el ayuntamiento realejero en la década de los ochenta. Al menos hasta el 30 de junio de 1987, fecha en la que accedió a la alcaldía el ‘socialista’ José Vicente González y se inició el ‘cambio’.
Hasta mañana, que ya es julio. Pero por aquí seguiremos, al menos mientras ustedes quieran y sigan fisgoneando.

27 de junio de 2014

Aparcar en las aceras

Muchas iniciativas del ayuntamiento realejero no solo me parecen convenientes y adecuadas sino que merecen plácemes y aplausos. Siempre he pensado que las corporaciones deben cuidar mucho el día a día. Porque, a veces, se enfrascan en discusiones bizantinas y en proyectos de muchos millones obviando un presente que necesita remiendos, arreglos y lavados de cara.
Hoy me atrevo a realizar una sugerencia. Y deben ir unas cuantas. Creo recordar que a todas las anteriores ningún grupo de los que conforman la corporación le han prestado el más mínimo caso. Visto el éxito alcanzado, lo lógico sería que recogiera bártulos y me dedicara a criar pericos para luego vendérselos al amigo Paulino, para que él, a su vez, los ofreciera a los clientes de su negocio (Paguher, el mundo animal) ubicado frente a la Shell de El Toscal (espero que me pague la publicidad).
Como no me ha abandonado la manía de dar un pateo de vez en cuando, siempre que mis múltiples ocupaciones me dejen un resquicio, a la par que voy escuchando La Ventana, me dedico a echar una visual a cuanto acontece por los lugares que transito. Ayer tarde estuve caminando por la carretera de San Benito, La Zamora y La Montañeta. Van, pues, unos ejemplos concretos en los que la dificultad para ejercer tu derecho ciudadano a ser un peatón normal y corriente, se ve dificultado por los aparcamientos de vehículos de todo tipo sobre las aceras.
En la subida hacia las instalaciones de la ITV y en los exteriores de los establecimientos de ese polígono industrial, lo normal es que tú debas transitar por la calzada porque los coches no te han dejado espacio. Salvo que cometas la osadía de pasar por encima de capós, techos y defensas. Y tal vez así aprovechen los talleres de los aledaños para arreglar las abolladuras que puedas dejarle en sus carrocerías. Bien merecido se lo tendrían, pero con una campaña, y de ahí la propuesta, al respecto y una temporada de vigilancia policial podría ser buena medida para que se tomara la debida conciencia.
En la urbanización que se halla al pie de la Montaña de los Frailes, allí donde se encuentra el busto homenaje el poeta don Juan Marrero, a la vera del Camino de Los Afligidos, y en las cercanías del Petudo (hay datos suficientes, ¿no?), cada propietario, para no molestarse y abrir la puerta del garaje sino una vez por la noche cuando se vaya a acostar, “enfoca” su auto hacia la entrada y deja el parachoques (delantero o trasero, según su particular conveniencia) a escasos centímetros de la vivienda, y Jesús, es decir, yo, comienza una carrera de obstáculos digna del mejor cross, trail running o la madre… de los que no piensan en los demás sino en el ande yo caliente… Y yo también, carajo. Que llegas a casa con un enfado de no te menees y sin necesidad ninguna.
Así que, señores munícipes, ya tienen el motivo de la próxima operación. Y como ahora se estila, y mucho, la sesión fotográfica por todo y para todo (vaya complejo de supositorio deberán tener los retratistas de turno), no demandaré derechos de autor. Ni siquiera les voy a exigir que me dejen hueco para la pose. Los feos estamos vacunados contra tales virus.
Ya que mencioné el asunto fotográfico, ahí les dejo un brevísimo muestrario. Son como chicos menudos. O sin son como. Viene Lupe, fotos con Lupe. Que nos inmortalizamos con cerveza, cara de borracho. Que vamos al cabildo (¿visita partidaria, de compis? Me lo expliquen), faltó algo de rojo (¿o ya no?). Se va el último mohicano (José María), Enrique vuela más alto. Rambla de Castro hacia Europa por varias vías. Otra de Francisco, la de cada año unos días antes de concluir el curso. Se dan un tono que te cambas. Qué cansada vida. Y antes de comenzar las reuniones, avalancha.
Finaliza la semana y casi el mes. Me acabo de enterar: Zerolo se ha quejado amargamente al Poder Judicial por el trato discriminatorio. Él también quiere un fiscal como el de Cristina y no este pejiguera que sigue empeñado en inhabilitarlo por un montón de años. No hay derecho. Ni justicia.
Se va Rubalcaba. Algo tarde, pero me van haciendo caso. Ahora que vaya bajando, que haya cadena. Eso, en cascada, como tanto les gusta.
Si necesitan proponerme para un cargo de asesor o algo así, estaré disponible este domingo por la tarde abajo en La Rambla. Sí, en El Rosario. Hombre, mi campo de acción ya abarca varias comarcas. Y menos mal que no se me da el selfie, que si no.
Feliz fin de semana.

26 de junio de 2014

Bien cargado

Eso le ocurrió al día de ayer, que vino bien cargadito de noticias interesantes. Y como ya uno tiene sus años, lo mismo no doy abasto. Bueno, si queda algo para otro día tampoco le haré ascos.
Por dónde empiezo? ¡Ah!, sí, por Willy Meyer, el europarlamentario de IU que presentó su dimisión por un quítame allá un fondo de pensiones. Hecho que provocó el que sus compañeros de viaje inundaran las redes sociales con laudatorios comentarios. Algo que entra dentro de los más estrictos cauces de la normalidad. Lo raro hubiese sido lo contrario.
Pero hay aspectos que no me cuadran. Este político se subió al machito del cargo público en 1987, año en que se marchó un servidor, y ahí ha seguido hasta que un medio de comunicación, InfoLibre, lo ubicó en la lista de los que se habían acogido a un fondo de pensión (2004-2009) que gestionaba una sicav (sociedad de inversiones de capital variable: un invento que tributa el 1% en lugar del 30% que corresponde al Impuesto de Sociedades) desde Luxemburgo.
Como ha sido tan largo el periodo en activo, en el que ha llegado a simultanear cargos (verbigracia, concejal de Sanlúcar de Barrameda y miembro de la Diputación de Cádiz), se me rompen los esquemas con los planteamientos, a contrario sensu, que esgrime su formación política. O a lo peor es que debo dar la razón a los que sostienen que todos son iguales. Porque por aquello de la limitación de mandatos y duplicidad de cargos, ya tendría que haberse bajado de la guagua tiempo atrás. Para ser coherentes, que bien pintados dejaron los muros.
En su carta de dimisión alega que no está de acuerdo con estas entidades que pretenden burlar las obligaciones fiscales de las empresas. Y tal acontecer viene a ser presentado como un acto de honradez de la izquierda. Porque don Willy no sabía que firmaba un producto financiado a través de una sicav. Me imagino que asimismo desconocía que la rentabilidad era nada más y nada menos que el 50% del capital invertido.
El señor Meyer, como tantos otros incautos que no leemos la letra menuda, firmó y no se preocupó jamás de echar una visual a su cuenta corriente. Le sucede lo que a la mayoría de bien pagados en política. Prácticamente todo el sueldo pasa íntegro a la hucha familiar. Esta cuestión vendría a significar la versión rica de los pobres desgraciados de las preferentes. Ni los unos ni los otros se dieron (de) cuenta.
Los eurodiputados viajan en business class. El señor comunista en cuestión llegó a utilizar tan selecto espacio (asiento 1C) para venirse de Bruselas a Madrid para participar en un piquete de Fuencarral con motivo de la huelga del 29 de marzo de 2012. ¿Coherencia? ¿Honradez? No, de ejemplo nada de nada. Las circunstancias obligan.
Willy Meyer dimitió porque un medio informativo hizo público el tema. De no haber sido así –es de Perogrullo cuando se trata de un afer de hace cinco años–, seguiría tan tranquilo en Europa, viajando a costa nuestra y con suculentas dietas para alimentarse, y bien, alojarse cómodamente y comprarse un traje de cuando en vez. Y esos suculentos miles de euros mensuales que constituyen su nómina, toda para la caja. Nada te cuento cuando se junta un matrimonio político. A los maestros se nos criticaba cuando existía la denominada unión pedagógica.
Otros que como el dimitido alegan que no sabían lo que había detrás (cuánto ignorante analfabeto rigiendo los destinos de la Unión), no han dado paso alguno para largarse para casa. Como doña Elena Valenciano. O doña Rosa Díez, la salvadora. Porque de los del PP nada se podrá esperar dado que ellos sí apoyan este tipo de sociedades. Tan acostumbrados a paraísos fiscales, tesoreros cojonudos y cajas B, nada que objetar. Ellos sí son consecuentes.
El resto bien haría en seguir el rumbo trazado por Meyer. Pero, por favor, no lo intenten vender como lo que no es. A no ser que quieran convertirlo en un bono basura. Predicar es una cosa, y bastante fácil (lo hacen hasta los curas), y dar grano es otra bien diferente. Al final, todos se empeñan en hacer bueno lo de espera que lleguen y lo comprobaremos.
Demasiados fenómenos a la izquierda del PSOE. Eso sostienen todos. Ante el río revuelto socialista surgen formaciones como hongos. De Podemos (o Pokemon, que dijera cierta presentadora televisiva), por ejemplo, esperamos que aclaren las denuncias de soportes económicos bolivarianos. O que expliquen mejor los aspectos políticos de los centenares de muertes ocasionados por el terrorismo etarra.
Pues se me queda en el tintero el acuerdo de AUP. Tanto poner en solfa la dependencia de AIS con respecto a CC, y ahora resulta que tampoco saben ir solos. Y los sobrados indicios (con la oposición del gubernamental fiscal) del juez Castro. Y de la muerte de Ana María Matute. Y de las chascadas de Suárez. Y el ya se verá con el que Del Bosque imita a la perfección a Rajoy (cosas de las nobleza).
Veladas quejas, y concluyo, por utilizar a Bob Esponja y Patricio Estrella, amén de los mensajes de IpO, en las alfombras. Y mutismo cuando aparecen otras con nombre y apellidos de empresas bien conocidas: bancos, eléctricas… Poderoso caballero…
Fui hace unos días al oculista. Para las de lejos. Y me aumentó la graduación de cada ojo porque me era necesario para leer la letra menuda. Completamente en serio. Quisiera pensar que en Bruselas, Estrasburgo y todos esos lugares de por ahí afuera habrá ópticas.
¿Lo de Magdalena Álvarez? Le echaremos de comer aparte.
Hasta mañana.